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¿Cómo era lo de "hacer grande América de nuevo"? EEUU pierde poder por momentos

El presidente Trump tiene un programa más coherente de lo que parece. El problema es que las consecuencias de su ofensiva aislacionista provocarán lo contrario de lo que él espera

Foto: El presidente Donald Trump habla durante la 73ª Asamblea General de Naciones Unidas, el 25 de septiembre de 2018. (Reuters)
El presidente Donald Trump habla durante la 73ª Asamblea General de Naciones Unidas, el 25 de septiembre de 2018. (Reuters)

El discurso del presidente Trump en las Naciones Unidas el pasado martes fue una inteligente –y a veces elocuente- presentación de su visión de ‘America First’ (‘América primero’). Defendió la necesidad de perseguir un estrecho interés propio en lugar de otros globales más amplios, y de privilegiar la acción unilateral sobre la cooperación multilateral. Pero Trump podría no reconocer que a medida que retira a EEUU de esos teatros globales, el resto del mundo se mueve sin Washington. Conscientemente o no, Trump parece estar acelerando la llegada de un mundo post-estadounidense.

Piensen en una de sus primeras grandes acciones, retirarse del Acuerdo Trans-Pacífico (TPP), el acuerdo comercial de gran alcance concebido durante la Administración de George W. Bush y negociado por la de Barack Obama. Era un intento de abrir mercados cerrados durante mucho tiempo, como Japón, y también de crear una agrupación que pudiese hacer frente al creciente músculo de China en cuestiones comerciales. Los otros 11 países del TPP decidieron mantener el acuerdo sin Washington, lo que simplemente significa que EEUU no tendrá acceso privilegiado a esos mercados.

Foto: El presidente de EEUU, Donald Trump, durante su intervención en la Asamblea General de la ONU, en Nueva York. (Reuters)

El primer ministro japonés Shinzo Abe, mientras le dirigía palabras dulces a Trump, cerró rápidamente un acuerdo de libre comercio con la Unión Europea, creando uno de los mayores mercados económicos del mundo y dando unas oportunidades a Europa que de otro modo podrían haber sido para EEUU. Como señalan Ivo H. Daalder y James M. Lindsay en un libro de próxima aparición, “El Trono Vacío”, si no estás sentado a la mesa, estás en el menú. Cuando Washington se hace a un lado, la agenda global cobra forma sin aportaciones estadounidenses. Así que retirarse del Consejo de Derechos Humanos de la ONU simplemente significa que los diplomáticos estadounidenses simplemente verán las condenas rutinarias del grupo hacia Israel desde la barrera, al tiempo que tendrán menor capacidades de aplicar presión moral contra los déspotas en todo el mundo.

Los constantes ataques de la Administración Trump contra la Organización Mundial del Comercio, una idea estadounidense, han dejado el campo abierto y China lo está cubriendo de forma voluntariosa para dar forma a las reglas y convenciones que gobernarán el comercio global. Cuando Trump corta los fondos de varias agencias internacionales, le hace el juego a Pekín, que desde hace mucho tiempo ha intentado ganar influencia en esos organismos. China estará feliz de tomar el testigo y aceptar nuevos puestos, junto con el estatus y la influencia que aportan. De forma similar, la extraña y continua ausencia de diplomáticos estadounidenses clave –sin Asistentes del Secretario de Estado para el Este y Sur de Asia; sin embajadores en Arabia Saudí, Turquía, Egipto y Sudáfrica, entre otros- significa que los intereses estadounidenses no son representados.

placeholder Un partidario del presidente Trump sostiene una gorra con la leyenda 'Make America Great Again', en Springfield, Missouri, el 21 de septiembre de 2018. (Reuters)
Un partidario del presidente Trump sostiene una gorra con la leyenda 'Make America Great Again', en Springfield, Missouri, el 21 de septiembre de 2018. (Reuters)

Quizá el esfuerzo mas destacable para dejar de lado a EEUU ha venido de los europeos, en reacción a la decisión de Trump de retirarse del pacto nuclear iraní y reimponer sanciones financieras contra Irán y cualquiera que haga negocios con él. Debido a la inmensa fortaleza global del dólar, pocas grandes empresas están dispuestas a implicarse comercialmente en Irán, dado que los dólares son la divisa más común utilizada en las transacciones internacionales. Esto ha enfurecido a los europeos, que creen que deberían tener la capacidad de hacer negocios con quien quieran.

Por lo tanto, están creando un mecanismo económico que pueda sortear el dólar. La jefa de la diplomacia europea Federica Mogherini me dijo esta semana: “No podemos aceptar, como europeos, que otros –incluso nuestros más cercanos aliados y amigos- determinen y decidan con quién podemos hacer negocios o comerciar”. Dejó claro que otros –presumiblemente los rusos y los chinos- podrían unirse a esta iniciativa. Si los esfuerzos de la Unión Europea dan frutos, supondrían una merma al elemento más significativo del poder financiero estadounidense: el papel sin rival del dólar en la economía global.

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María Tejero Martín. Sofía (Bulgaria)

Lo cierto es que es improbable que tengan éxito. En realidad la influencia del dólar se ha incrementado en los últimos años a medida que un sistema internacional globalizado ha necesitado una divisa común. El futuro del euro sigue en duda, el yuan de China ni siquiera es convertible, el yen de Japón representa a un país en profundo declive demográfico. Y aún así, parece estúpido que EEUU persiga políticas que produzcan el deseo de recortar el poder estadounidense, pasar por encima de Washington y crear nuevos acuerdos, especialmente entre los aliados más estrechos de América. Una cosa es que Vladímir Putin y Xi Jinping intenten prosperar en un mundo post-estadounidense. Otra, que Europa se ponga a la cabeza de todo ello.

El resultado de la abdicación de Estados Unidos no será un dominio europeo o chino. Será –a largo plazo- un mayor desorden, la erosión de las normas y reglas globales, y un mundo más impredecible e inestable con menores oportunidades para que la gente compre, venda e invierta alrededor del planeta. En otras palabras, significa un mundo menos próspero y pacífico Uno en el que la influencia estadounidense habrá sido reducida en gran medida. ¿Cómo hace eso grande a América?

El discurso del presidente Trump en las Naciones Unidas el pasado martes fue una inteligente –y a veces elocuente- presentación de su visión de ‘America First’ (‘América primero’). Defendió la necesidad de perseguir un estrecho interés propio en lugar de otros globales más amplios, y de privilegiar la acción unilateral sobre la cooperación multilateral. Pero Trump podría no reconocer que a medida que retira a EEUU de esos teatros globales, el resto del mundo se mueve sin Washington. Conscientemente o no, Trump parece estar acelerando la llegada de un mundo post-estadounidense.

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