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Aurora Mínguez

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Aurora Mínguez. Berlín

¿Conoce usted a Moratinos?

Si en los pasillos de la cancillería de Berlín se menciona el nombre de Miguel Ángel Moratinos, muy pocos le identificarán como el ministro de exteriores

Si en los pasillos de la cancillería de Berlín se menciona el nombre de Miguel Ángel Moratinos, muy pocos le identificarán como el ministro de exteriores de España. En cambio, el jefe de la diplomacia alemana, Frank Walter Steinmeier, lanzará una sonrisa sincera y un abrazo cordial si tiene enfrente a Alberto Navarro, el hasta ahora secretario de Estado para Europa, un fijo de todas las reuniones ministeriales y cumbres en Bruselas y en cualquier foro continental.

Alberto Navarro ha tirado la toalla, agotado de tanto esfuerzo y de tanta reunión comunitaria, y se le va a echar de menos. La embajada de Lisboa le espera. Su puesto va a ser ocupado por un hombre de partido, Diego López Garrido, miembro de la ejecutiva socialista, catedrático de Derecho Constitucional, y uno de los tres padres de la ya extinta Constitución Europea, ya que participó, junto con Josep Borrell y el todavía europarlamentario Carlos Carnero, en los trabajos de la Convención. No es, pues, una persona ajena a los asuntos europeos, pero sí es alguien que desconoce el trabajo diplomático y las sutilezas de la UE. Aprenderá, sin duda, pero tendrá que formar su propio equipo en una Secretaría que con la marcha de Navarro ha quedado un tanto desarbolada.

José Luis Rodríguez Zapatero dice que en este segundo mandato sí se va a ocupar de la política exterior. A pesar de su ausencia clamorosa en Europa en los últimos cuatro años, tiene una buena imagen basada en su política social progresista y en unos datos económicos hasta ahora envidiables. Pero España no ha tenido voz en Europa, ni ha planteado alternativas o propuestas de relieve en estos últimos cuatro años. No ha habido ni voz ni eco.

Hay quienes se preguntan en Bruselas si tenemos realmente un ministro de Asuntos Exteriores. En el ministerio, en Madrid, era público y notorio que a Moratinos le aburrían mortalmente las discusiones comunitarias, y que por eso enviaba siempre al sufrido Alberto Navarro. Ser amigo o tener una buena relación personal con Zapatero te puede hacer perdonar, eso sí, algunas ausencias. Por eso en el ministerio se daba por hecho que Moratinos continuaría.

Pero ahora parece que Zapatero quiere dar más peso político a esa Secretaría de Estado para la UE, sobre todo porque España asumirá la presidencia de la Unión en el primer semestre del 2010. En consecuencia, ha elegido para el cargo a un político experimentado, López Garrido, pero sólo en el Parlamento español y en las filas del PSOE. Por eso, primero tendrá que hacer un stage turbo en el corazón de Europa. Después, tal vez después de las elecciones al parlamento europeo, en junio del 2009, o al final de la presidencia española de la UE, en todo caso a partir de julio del 2010, López Garrido podría convertirse en el nuevo ministro de Exteriores.

Lo cierto es que Zapatero no debería dejar pasar la oportunidad de hacerse un hueco en Europa. Precisamente en este momento en el que el eje París-Berlín hace aguas, y cuando Sarkozy mira ya decididamente más hacia Londres que hacia su chère Angela.

En Europa se echa en falta un líder de izquierdas, precisamente en un momento en que la socialdemocracia sufre una crisis de identidad importante. En Alemania el SPD ha entrado en coma profundo. Apenas un 20% de los ciudadanos votarían hoy por el partido de Willy Brandt. En Francia, los socialistas aún se lamen las heridas del pasado, y en Italia nada hace pensar que Walter Veltroni, que no es socialdemócrata pero lo parece, vaya a derrotar al ave fénix berlusconiana. Zapatero, que es un hombre de suerte, podría convertirse ahora en la promesa de Europa si empieza a trabajar seriamente en ello.

" Aurora Mínguez es corresponsal de Radio Nacional de España en Berlín y premio Salvador de Madariaga. Con este artículo comienza sus colaboraciones desde la capital alemana en El Confidencial.

Si en los pasillos de la cancillería de Berlín se menciona el nombre de Miguel Ángel Moratinos, muy pocos le identificarán como el ministro de exteriores de España. En cambio, el jefe de la diplomacia alemana, Frank Walter Steinmeier, lanzará una sonrisa sincera y un abrazo cordial si tiene enfrente a Alberto Navarro, el hasta ahora secretario de Estado para Europa, un fijo de todas las reuniones ministeriales y cumbres en Bruselas y en cualquier foro continental.