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Alexandria Ocasio-Cortez: el duro oficio de conseguir que te voten
El reto principal de Ocasio-Cortez, una de los 54 “socialistas democráticos” que se presentan a algún cargo en estas legislativas, es vencer la indiferencia de los votantes. Así trabaja su campaña
“Esto no va de ganar, sino de construir poder para la gente trabajadora”, declara Alexandria Ocasio-Cortez con los ojos llameantes. Habla en The Sanz, una modesta sala para bodas y eventos en el Bronx, tras un pequeño púlpito de madera. “Estamos en una lucha generacional para garantizar la sanidad a toda la gente en este país; para que nuestros hijos, nietos y nosotros mismos podamos elegir ir a la universidad sin pagar matrícula”.
La candidata al Congreso por el distrito 14 de Nueva York es un arma política de gran calibre. A sus 29 años, Ocasio parece estar cabalgando siempre un haz de energía, un relámpago interior que transmite en andanadas de tuits verbales. Sin embargo, no hay mucho público al que electrizar. Seremos unas 45 personas en total: la cuarta parte periodistas, y el resto, casi todos, voluntarios o amigos de la campaña.
"De cada veinte puertas, una se abre, pero marcas la diferencia en la vida de esa persona”
Porque más allá de los titulares que ha generado su triunfo del pasado junio en las primarias demócratas, cuando venció a un peso pesado que llevaba 20 años entronizado en su escaño y que se había gastado trece veces más dinero en campaña; más allá de la “victoria histórica”, según 'The New Yorker', de una joven socialista que trabajaba sirviendo cócteles en un bar mexicano, hay una verdad lúgubre: que a muy poca gente le interesa la política. Al menos en este distrito que reúne partes de Queens y el Bronx.
En la circunscripción de Ocasio-Cortez viven unas 712.000 personas, de las cuales menos de 30.000 votaron en las primarias demócratas (un 11% de los votantes registrados en ese partido). De esos casi 30.000 votos, el 56,7% fueron para Ocasio y el resto, 43,3%, para el congresista Joseph Crowley. Es decir, que la joven aspirante venció por unas 4.000 papeletas de diferencia. Algo así como el 0,5% de la población del distrito.
Aquí está el reto principal de Ocasio y de otros políticos locales. “Llamad a todos los contactos de vuestro teléfono, persualdidlos con cortesía, y seguid llamando”, sugirió, minutos antes, Jamaal Bailey, miembro del Senado neoyorquino. “Si alguien os dice que votar no sirve para nada, recordadles el caso de Virginia, donde las elecciones se decidieron lanzando una moneda al aire”. Se refiere a la demócrata Shelly Simonds, que el año pasado fue reelegida, literalmente, con un voto de diferencia.
El equipo de campaña confirma las palabras de los líderes. “Llamamos a las puertas cada día, sietes días a la semana”, dice a El Confidencial Ilona Duverge, voluntaria de Ocasio-Cortez. La reacción más común de la gente a la que apela, dice, es que le cierran la puerta. “La gente no quiere oírlo. Acaban de llegar de trabajar y van a cerrarte la puerta en la cara. Pero eso no importa. Lo que importa es la persona que te abre y con la que conectas. De cada veinte puertas, una se abre, pero marcas la diferencia en la vida de esa persona”.
Hay varias razones por las que la participación electoral es tan baja. Nueva York es uno de los pocos estados que no permite el “voto anticipado”, de manera que mucha gente está presionada para organizarse y buscar tiempo el día señalado. La ley tampoco permite, como en otros estados, registrarse el día del voto, ni acepta el registro por internet. La pobreza sería una limitación estructural; también la borrosa certeza, en distritos como este, de que un demócrata va a ganar de todas todas, y una fuerte indiferencia.
Ocasio-Cortez, una de los 54 “socialistas democráticos” que se presentan a algún cargo federal o estatal en estas legislativas, reitera la necesidad de insistir en la petición del voto. “Esto es como cuando escuchas una canción en la radio”, declara. “La primera vez, piensas: bah, esta canción es un asco. Pero cuando ya la has escuchado sesenta veces, dices: ¡me gusta esta canción!”, y cuenta varias anécdotas que ilustran su ejemplo: una señora a la que abordó en un restaurante, a la que ya le sonaba el nombre de la candidata. O su primo, que jamás había votado en unas elecciones hasta el pasado junio.
Esos votantes potenciales, al menos para este evento, se han quedado en casa. El núcleo duro de la campaña escucha las palabras de su candidata con una camiseta púrpura y la cara encendida. Cuando acaba de hablar Ocasio, Ilona Duverge cierra el mítin dándole las gracias a ella y a la otra candidata, Alessandra Biaggi, que busca un puesto en el Senado estatal. “Muchas gracias. Para mí sois un modelo a seguir”, dice, a punto de romper a llorar.
Ocasio se mezcla con la gente, cambiando de registro emocional. Antes imponía sus ideas desde el púlpito; nos arengaba como un entrenador a su equipo antes de la gran final. Ahora te habla humilde y risueña. “¡Oh, España! Muchas gracias por venir”, dice como si fuera una vieja amiga a la que no viera desde hace muchos años. A otras personas las abraza y escucha con los ojos negros muy abiertos, expresivos, enmarcados por unas cejas soberanas.
Pamela Damon, organizadora de este salón de eventos, lleva trece años dirigiendo un grupo de “educación, entrenamiento y autoestima” para niñas del barrio. “Trabajo con chicas de 7 a 19 años”, explica, y añade que Ocasio irá pronto a darles una charla. “Para ellas ver esto es increíble. Ver a mujeres moviéndose y haciendo cosas, es increíble”. Christian Amato, voluntario de la campaña de Biaggi, participa del entusiasmo. “No esperamos a que nos entreguen la antorcha; hemos salido a agarrar la antorcha”.
“Esto no va de ganar, sino de construir poder para la gente trabajadora”, declara Alexandria Ocasio-Cortez con los ojos llameantes. Habla en The Sanz, una modesta sala para bodas y eventos en el Bronx, tras un pequeño púlpito de madera. “Estamos en una lucha generacional para garantizar la sanidad a toda la gente en este país; para que nuestros hijos, nietos y nosotros mismos podamos elegir ir a la universidad sin pagar matrícula”.