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Elecciones EEUU: Trump, a examen

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Estados Unidos se mira al espejo dos años después de la victoria de Trump

El voto femenino, el número de mujeres candidatas y una mayor movilización que hace cuatro años caracterizan unas elecciones llenas de incertidumbre

Foto: El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, durante un mitin en el Bozeman Yellowstone International Airport en Belgrade, Montana. (Reuters)
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, durante un mitin en el Bozeman Yellowstone International Airport en Belgrade, Montana. (Reuters)

Cuando la batalla por la nominación del juez Brett Kavanaugh al Tribunal Supremo subió la temperatura emocional del país a valores tropicales, hubo quien planteó aquel momento como un test para el movimiento #MeToo. La aprobación definitiva por parte del Senado del polémico candidato de Donald Trump fue, desde esa perspectiva, una derrota del feminismo. Visto con algo de distancia, y desde otra óptica, puede leerse como un aviso de lo que tarde o temprano habrá de llegar: la política liderada por mujeres. Por ende, un cambio de relato.

Difícilmente la vieja política del hombre blanco y conservador iba a aceptar que un movimiento tan joven y femenino obstaculizara los planes del Partido Republicano para blindar la USAmérica de los valores más tradicionales y heteropatriarcales, algo que Kavanaugh parece garantizar para las próximas décadas. En el Senado, que hoy renueva un tercio de sus plazas, solo 23 de sus integrantes son mujeres. De ellas, 17 son demócratas y seis republicanas, cifras que probablemente no necesitan explicación. En un país donde los hombres blancos son un tercio de la población, ellos ostentan el 69% de la representación en asientos en el Congreso y en plazas de gobernador.

Las elecciones son un plebiscito sobre el presidente más impopular de la historia moderna de EEUU con el que los demócratas buscan ganar peso para 2020

Las elecciones de medio mandato de este martes son muchas cosas. Obviamente, un test sobre la presidencia de Donald Trump (él mismo las ha convertido en una especie de segunda ronda de las presidenciales de 2016), pero también un examen a los valores y la ética de un país en estado de excitación ideológica como hacía tiempo que no se veía. Y son, sobre todo, las elecciones de la reivindicación de la mujer como actor político. Un total de 272 mujeres se postulan este martes para un puesto en la Cámara de Representantes, el Senado o uno de los asientos de gobernador(a) estatal. Suponen más de una cuarta parte de los candidatos en una cita electoral con el menor porcentaje de hombres blancos en las papeletas de las últimas cuatro elecciones.

Si la presidencia de Trump ha funcionado como la contrarreforma ultraconservadora a ocho años de discurso inclusivo, progresista y de corrección política de Barack Obama, estas elecciones de medio mandato escenifican la reacción de las víctimas del verbo racista, xenófobo y machista de Donald Trump. No parece casual este incremento de mujeres, ni que este sea mayoritariamente demócrata (tampoco el ascenso del número de candidatos LGTB o de color). Un total de 200 mujeres demócratas buscan plaza en una de las dos cámaras del Congreso, por solo 60 en el lado republicano.

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No solo se presentan a la elección, también acuden en masa al colegio electoral. El voto anticipado, que está batiendo de forma notable la bajísima participación electoral en las 'midterms' de 2014 (el voto anticipado supera ya en más de 10 millones al de hace cuatro años), es también un voto femenino. En Georgia, donde la demócrata Stacey Abrams aspira a ser su primera gobernadora negra, las mujeres han votado 12 puntos por encima de los hombres. En Texas, donde los demócratas han conseguido lo que parecía imposible, que un candidato demócrata a senador, Beto O'Rourke, consiga discutir la plaza al republicano Ted Cruz, ellas han votado ocho puntos por encima de ellos. Es la tónica general en muchos estados.

En principio, una movilización electoral de las mujeres es una mala noticia para los republicanos. Aunque Trump sigue presumiendo de haber obtenido en 2016 el voto mayoritario entre ellas, la realidad desmiente (una vez más) sus afirmaciones. El voto femenino favorable a Trump fue entonces del 41%. El 52% al que se remite el presidente es el del número de mujeres blancas que le votaron. Significativo, ¿verdad?

Blancas son la mayoría de las mujeres que apoyan a Donald Trump y blanco mayoritariamente ha sido su público en los mítines de campaña que ha realizado el presidente. Los distritos que ha visitado tienden a superar ampliamente el 80% de población blanca. Incluso en estados como Florida, donde el 45% de la población no lo es, acudió a los territorios con más de un 70% de blancos.

placeholder Seguidores de Trump, durante un mitin electoral del presidente en el Middle Georgia Regional Airport, en Macon, Georgia. (Reuters)
Seguidores de Trump, durante un mitin electoral del presidente en el Middle Georgia Regional Airport, en Macon, Georgia. (Reuters)

El presidente ha buscado revitalizar al electorado que le dio la victoria en 2016, no tanto incorporar nuevos fieles a su credo. Y para ello ha acudido a la parte más tóxica de su retórica visceral con la criminalización del inmigrante, señalado como el mayor problema de seguridad nacional en un país hijo de la inmigración. En un acto de campaña maquillado de declaración institucional, Donald Trump utilizó el escenario de la Casa Blanca para apuntar dos ideas perturbadoras: la creación de campos de concentración en la frontera sur y la posibilidad de repeler con disparos un posible uso de piedras por parte de los integrantes de la caravana centroamericana de refugiados, esa que viene a 'invadir' Estados Unidos.

El Partido Republicano ha seguido disciplinado el son presidencial durante toda la campaña, porque a día de hoy él es el partido. Si los resultados de este martes no les son favorables, quizá se abra alguna brecha interna entre quienes hoy, como mucho, marcan una distancia cosmética con la retórica de Donald Trump, cuya demagogia y lenguaje virulento hacia opositores y medios de comunicación se han confrontado con la campaña de paquetes bomba de un fanático suyo y con el atentado hace una semana en una sinagoga de Pittsburgh que dejó 11 muertos. Si el cambio de equilibrios en el Capitolio se produce, el presidente ya ha dicho que se apañará (signifique eso lo que signifique). Quizá lo haga, pero lo tendrá mucho más difícil si el Partido Demócrata se hace con el poder de una de las dos cámaras.

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El Senado casi se da por descontado para los republicanos (de las 35 plazas que ahora se votan, 26 son de demócratas, que necesitan conservar las propias y hacerse con dos más para tomar el control; altamente improbable), pero todas las miradas se concentran en la renovación completa de la Cámara de Representantes (435 plazas, los demócratas necesitan sumar 23 asientos a los 195 que defienden. Reto que las encuestas muestran probable, aunque no seguro). Un inesperado control de ambas cámaras por parte demócrata abriría el melón del 'impeachment'. El reparto de cámaras difícilmente acercaría a republicanos y demócratas a la negociación, menos cuando la campaña de las presidenciales de 2020 está a la vuelta de la esquina. Con este escenario, Trump podría hacer la suya subrayando el freno demócrata a sus iniciativas (aunque en estos dos primeros años, con mayoría republicana en ambas cámaras, ya los ha acusado de obstruccionistas).

Las encuestas ofrecen un panorama incierto, cautelosas también tras el fiasco demoscópico en 2016, en un día en que Estados Unidos no solo renueva cámaras nacionales sino que elige gobernadores, cámaras estatales y vota decenas de propuestas sobre los más dispares asuntos. Los resultados ofrecerán un diagnóstico preciso del impacto de Donald Trump dos años después de su victoria electoral. Un plebiscito sobre el presidente más impopular de la historia moderna de los Estados Unidos con el que los demócratas quieren empezar a ganar peso de cara a la campaña de 2020.

Cuando la batalla por la nominación del juez Brett Kavanaugh al Tribunal Supremo subió la temperatura emocional del país a valores tropicales, hubo quien planteó aquel momento como un test para el movimiento #MeToo. La aprobación definitiva por parte del Senado del polémico candidato de Donald Trump fue, desde esa perspectiva, una derrota del feminismo. Visto con algo de distancia, y desde otra óptica, puede leerse como un aviso de lo que tarde o temprano habrá de llegar: la política liderada por mujeres. Por ende, un cambio de relato.

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