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Europa, impotente frente al 'putinismo'
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Aurora Mínguez

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Aurora Mínguez. Berlín

Europa, impotente frente al 'putinismo'

 Una vez más, la Unión Europea demostrará hoy en Bruselas sus debilidades en materia diplomática. Este lunes la UE hará patente de nuevo que carece de

 

Una vez más, la Unión Europea demostrará hoy en Bruselas sus debilidades en materia diplomática. Este lunes la UE hará patente de nuevo que carece de una política exterior común y que ante una crisis internacional grave como la de Georgia no es capaz de asumir una posición única y unánime. Gran Bretaña, los países bálticos, Suecia y Polonia quieren mano dura con Moscú. Alemania, Grecia e Italia se inclinan por los paños calientes. Francia, presidente de turno de la Unión, debe tender puentes entre los socios. España y sus líderes estaban de vacaciones hasta ayer.

 

Por eso, por esta desunión inquebrantable, este primero de septiembre los 27 jefes de estado y de gobierno de la UE decidirán No imponer sanciones importantes a Rusia por su actuación en Georgia. Como tampoco las hubo por la invasión y ocupación de Chechenia, donde se han cometido y se cometen crímenes y abusos diarios contra los derechos humanos. Un buen castigo sería  suspender el primer acuerdo de asociación firmado con Moscú en 1997,o bloquear las inversiones rusas en Europa, o dejar en suspenso la cumbre bilateral prevista para  noviembre entre la Unión Europea y Rusia, pero nadie dará ese paso adelante. Hay demasiado dinero e intereses en juego, nadie quiere romper radicalmente el diálogo con Moscú y, además, la época de las calefacciones se acerca.

¿Guerra fría o paz caliente?

Y entonces, ¿qué hacer? ¿Cómo actuar frente a un Putin convertido en el gran macho de la política euroasiática? Puede decidir la Unión Europea al margen de la OTAN y los Estados Unidos, defendiendo los intereses de los ciudadanos europeos y no de los estrategas y militares transatlánticos? Y, sobre todo, ¿cómo interpretar las consecuencias de esta mini-guerra de Georgia? ¿Volvemos a la guerra fría o esto va a ser a partir de ahora una “paz caliente”?  

De momento, hay un primer mensaje desde Moscú: allí se va a practicar, pura y simplemente, real politik. Es decir, defensa de los propios intereses geoestratégicos e ignorancia de las críticas occidentales. Porque Rusia en esta era Putin no quiere ser la URSS de Gorbachov o Yeltsin. No quiere humillaciones de Occidente ni anarquía en sus dominios y alrededores. Aplicará el principio de los hechos consumados, y, si se aprietan un poco más las tuercas en el caso de Georgia, propondrá como mucho una retirada condicionada  siendo sustituídas las tropas rusas por un contingente internacional. Esto es al menos lo que declaraba el primer ministro ruso a la ARD, la primera cadena de la televisión pública alemana en la noche del viernes.

La impunidad del “putinismo”

Así pues, vuelve la “macho politik” a la rusa, y se impone lo que el intelectual polaco Adam Michnik define como el “putinismo”, que suma arrogancia política y humana con un claro desprecio a los valores democráticos, con el peligro añadido de que la conducta del Kremlin en Georgia se pueda repetir más tarde en alguna otra república caucásica o bien dirigida hacia Ucrania o Moldavia, donde también hay población rusa con ambiciones secesionistas.

Pero lo cierto es que esta chulería post-soviética también tiene sus límites. Putin puede cerrar el grifo del gas y del petróleo cuando le plazca, pero la economía y los carburantes rusos necesitan a sus clientes europeos, algunos socios y otros ahora vecinos y antes subordinados. Por otra parte, el putinismo no siempre triunfa: el presidente Medvedev y el primer ministro ruso tampoco han sido aplaudidos en ningún foro internacional por la hazaña de Georgia. Medvedev ha tenido que encajar  la humillación la semana pasada en el foro de Shanghai de ver que ni China ni Irán ni ningún país del Asia Central han aceptado la independencia de Osetia del Sur y Abjasia ,sólo reconocidas hasta ahora por Moscú. Lo cual es como decir nada.

Una nueva política energética para la UE

 

Por eso esta cumbre de Bruselas debería ser también una oportunidad para que los jefes de estado y de gobierno se pusieran a trabajar seriamente en romper la dependencia de Moscú en materia energética. Sólo siendo autónomos podremos tener autoridad moral para criticar el poderío arrogante de aquellos que gobiernan sobre un mar de petróleo y gas natural sin importarles demasiado los avales democráticos. Puede que Putin en los próximos días lance alguna señal mostrando sensatez y tendiendo de nuevo la mano amiga a Occidente. No en vano, se tiene que seguir negociando en un acuerdo de asociación estratégica con la UE, y la fecha para una nueva ronda de diálogo está fijada para los días 15 y 16 de este mes... Un castigo menor por los pecados rusos en Georgia sería el aplazamiento de esta reunión. Pero ni eso es seguro.

Porque, entre otras cosas, Europa necesita también a Putin para afrontar otros temas globales o regionales: el desafío nuclear de Irán, la guerra abierta en Afganistán contra los talibanes o la paz en Oriente Medio. Ahora, de momento, se impone reflexionar conjuntamente y, por prudencia, aplazar cualquier nueva expansión de la OTAN o la UE hacia las fronteras rusas, que pueda soliviantar de nuevo a las autoridades de Moscú. En el caso de Europa, todos los posibles nuevos ingresos en la UE (Croacia, Turquía, Ucrania, etc.) están congelados hasta que no sea ratificado el Tratado de Lisboa por todos los países comunitarios, y esto vuelve a parecer hoy día difícil por no decir improbable.

 

Vladimir Putin