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Elecciones EEUU: Trump, a examen

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¿Cómo serán los Estados Unidos de Trump después de las elecciones?

Estos son tres escenarios posibles y sus posibles consecuencias después de unas elecciones de medio mandato con una trascendencia mundial inédita hasta la fecha

Foto: El presidente Donald Trump saluda a simpatizantes durante un mitin de campaña en Cape Girardeau, Misuri. (Reuters)
El presidente Donald Trump saluda a simpatizantes durante un mitin de campaña en Cape Girardeau, Misuri. (Reuters)

Si Donald Trump tuviera control sobre la meteorología, probablemente hubiera encargado un día de lluvia casi tropical como la que cayó en las primeras horas de votación en la costa este. A mayor cantidad, más riesgo de desmovilización y más opciones para su partido, al que, en teoría, beneficia una baja participación. Sin embargo, al mediodía del martes, en la Biblioteca Central de Arlington, Virginia, aseguraban que el ritmo de voto se asemejaba mucho a las elecciones presidenciales de 2016, alto respecto a unas 'midterms'. El goteo de votantes contrastaba con el diluvio en el exterior.

Votación masiva en Estados Unidos

La borrasca que descargaba fuera palidece frente a la tormenta emocional que ha causado el presidente Trump, la que dirigió a Deborah hasta su colegio electoral con un mensaje muy claro: "Que nos perdone el mundo. Arreglaremos esto". Y a ello fue, a poner su granito de arena en unas elecciones en las que Trump no participa pero que el presidente ha convertido en un referéndum. Así lo considera Martin que, tras depositar su voto, le explicaba a El Confidencial su particular teoría sobre la consecuencia de estas 'midterms' de cara al periodo que se abre: "No creo que la Administración Trump dure otros dos años. Se va a cansar de ser presidente, le va a dejar de resultar divertido".

La diversión de Donald Trump en los dos años que le quedan como presidente (con permiso de Martin) dependerá mucho de la suma de los votos que se recuentan a estas horas y que debaten el grado de arraigo o hartazgo del trumpismo en la sociedad estadounidense. Una cosa y la otra permanecerán, pero la inclinación de la balanza en uno u otro sentido afectará al curso de la política y la sociedad en el futuro próximo. Las encuestas de última hora mostraban la dificultad de enfrentar desde la demoscopia un fenómeno tan difícilmente mesurable como es la presidencia de Trump. Sea como fuere, estos son tres escenarios posibles y sus posibles consecuencias después de unas elecciones de medio mandato con una trascendencia mundial inédita hasta la fecha.

Marejadilla azul

Los demócratas se hacen con la Cámara de Representantes y los republicanos mantienen el Senado. Con mucha cautela, esta es la opción que han reflejado con más claridad las encuestas en los últimos días. Significaría repetir el mismo escenario, pero a la inversa, que enfrentó Barack Obama durante su primer mandato presidencial. En aquella ocasión, los republicanos se hicieron con 63 asientos en la Cámara de Representantes que defendían los demócratas, mientras que en el Senado, a pesar de que el Partido Demócrata perdió hasta seis sillas, el partido de Obama retuvo un pequeño margen favorable.

De darse este escenario, ambos partidos se verían obligados a negociar hasta la última coma de cualquier ley o proyecto. Dada la polarización en el país y cuán profundo es el abismo hoy entre ambos partidos, lo más probable es que los proyectos más polémicos de Trump (relativos a la inmigración o la salud) queden bloqueados. Si ya tuvo problemas para tumbar el Obamacare con mayoría en ambas cámaras (el famoso pulgar hacia abajo del difunto John McCain), así lo tendría imposible. El presidente podría presentarse en 2020 acusando de obstruccionistas a los demócratas (es decir, más de lo mismo) y comparando los logros de sus dos primeros años de mandato con la sequía de los dos últimos. Para los demócratas sería un respiro, pero una victoria tan justa deja más dudas que certezas respecto a qué campaña plantear en dos años.

Foto: Seguidores de Beto O'Rourke, candidato demócrata por Texas, durante un mitin electoral en Austin, Texas. (Reuters) Opinión

Ola azul (versión maremoto)

Ambas cámaras, demócratas. Un escenario que ni los progresistas más optimistas imaginan, pero que es matemáticamente posible. El Partido Demócrata necesita mantener sus 26 asientos en el Senado y sumar dos de los que hoy están en poder republicano entre los 35 que hay en juego (un tercio de la cámara). Si sucediera, si Senado y Cámara de Representantes se tiñeran de azul, sería una mutación de piel antológica en el país, máxime cuando muchos de los estados en juego se los adjudicó Donald Trump con gran facilidad. Para ello dependen en gran medida del voto joven que, sin embargo, ha sido escaso en el periodo de voto anticipado.

El realismo y la historia apuntan a que este escenario sería más factible dentro de cuatro años, durante un segundo mandato de Donald Trump (con permiso de Martin). Entraría en la misma lógica de las dos presidencias de Barack Obama (en sus segundas 'midterms', los republicanos se hicieron con ambas cámaras), cuya Administración quedó básicamente bloqueada.

Las iniciativas legislativas quedarían en manos demócratas y Trump se vería obligado a abusar de los decretos presidenciales para sortear la oposición demócrata. Lo que es peor para él: se reabrirían comisiones de investigación sobre la posible conspiración con Rusia durante las elecciones de 2016 y planearía sobre la Casa Blanca una sombra llamada 'impeachment'. Con mayoría simple de la Cámara de Representantes y dos tercios del Senado, saldría adelante. No sería factible solo con votos demócratas, pero un Partido Republicano arrasado en las 'midterms' despertaría un posible revanchismo interno hoy adormecido al son de Trump.

placeholder Votantes en un colegio electoral cercano a Las Vegas, durante las elecciones de medio mandato. (Reuters)
Votantes en un colegio electoral cercano a Las Vegas, durante las elecciones de medio mandato. (Reuters)

Noviembre rojo

A por él ha salido en tromba el Partido Republicano, arrastrado por esa fuerza de la naturaleza (y animal del 'reality show') que es Donald Trump. A por un país converso al credo machista, racista y xenófobo del 'Make America Great Again'. De quedarse con ambas cámaras, y de reforzar incluso su mayoría en ambas, el presidente dispondría de una apisonadora para allanar las aristas que todavía le presenta el paisaje, incluso dentro de su propio partido. Con la retirada tras estas elecciones de algunas voces críticas (siendo muy generoso en el calificativo), como la del actual presidente de la Cámara de Representantes, Paul Ryan, el Partido Republicano se asemejaría a un organismo de diseño norcoreano.

Este escenario significaría el triunfo rotundo de la mentira (la última contabilidad otorga 30 diarias al presidente) a lomos de los buenos datos económicos. Preguntada en uno de los mítines de Trump por qué importancia le da a sus continuas falsedades, una de sus votantes respondió al 'Huffington Post' que "no me importa si le brota una tercera polla ahí mismo". De producirse, todo un milagro anatómico y un claro síntoma del desapego por la verdad de los hechos de muchos de sus votantes.

Si los republicanos controlan las dos cámaras, el Partido Demócrata quedará muy desubicado de cara a 2020 y Trump se sentiría legitimado para insistir en su desbaratamiento del Obamacare, profundizar en sus políticas antiinmigración y seguir deshaciendo leyes medioambientales, entre otras muchas medidas imaginables (e inimaginables). Y, sobre todo, se podría dar un festín despidiendo al fiscal general Jeff Sessions (al que no perdona que se inhibiera de la investigación de la trama rusa) y, de paso, mandando a almacenar cajas en algún sótano al fiscal especial Robert Mueller, actualmente al frente de la 'caza de brujas'.

Si Donald Trump tuviera control sobre la meteorología, probablemente hubiera encargado un día de lluvia casi tropical como la que cayó en las primeras horas de votación en la costa este. A mayor cantidad, más riesgo de desmovilización y más opciones para su partido, al que, en teoría, beneficia una baja participación. Sin embargo, al mediodía del martes, en la Biblioteca Central de Arlington, Virginia, aseguraban que el ritmo de voto se asemejaba mucho a las elecciones presidenciales de 2016, alto respecto a unas 'midterms'. El goteo de votantes contrastaba con el diluvio en el exterior.