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Trump nos ha enseñado qué tenemos que reparar de la democracia estadounidense

Tenemos que desarrollar nuevas reformas para impulsar la democracia de EEUU y que no esté en manos de funcionarios políticos elegidos por los partidos

Foto: Donald Trump. (Reuters)
Donald Trump. (Reuters)

Es demasiado pronto como para pensar en un Estados Unidos pos Trump. El presidente sigue siendo la figura más popular entre los Republicanos y seguirá jugando un papel importante en la política estadounidense en los próximos años. Pero no es demasiado pronto como para pensar en una democracia pos Trump: un sistema político que aprenda de los retos y amenazas a las que ha sido sometido en los últimos cuatro años.

Para aquellos que piensen que esta preocupación es exagerada y que EEUU ha resistido a los embites, diría que miraran por la ventana. Incluso ahora, el presidente de Estados Unidos está tratando de usar el poder de su oficina para cambiar los resultados de las elecciones. Afortunadamente estos esfuerzos no van a dar fruto. Los juzgados se han negado a ser meras comparsas. Incluso jueces nombrados por los republicanos han seguido la ley en vez de a su partido. Los funcionarios locales, además, hicieron su trabajo.

Todo esto es una buena noticia. Pero este último mes ha demostrado las principales debilidades del sistema electoral estadounidense.

Foto: Donald Trump y Joe Biden. (Reuters)

Las elecciones de EEUU no están dirigidas por funcionarios federales apolíticos sino por políticos locales. Los representantes electos de ambos partidos monitorean las elecciones y deben certificarlas. El sistema ha funcionado porque ambos lados han hecho siempre sus trabajos y los certificados electorales eran justos fuera cual fuera el ganador.

Los ataques a la democracia

Pero en estas elecciones, el Partido Republicano -el presidente, la dirigente del Partido Republicano, senadores clave y jefes de partido estatales han presionado a los funcionares locales para que retrasaran o rechazaran la certificación de resultados electorales rutinaria. En Georgia, los dos senadores actuales republicanos pidieron al Secretario de Estado Brad Raffensperger que dimitiera porque él había afirmado que las elecciones habían sido libres y justas. En Michigan, miembros del partido acosaron a los dos republicanos que certificaban los resultados estatales. Y por esta presión uno de los dos se acabó absteniendo. Los resultados de Michigan se pudieron certificar finalmente gracias a que Aaron Van Langevelde, un republicano de 40 años, hizo su trabajo (el Presidente-electo Joe Biden ganó por más de 150.000 votos).

El mensaje a los funcionarios republicanos en las próximas elecciones ajustadas está claro: o pones al partido por delante del país o di adiós a tu carrera

Es importante recordar, además, que esto aún no ha acabado. Con toda probabilidad, Trump seguirá atacando a aquellos funcionarios republicanos en estados clave que se niegan a actuar a su antojo. Si Raffensperger y Van Langevelde son expulsados, el mensaje a los funcionarios republicanos en las próximas elecciones ajustadas está clarísimo: o pones al partido por delante del país o di adiós a tu carrera. Y, quizá, la próxima hornada de funcionarios locales sean menos patriotas. Lo mismo puede pasar con los próximos jueces.

Los procesos electorales de EEUU están enraizados en un sistema anglosajón muy venerado en el cual los ciudadanos o grupos privados son llamados para llevar a cabo funciones del Estado. El enfoque anglosajón contrasta con el sistema continental francés, en el que el Estado tiene más control. Pero el sistema angloestadounidense depende de la idea de que esos ciudadanos pondrán por delante el interés público al privado. Trump ha puesto en duda esa asunción llevando a nuestro país a una nueva crisis.

Foto: Trump (i), junto al goberador Brian Kemp (d). (Reuters)

Tenemos que desarrollar nuevas reformas para impulsar la democracia de EEUU. Tribunales independientes y apolíticos deberían establecerse para gestionar las elecciones en vez de funcionarios políticos. Además, debería haber reglas estandarizadas sobre el registro del voto, los votos por correo, las impugnaciones de los votos y la publicación de los resultados.

Además, necesitamos otro paquete de reformas que aprenda de la experiencia de los años de Trump, uno que sepa traducir en leyes todo aquello que han sido tradiciones y normas durante años. Los candidatos deberían publicar sus declaraciones de impuestos para que los ciudadanos sean conscientes de algún posible conflicto de interés. Los ganadores deberían dejar de lado cualquier negocio o activo que posean antes de asumir el cargo.

Por último, hemos visto que el intervalo entre las elecciones y la inauguración presidencial es demasiado largo. Es más largo que en la mayoría de los países y el presidente incumbente tiene demasiado poder durante este periodo. La Administración Trump ha dejado claro cuáles son los riesgos al retirar inicialmente los fondos para la transición y al negarse a proveer de análisis de inteligencia al equipo de Biden.

Las leyes deben ser escritas para asegurar una transición suave y efectiva y minimizar la posibilidad de que el presidente que se va actúe para beneficiarse así mismo y perjudicar a su sucesor. Al haber atacado a la democracia estadounidense de tantas formas, Trump nos ha enseñado sus debilidades. Deberíamos aprovechar este momento para fortalecer nuestras instituciones. De esa forma, si otro político como Trump (o el propio Trump en cuatro años) trata de pervertir de nuevo el sistema, la democracia estadounidense estará mejor equipada para aguantar el asalto.

Es demasiado pronto como para pensar en un Estados Unidos pos Trump. El presidente sigue siendo la figura más popular entre los Republicanos y seguirá jugando un papel importante en la política estadounidense en los próximos años. Pero no es demasiado pronto como para pensar en una democracia pos Trump: un sistema político que aprenda de los retos y amenazas a las que ha sido sometido en los últimos cuatro años.

Joe Biden Partido Republicano