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No hay una emergencia en las fronteras: Trump ha creado una crisis de la nada
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No hay una emergencia en las fronteras: Trump ha creado una crisis de la nada

Cuando en el pasado el Gobierno de EEUU ha creado esta sensación crisis, lo ha hecho para asustar a los ciudadanos, ampliar los poderes presidenciales y amordazar a la oposición

Foto: El presidente Trump durante una reunión para analizar la situación en la frontera con
El presidente Trump durante una reunión para analizar la situación en la frontera con

Al analizar la lucha sobre los fondos para el muro fronterizo, me sorprende la forma en que, en cierto modo, el presidente Trump ha logrado un éxito. Ha sido capaz de conjurar una crisis de la nada, atrayendo la atención nacional sobre su 'fabricada' emergencia, paralizando la Administración y, quizás, incluso invocando una autoridad de tiempos de guerra para eludir al Congreso. Puede que al final fracase pero debería preocuparnos que un presidente -cualquier presidente- pueda hacer lo que ha hecho Trump.

Seamos claros: no hay una crisis. El número de inmigrantes indocumentados en EEUU lleva reduciéndose una década. El número de personas atrapadas cuando intentaban cruzar la frontera sur sigue una tendencia descendente desde hace 20 años y la cifra es menor de lo que era en 1973.

Todo este episodio pone el foco sobre un problema que se ha agravado en los últimos dos años. El presidente de EEUU tiene demasiados poderes

Como a menudo se recuerda, muchas más personas están entrando en EEUU legalmente para después obtener sus visas de las que cruzan la frontera sur de forma ilegal. Pero es importante poner estás cifras en contexto. Más de 52 millones de extranjeros entraron legalmente en EEUU durante 2017. El 98,7% de ellos abandonaron el país cuando expiraron sus visas. Una gran parte de los que se quedaron terminaron marchándose después de un breve periodo y el Gobierno estima que alrededor del 0,8% de aquellos que entraron en el país en 2017 seguían aquí a mitad de 2018.

En cuanto al terrorismo, el Instituto Cato ha descubierto que, entre 1975 y 2017, "ninguna persona ha muerto o ha resultado herida en ataques terroristas cometidos por inmigrantes ilegales en territorio estadounidense".

En cuanto a las drogas, el mayor peligro procede del fentanilo y derivados, que están en el epicentro de la crisis de los opiáceos. La mayoría llegan de China. enviados directamente a EEUU o traficados desde Canadá o México. Trump ha encarado este problema presionando al Gobierno chino para que actúe contra los exportadores de fentanilo, una estrategia mucho más efectiva que intentar construir una barrera física a lo largo de la frontera con México.

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Incluso la Agencia para el Control de Drogas indicó en un informe del año pasado que, mientras la frontera sur es la vía de entrada para la mayoría de la heroína que entra en EEUU, la droga generalmente pasa por puntos legales de entrada, escondida en coches u oculta entre otros bienes en camiones. En otras palabras, un muro haría muy poco para detener este flujo.

Aún así, el poder de la presidencia es tal que Trump ha sido capaz de poner esta cuestión en el centro del escenario, cerrar la Administración, engañar a los canales de televisión para que cometan errores, alarmar a la Oficina Oval y, tal vez, declarar la emergencia nacional. Todo esto suena como algo que haría Vladimir Putin, Recep Tayyip Erdogan o Abdel Fatah al-Sisi, no el líder de la república constitucional más poderosa del mundo.

Cuando, en el pasado, el Gobierno de EEUU ha creado esta sensación de emergencia y crisis, casi siempre lo ha hecho para asustar a los ciudadanos, ampliar los poderes presidenciales y amordazar a la oposición. Desde el Acta de Sedición ante la "alarma roja" hasta el supuesto arsenal de Sadam Husein, los EEUU han experimentado periodos de paranoia y estupidez. Cuando analizamos el pasado debemos reconocer que los problemas no eran tan graves como parecía, el enemigo no era tan fuerte ni peligroso y EEUU estaba mucho más seguro de lo que nos decían. Las medidas tomadas -suspender derechos civiles, encerrar a ciudadanos estadounidenses de ascendencia japonesa, llevar al país a una guerra...- fueron casi siempre errores terribles, a menudo con desastrosas consecuencias a largo plazo.

placeholder Donald Trump habla con agentes de frontera durante su visita a la frontera con México. (Reuters)
Donald Trump habla con agentes de frontera durante su visita a la frontera con México. (Reuters)

Aún así, los poderes presidenciales han continuado expandiéndose. La cultura moderna ha hecho más sencillo para los presidentes fijar su agenda, porque la Casa Blanca es un centro de atención permanente y recibe mucha más atención mediática de la que solía recibir. Trump se las ha arreglado para utilizar esta realidad y convertir en malas las buenas noticias, la seguridad en peligro y casi ha fabricado una crisis nacional donde o existía ninguna.

Todo este episodio pone el foco sobre un problema que se ha agravado en los últimos dos años. El presidente de EEUU tiene demasiados poderes, formales e informales. Y esta no era la intención de los padres fundadores, que hicieron del Congreso el ente dominante, la forma en la que el país ha sido gobernado durante la mayor parte de su historia. Sin embargo, durante las nueve últimas décadas, la presidencia ha ganado autoridad formal e informal.

Al analizar la lucha sobre los fondos para el muro fronterizo, me sorprende la forma en que, en cierto modo, el presidente Trump ha logrado un éxito. Ha sido capaz de conjurar una crisis de la nada, atrayendo la atención nacional sobre su 'fabricada' emergencia, paralizando la Administración y, quizás, incluso invocando una autoridad de tiempos de guerra para eludir al Congreso. Puede que al final fracase pero debería preocuparnos que un presidente -cualquier presidente- pueda hacer lo que ha hecho Trump.