Elíseo 2017
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La 'revolución blanca' que marcará las elecciones en Francia
Hasta un 40% de los franceses votaría en blanco, una opción que el sistema electoral no contabiliza en el cómputo total. Cambiarían muchas cosas. Le Pen y Melenchon serían los más afectados
Anoche, los 11 candidatos a la presidencia francesa participaron en un intenso y algo caótico debate que trajo pocas sorpresas, y cuyo impacto en el electorado es aún incierto. Pero a 18 días de la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Francia, los sondeos ya anuncian un claro vencedor: la coalición entre el voto en blanco, la abstención y los indecisos. Estudios de opinión de diferentes empresas han dado la señal de alarma: la abstención podría llegar al 40% el 23 de abril. El voto en blanco se dispara también, a pesar de no ser contabilizado en el cómputo total, y cuatro de cada diez franceses dicen que podrían cambiar de opción en el último minuto. Si los sociólogos y politólogos tienen razón, ni la victoria de Marine Le Pen, ni la avalancha de votos hacia Emmanuel Macron, ni la eliminación de François Fillon en la primera vuelta serían ineluctables.
Para esos mismos expertos, los votantes se encuentran algo perdidos por una campaña donde los presuntos escándalos y las decisiones de los jueces han prevalecido sobre los programas electorales. Además, los ciudadanos franceses se sentirían decepcionados con las cuchilladas internas entre los 'barones' del Partido Socialista o de Los Republicanos. La irrupción del "fenómeno Macron" en la escena electoral ha despertado una expectación que se reflejan en los sondeos y en la atención de los medios, pero también genera un cierto desorden mental por el hecho de deshacer -o al menos intentarlo- las tradicional división entre derecha e izquierda.
El Partido del Voto en Blanco propone que si un 30% del electorado elige esta opción las elecciones se anulen
La elección de presidente es tradicionalmente en este país la gran fiesta electoral. Los enormes poderes que la Constitución otorga al Jefe del Estado convierten a la consulta en la favorita del público, muy por delante de las legislativas. La tasa de participación en las presidenciales supera el 80% desde 1965, con un récord del 87% en el duelo Giscard-Mitterrand de 1974. Las bajas crifras que se barajan para la participación en 2017 chocan, sin embargo, con el masivo seguimiento de la información política.
Casi diez millones de telespectadores siguieron el primer debate entre los cinco principales candidatos en la cadena privada TF1, el pasado 20 de marzo. La inversión de los medios de comunicación en la campaña es espectacular, agitada en buena parte por la competencia entre las tres cadenas de televisión 'todonoticias' nacionales.
El apasionamiento y el interés de los franceses por las elecciones se refleja también en alto porcentaje de electores que se sienten tentados de votar en blanco. Una decisión que, según Emmanuel Rivière, Director General de Opinión de Kantar Media, permite separar a los que "pasan de todo" y no votan de los que se interesan por la consulta.
La 'revolución blanca'
Según un sondeo de la empresa Ifop y el think-tank Synopsia, un 40% de votantes sería favorable al voto en blanco. El problema es que el sistema electoral no contabiliza esa opción en el cómputo total. En 2014 los legisladores acordaron separar el voto en blanco del voto nulo, pero siempre dejando fuera del cálculo de voto emitido al voto en blanco.
Reconocer el voto en blanco cambiaría muchas cosas. La primera, que el Presidente pudiera ser elegido por mayoría relativa, es decir, con menos del 50% del voto escrutado. Pero es precisamente ese "peligro de pérdida de legitimidad" de la figura del primer mandatario lo que ha frenado hasta el momento el reconocimiento de ese voto de protesta.
Reconocer el voto en blanco cambiaría muchas cosas. La primera, que el presidente pudiera ser elegido por mayoría relativa
Si el voto en blanco se hubiera contabilizado en pasadas elecciones, ni Jacques Chirac ni François Hollande hubieran superado ese 50% que según la ley actual permite acceder al Elíseo. Solo los dos de los cinco candidatos principales -el socialista Benoît Hamon y el líder de La Francia insumisa, Jean-Luc Melenchon- incluyen en sus programas el reconocimiento del voto en blanco. Según la empresa de sondeos Ifop, si esa opción fuera legitimada Le Pen y Melenchon serían los más afectados. Según los expertos de ese instituto, las opciones más radicales serían las más perjudicadas con la emigración de parte de sus votantes hacia el voto en blanco.
Esa insatisfacción con las propuestas actuales ha provocado el nacimiento de un Partido del Voto en Blanco, un movimiento ciudadano que pretende "renovar y modernizar la vida pública". Esa formación, y otros defensores de la misma causa, propone que si un 30% del electorado vota en blanco las elecciones se anulen y los partidos vuelvan a las urnas tres o cuatro meses más tarde con candidatos diferentes, y el presidente limite en el interim sus poderes a la diplomacia y a la defensa, para dejar el gobierno en manos de un gabinete técnico. Una auténtica revolución cuyos defensores pretenden incluir en una eventual revisión constitucional.
Un voto nada claro
Volviendo a la realidad del 23 de abril, la volatilidad del voto insinuado otorga algo de emoción a una escrutinio que da a Macron y Le Pen como seguros finalistas. Si en el caso de la jefa del Frente Nacional un 78% de los que aseguran que votarán por ella dicen tenerlo muy claro, no es así entre los supuestos partidarios del líder de En Marche!. Nada menos que una de cada dos personas que dicen optar por el prograna del benjamín de los candidatos reconoce que podría cambiar de actitud el día D.
En la lucha por los diplomas de consolación que pelean las dos principales formaciones de izquierda, Hamon tiene difícil pasar del quinto al cuarto puesto que ocupa Melenchon. Más de la mitad de sus votantes potenciales afirma que no lo tiene claro y deja la puerta abierta a cambiar de papaleta cuando cierre la cortinilla de la cabina de voto.
El aspirante del centro-derecha , François Fillon, tiene también la seguridad de que sus seguidores en los sondeos le serán fieles en las urnas. A esa esperanza y a lo que su equipo llama el "voto oculto" de los que no colaboran o mienten en las encuestas de opinión se agarra el candidato de Los Republicanos, que expone al electorado las cicatrices de las heridas que jueces y prensa de izquierda le han provocado -según él- durante la campaña. Se le olvida mencionar también a sus múltiples enemigos dentro de su propio partido.
Manuel Valls ha sido el último en demostrar las secuelas que dejan las primarias en los partidos franceses. Ni del voto de los camaradas se puede estar ya seguro.
Anoche, los 11 candidatos a la presidencia francesa participaron en un intenso y algo caótico debate que trajo pocas sorpresas, y cuyo impacto en el electorado es aún incierto. Pero a 18 días de la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Francia, los sondeos ya anuncian un claro vencedor: la coalición entre el voto en blanco, la abstención y los indecisos. Estudios de opinión de diferentes empresas han dado la señal de alarma: la abstención podría llegar al 40% el 23 de abril. El voto en blanco se dispara también, a pesar de no ser contabilizado en el cómputo total, y cuatro de cada diez franceses dicen que podrían cambiar de opción en el último minuto. Si los sociólogos y politólogos tienen razón, ni la victoria de Marine Le Pen, ni la avalancha de votos hacia Emmanuel Macron, ni la eliminación de François Fillon en la primera vuelta serían ineluctables.