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Feliz no-Navidad desde Asia: consumismo, decoración pop y otras eclécticas tradiciones
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Susana Arroyo

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Feliz no-Navidad desde Asia: consumismo, decoración pop y otras eclécticas tradiciones

Estas Pascuas, volveré a insistir ante familia y amigos españoles en que no. Que este año, al igual que en los últimos dos mil años, no se va a celebrar ninguna Navidad en Asia

Foto: Nochebuena en un centro comercial en Shanghái. (EFE/Alex Plavevski)
Nochebuena en un centro comercial en Shanghái. (EFE/Alex Plavevski)

“Pero entonces, el tal Jesús, ¿qué tiene que ver con la Navidad?”, me preguntaba hace unos años mi compañera de piso, oriunda de Mongolia, al tiempo que colocábamos unos adornos navideños en nuestro salón en Pekín. Desde entonces, la explicación sobre quién es “baby Jesus”, qué pintaba al lado de una mula y los otros acontecimientos relacionados con el 25 de diciembre que desembocaron en el advenimiento del turrón en nuestras mesas, se ha convertido ya en mi costumbre de no-Pascua asiática.

La Navidad, tal cual, no existe en Asia. No hay vacaciones oficiales ni cenas con cuñados, nadie tiene claro quién es María, ni se sabe hacia dónde cae Belén. Aunque sí hay días de compras, música hortera atronando en tiendas, papás noeles pegados en vitrinas y renos de peluche.

Esa Navidad pop de decoraciones y centros comerciales es lo que ha transpirado en casi toda la muy atea China, Japón, Tailandia, buena parte de Vietnam y algo de Corea del Sur (donde sí hay un buen tercio de población cristiana). Solo Filipinas, bastión del catolicismo por sacrosanta imposición colonial española, se mantiene firme en su situación de avanzadilla navideña en el Pacífico con las celebraciones más prolongadas del mundo: cuatro meses cantando villancicos, desde el 1 de septiembre hasta el 6 de enero.

Foto: Las navieras han inflado los precios de los trayectos drásticamente (Reuters/Jonathan Barrett)

La Manzana de la Navidad

Estas Pascuas, volveré a insistir ante familia y amigos españoles en que no. Que este año, al igual que en los últimos dos mil años, no se va a celebrar ninguna Navidad en Asia. Que no habrá vacaciones ni cenas. Que para la inmensa mayoría de las zonas más pobladas del planeta, casi todas de tradición budista, la Navidad cristiana es algo que se conoce por las comedias románticas y que la gente entiende tan de refilón como nosotros una cena de Acción de Gracias.

Y sin embargo, nuestra Navidad occidental no sería la misma sin Asia. Las luces que ahora decoran tu árbol, los gorros de papá noel que ves vender en tu barrio, los calcetines rojos que cuelgan de infinidad de chimeneas en los Estados Unidos y un 60% de todas las decoraciones navideñas del mundo se producen en una sola ciudad de China. A unas horas de Shanghái, Yiwu acoge miles de fábricas donde obreras veinteañeras que jamás han celebrado una Nochebuena están ahora mismo pintando, montando, cosiendo, tiñendo y empaquetando todo tipo de decoraciones de Pascua. Un negocio hijo de la globalización económica y que solo la pandemia ha venido a poner en jaque.

Foto: Así se prepara Malasia para recibir el Año de la Rata (EFE)

Ahora bien, además de negocios y rebajas en centros comerciales, la Navidad pop que se vive en Asia también tiene sus invenciones totalmente propias. Por ejemplo, en Pascuas, las fruterías chinas venden carísimas manzanas en envoltorios de lujo que la gente ofrece a los seres queridos, como nosotros nos regalamos una caja de mazapanes. Esta tradición navideña 'made in China' procede de que, en mandarín, a la 'noche de paz' de la Nochebuena ('ping an ye') se la nombra con una expresión que suena similar a 'manzana' ('ping guo'). De este modo, por juego fonético, la “Noche de Paz” se ha acabado transformando en “la Noche de la Manzana en Paz”.

El Año Nuevo cae en febrero

A muchos españoles nos cuesta asumir que en otras latitudes del planeta haya quien no sabe nada de la Navidad más allá de las compras con descuento y los jerséis con renos. Sin embargo, nos parece de lo más normal desconocerlo todo sobre la Fiesta de la Primavera china, el Tet vietnamita, el Solnal coreano, el Losar tibetano y otras festividades tan masivas como el Diwali indio o el Noruz persa.

En buena parte de Asia, es solo una vez pasadas las discretas celebraciones del 1 de enero, cuando la gran mayoría de trabajadores toma sus únicas vacaciones del año y se preparan para su gran fiesta familiar: el Año Nuevo Lunar. Son fechas de bailes y fuegos artificiales, como la Navidad son regalos y árboles de plástico con luces. Pero, por supuesto, hay mucho más detrás.

Foto: Pollos colgados en el tendedero de un vecino. (Telemadrid)

Salvo por Japón, que adaptó sus festejos al calendario gregoriano, en Asia el Año Nuevo no tiene fecha fija. El primer día del año lo marca la primera luna nueva del calendario lunar, entre el 20 de enero y el 20 de febrero, de modo que las vacaciones escolares y profesionales fluctúan de un año al siguiente. Es un sistema variable que podría parecer ineficiente, pero también nuestra Semana Santa cae cada año en la esotérica “primera luna llena después del equinoccio de primavera” y nadie deja de tomarse el festivo libre.

En 2022, el Año Nuevo Lunar se celebrará el 1 de febrero. Unos días antes, las casas se barrerán y limpiarán a fondo para sacar la mala suerte del hogar. La víspera y el día de Año Nuevo se reservarán estrictamente para celebraciones familiares que movilizarán a millones de personas y paralizarán ciudades. En esos días se intercambiarán regalos, se harán ceremonias en honor a los antepasados, se acudirá a templos y, como en cualquier reunión familiar desde que el mundo existe, se discutirá con los cuñados en torno a cantidades excesivas de comida.

Los orígenes del festival en China hablan, entre otras leyendas, de una bestia que se deleita devorando carne humana el día de Año Nuevo: para ahuyentarla, hay que echar mano del color rojo, los ruidos fuertes y el fuego. Por eso se pegan adornos de papel rojo en las puertas, se queman linternas de papel y se encienden petardos para asustar a la bestia.

Navidades y Año Nuevo Pandémico

Antes, me parecía duro vivir al otro lado del mundo y carecer de vacaciones para regresar a casa en Navidad. Ahora, me parece más agotador tener a los tuyos muy cerca y no poder hacer un pequeño viaje para ver a la familia. Antes, nos unían con Asia tradiciones que hablan de reunirse con la familia y celebrar juntos. Ahora, también nos une el miedo a dañar a los que más queremos. Ojalá que estas Navidades y Año Nuevo Lunar también nos una la esperanza de que, aquí y allá, el futuro nos depare salud y normalidad.

“Pero entonces, el tal Jesús, ¿qué tiene que ver con la Navidad?”, me preguntaba hace unos años mi compañera de piso, oriunda de Mongolia, al tiempo que colocábamos unos adornos navideños en nuestro salón en Pekín. Desde entonces, la explicación sobre quién es “baby Jesus”, qué pintaba al lado de una mula y los otros acontecimientos relacionados con el 25 de diciembre que desembocaron en el advenimiento del turrón en nuestras mesas, se ha convertido ya en mi costumbre de no-Pascua asiática.

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