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¿Quién mató a civiles en el referéndum? Desde luego, no soldados ucranianos
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Argemino Barro

En el frente de Ucrania

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¿Quién mató a civiles en el referéndum? Desde luego, no soldados ucranianos

En pleno referéndum de rechazo a Kiev, con carteles de "No al Fascismo" por todas partes, aparecen unos tipos enmascaradas que atacan a civiles desarmados

Hileras de flores cubren las escaleras del Ayuntamiento de Krasniarmisk. Una línea de tiza marca el lugar donde cayeron las víctimas y varios residentes toman la palabra en una manifestación para condenar los hechos. Entre ellos está Aleksandr Solanik, minero de 39 años, cuya rabia le circula bajo la piel como aceite hirviendo. Está colorado y tiene pequeños temblores bajo los ojos. El domingo votaba con su hijo de cinco años cuando escuchó ruidos fuera.

Aquella tarde, tres furgonetas y un coche aparcaron frente al ayuntamiento. Hacía sol y los vecinos decidían allí la independencia de Donétsk en el referéndum prorruso que no contó con observadores ni reconocimiento internacional. Algunos estaban dentro, otros deambulaban dispersos en la plaza de enfrente. Docena y media de hombres armados salieron de los vehículos, ocuparon el edificio, subieron a la azotea y reemplazaron la bandera de la República de Donétsk por la ucraniana.

En pleno referéndum de rechazo a Kiev, con carteles de No al Fascismo por todas partes, aparecen de la nada unos tipos enmascaradas que disparan sobre civiles desarmados

Vestían diferentes tripas, estaturas, edades, trajes de camuflaje; algunos llevaban máscara y la mayoría chaleco antibalas. La multitud, entre la que había ancianos, parejas, niños, dos o tres individuos alcoholizados, y ningún tipo de arma blanca o de fuego, se arremolinó frente a los forasteros. Los vecinos comenzaron a preguntarles de dónde venían y qué separatistas habían venido a perseguir. Hubo gritos; varias cámaras grabaron la tensión.

A las seis de la tarde salió a escena el elemento más importante de Ucrania: la confusión. Poco a poco aumentaron los chillidos y las increpaciones; los civiles se pusieron nerviosos, varios milicianos salieron del edificio y ráfagas de metralleta cortaron el aire. Algunos apuntaron hacia arriba, otros en línea recta. Tres personas fueron alcanzadas: a una le colocaron una bala en la espalda, cerca del corazón. Otra recibió un tiro en la boca que le salió por la nuca. A la tercera le destrozaron la pierna. Sólo esta sobrevivió.

¿Quiénes eran? Desde luego, no soldados ucranianos

¿Por qué Krasniarmisk? Aquí no hay milicianos prorrusos armados; es una ciudad de 70.000 habitantes con un parque central y una plaza desconchada con señoras sentadas en bancos. Pero es, viniendo desde Dnipropetróvsk, la primera ciudad de la región de Donétsk. Está cerca, conectada por una carretera en buenas condiciones, propicia para una visita rápida sin prorrusos en el camino.

¿Quiénes eran? Desde luego, no soldados ucranianos; tampoco queda claro si miembros de la improvisada Guardia Nacional. Los hechos siguen estando deshilachados (otro elemento fundamental de Ucrania: sólo vemos un pequeño porcentaje de lo que ocurre), aunque sí hay factores que manejar:

(a) Las milicias se hacen llamar Batallón Dniéper y vienen de Dnipropetróvsk, la capital de la región vecina, donde, pese a que siete de cada diez personas hablan ruso como lengua materna, predominan los sentimientos proucranianos. A diferencia de Donétsk, en Dnipropetróvsk aún reina la autoridad. Cuando acaba una manifestación, los activistas pliegan banderas y pancartas y se retiran ordenadamente a sus casas.

El oligarca Igor Kolomoisky ha sido acusado de financiar dicho batallón. Gobierna la región de Dnipropetróvsk desde marzo por gracia de Kiev. Es el tercer hombre más rico de Ucrania y posee una milicia privada

(b) El oligarca ucraniano-israelí Igor Kolomoisky ha sido acusado por medios locales de financiar dicho Batallón. Kolomoisky gobierna la región de Dnipropetróvsk desde el pasado marzo por gracia de Kiev. Es el tercer hombre más rico de Ucrania y posee una milicia privada. Hace un mes ofreció 10.000 dólares por cada miliciano prorruso capturado, y 200.000 a quienes recuperasen de manos rebeldes la sede gubernamental de Donétsk. Algunas de las furgonetas que trajeron los agresores tenían la insignia de su banco privado.

(c) Pocas horas antes del ataque, el ejército ucraniano montó un puesto de control en el acceso a Krasniarmisk. Su comandante declaró a El Confidencial no saber nada del Batallón Dniéper. Él y sus hombres, asegura, no tienen derecho a entrar en una ciudad, ni siquiera pueden parar un coche. Se limitan a echar una mano a la policía si hay problemas. Dice que la moral de las tropas es normal y la comunicación con Kiev, correcta, aunque parece a punto de sacudir la cabeza. 

El Ejército ucraniano ya es una fuerza “ocupante”

Los sucesos de las últimas semanas parecen seguir un guion escrito contra el Donbás. La Segunda Guerra Mundial ha resucitado en boca de medios y vecinos. Su fantasma encaja con la lectura prorrusa de los acontecimientos: desde este punto de vista, el Gobierno interino de Kiev es una junta militar llegada al poder tras un golpe fascista, de los mismos fascistas que ahora ocupan cuatro carteras ministeriales. El último mes no ha ayudado a matizar esta perspectiva.

La errática “operación antiterrorista” del ejército ucraniano ha matado a varios civiles en ciudades como Slaviansk o Mariupol; también está Odesa, donde 46 prorrusos murieron en un incendio provocado (según varias versiones) por los militantes proucranianos a los que se enfrentaban. Y ahora, en pleno referéndum de rechazo a Kiev, con carteles de “No al Fascismo” por todas partes, aparecen de la nada unos tipos enmascarados que disparan sobre civiles desarmados.

Hileras de flores cubren las escaleras del Ayuntamiento de Krasniarmisk. Una línea de tiza marca el lugar donde cayeron las víctimas y varios residentes toman la palabra en una manifestación para condenar los hechos. Entre ellos está Aleksandr Solanik, minero de 39 años, cuya rabia le circula bajo la piel como aceite hirviendo. Está colorado y tiene pequeños temblores bajo los ojos. El domingo votaba con su hijo de cinco años cuando escuchó ruidos fuera.

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