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Susana Arroyo

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¿Te pondrías la vacuna china?

Antes de que Araceli se convirtiera en la primera en recibir oficialmente la inyección contra el covid-19, China llevaba ya vacunando a más de un millón de personas desde el verano pasado

Foto: Varias personas esperando en una cola para vacunarse en Shanghái, China. (Reuters)
Varias personas esperando en una cola para vacunarse en Shanghái, China. (Reuters)
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Una residencia de ancianos en la calle Sigüenza en Guadalajara: el corazón me dio un salto cuando la radio anunció que sería justo ahí donde se administraría la primera vacuna contra el coronavirus en España. Conozco a la perfección ese lugar. Mis padres, ahora octogenarios, han vivido toda su vida puerta con puerta con esa residencia y crecí jugando en el parque donde antes paseaban los ancianos. La noticia se dio en diciembre del 2020 y yo (que llevaba meses de vuelta en mi casa en China después de un viaje más accidentado que el del Hindenburg) sentí por primera vez una esperanza real. La esperanza de un final a la pesadilla de la pandemia; de no pasar más días angustiada, temiendo que mis padres se contagien al otro lado del mundo sin que yo pueda ni acompañarlos.

Pero mis esperanzas, como las de todos, chocan estos días contra el muro de la lentitud de las campañas de vacunación y los problemas logísticos de los productores. Mientras nos mantenemos seguros y pacientes, esperando, muchos me preguntan estos días ¿qué está sucediendo con las vacunas chinas? Y, a continuación, ¿te pondrías tú la vacuna china?

Foto: Xi Jinping en un mensaje en vídeo para la conferencia de Davos. (EFE)

Un país, cinco vacunas en competencia

Cuando logré regresar a China en septiembre de 2020 y salí de mi mes de estricto confinamiento solitario, volver a las calles fue un 'shock' tanto mental como físico. Europa estaba entrando en su segunda ola y en España seguíamos con amenazas de confinamientos, con restricciones de reuniones y cierre de hostelería; sin embargo, China llevaba ya meses de "neonormalidad" sin focos de infecciones locales. Por eso, volver a mi casa en China no se sintió como un mero cambio de entorno, sino como meterse en una máquina del tiempo para regresar al pasado precovid: las calles y restaurantes bullían de vida, los conocidos se abrazaban, no mucha gente llevaba mascarilla por la calle y las clases eran todas presenciales. Tras meses de aislamiento social estricto, ser de nuevo empujada por alegres masas de compradores en mercados callejeros me pareció tan abrumador que tardé días en atreverme a rozar a otros.

Esa feliz normalidad se ha roto desde finales de diciembre por brotes en diferentes áreas. Así, se han vuelto a poner sobre la mesa las campañas de inmunización: ¿cuándo podremos vacunarnos masivamente en China? ¿Habrá también problemas logísticos? Y sobre todo, ¿qué vacuna usaremos? Y es que vale la pena recordar que no existe solo una vacuna china, sino que hay hasta cinco candidatas. Contamos con pocos datos publicados en revistas científicas sobre los resultados de cada una, pero puesto que la tasa de infecciones en China es tan baja, las fases finales de pruebas en humanos se han estado llevando a cabo en colaboración con países de todo el mundo y estos han anunciado sus resultados.

Sinopharm es la empresa estatal cuya vacuna (de tipo inactivada y desarrollada con el Instituto de Productos Biológicos de Pekín) se aprobó para uso general en China en diciembre. Se anunció que tenía alta efectividad, y los Emiratos Árabes Unidos y Bahréin ya han confirmado que la usarán. La misma compañía desarrolló otra vacuna con el Instituto de Productos Biológicos de Wuhan y las fases de pruebas se realizaron a la vez, pero no se han publicado resultados. La segunda empresa en liza, Sinovac, ha estado últimamente en el candelero: Turquía, Indonesia y Brasil reportaron buenos datos, pero luego Brasil rebajó la cifra de eficacia a un 50,4%. La tercera compañía en competición, CanSino, ha desarrollado por su parte una vacuna de vector viral, que fue muy pronto aprobada para uso militar, pero que sigue en últimas fases de pruebas en países como Arabia Saudí. Por último, está Anhui Zhifei Longcom, de cuya vacuna de proteína recombinante se sabe básicamente que está en fases finales de pruebas en países como Uzbekistán.

placeholder Xi Jinping. (Reuters)
Xi Jinping. (Reuters)

Mucho se ha hablado de cómo Pfizer y Moderna han acabado por tomar la delantera en la carrera del desarrollo de vacunas. Sin embargo, antes de que Araceli, en España, o Margaret, en el Reino Unido, se convirtieran en las primeras en recibir oficialmente inyecciones contra el covid-19, China llevaba ya vacunando a más de un millón de personas desde el verano pasado. En efecto, el uso de las vacunas de Sinopharm y Sinovac se había autorizado para casos de riesgo (personal médico, de aduanas, repartidores…). Pero lo sorprendente es que, dependiendo de la provincia, estos grupos de riesgo acabaron por incluir a trabajadores o estudiantes que planeaban salir del país y deseaban inmunizarse.

La diplomacia de vacunas

Del próximo 11 al 17 de febrero celebraremos el Año Nuevo Chino. Son las vacaciones más especiales en esta parte del mundo y en las que se solía producir la mayor movilización humana del planeta: la única semana en que millones de trabajadores pueden reunirse con sus familias, a veces la única oportunidad del año para ver a sus hijos. Sin embargo, ante los nuevos brotes de infecciones en varias regiones, buena parte de esos planes se están cancelando.

Por eso, de lo que se está hablando en las redes sociales locales estos días no es tanto de vacunas, sino de desincentivar los desplazamientos internos durante las vacaciones (con campañas de devolución gratis de billetes y ayudas económicas para los que se queden a pasar las celebraciones en la ciudad donde trabajan). En mi caso, la gran mayoría de mis estudiantes aprovecharon para volver a sus casas con antelación, pero el resto de mis conocidos y compañeros, desde extranjeros a locales, hemos renunciado a viajar durante los meses venideros.

Además de inmunizar a su población, China se ha embarcado en una enorme campaña diplomática de distribución de vacunas en países en desarrollo

Algunos conocidos me comentan que en sus barrios y empresas en Pekín, así como en otras zonas de alto riesgo, ya han comenzado campañas de vacunación gratuitas. Algunos de mis amigos occidentales están deseando participar, otros se sienten con dudas. En todo caso, se espera que para el Año Nuevo chino habrá 50 millones de personas inmunizadas: una cifra muy grande, pero que aun así solo supone el 3,5% de toda la población. China ha demostrado que puede construir un hospital en diez días o realizar pruebas a nueve millones de personas en poco más de una semana, pero los desafíos logísticos a los que va a tener que enfrentarse para producir vacunas eclipsan los apuros de Pfizer o AstraZeneca. Además de inmunizar a su propia población, el país se ha embarcado en una enorme campaña diplomática de distribución de vacunas en países en desarrollo.

China ha repetido que sus vacunas serán lo que llaman un bien público global y se ha unido a COVAX, una iniciativa internacional que quiere garantizar un acceso equitativo a las vacunas para todos los países. También se han firmado ya acuerdos con Filipinas, Turquía o Indonesia (aunque tras los resultados revisados de Sinovac, ha crecido el escepticismo) y se ha declarado que África disfrutará de una atención especial. Salta a la vista toda la diplomacia y campaña mediática que hay detrás de esos movimientos, pero cuando países como Canadá han acaparado hasta cinco veces el número de vacunas que necesitan por número de población los excesos del nacionalismo de vacunas se ponen en evidencia.

En mitad de los conflictos con AstraZeneca y de los problemas logísticos que amenazan con retrasar las campañas de vacunación a nivel global, la OMS está ya revisando la vacuna de Sinopharm y de Sinovac para su uso de emergencia; para marzo o incluso antes podría haber emitido un veredicto. Así pues, vale la pena hacer un ejercicio de imaginación: buena parte de las mascarillas que usamos, los equipos médicos en que confiamos e incluso tal vez los ultracongeladores en que se conservarán muchas vacunas tal vez provengan de China. Si contara con las garantías de la OMS y hubiera sido probada en miles de personas a lo largo de todo el mundo, ¿aceptarías ponerte una vacuna china?

Una residencia de ancianos en la calle Sigüenza en Guadalajara: el corazón me dio un salto cuando la radio anunció que sería justo ahí donde se administraría la primera vacuna contra el coronavirus en España. Conozco a la perfección ese lugar. Mis padres, ahora octogenarios, han vivido toda su vida puerta con puerta con esa residencia y crecí jugando en el parque donde antes paseaban los ancianos. La noticia se dio en diciembre del 2020 y yo (que llevaba meses de vuelta en mi casa en China después de un viaje más accidentado que el del Hindenburg) sentí por primera vez una esperanza real. La esperanza de un final a la pesadilla de la pandemia; de no pasar más días angustiada, temiendo que mis padres se contagien al otro lado del mundo sin que yo pueda ni acompañarlos.

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