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Obama y Europa liquidan su luna de miel
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Aurora Mínguez

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Aurora Mínguez. Berlín

Obama y Europa liquidan su luna de miel

Barack Obama no ha cumplido aún los primeros cien días en la Casa Blanca y ya hemos comprendido poco a poco que Europa puede seguir enamorada

Barack Obama no ha cumplido aún los primeros cien días en la Casa Blanca y ya hemos comprendido poco a poco que Europa puede seguir enamorada de él, pero que no hay correspondencia. O, al menos, no con la misma intensidad. A partir de hoy Obama va a experimentar su primer cuerpo a cuerpo, su primer enfrentamiento transatlántico. No es que los europeos del G-20 (Alemania, Francia, Italia, Gran Bretaña, Holanda, España y la presidencia checa de la UE) le estén esperando con el fusil cargado en Londres, sino que ya antes del primer desayuno de trabajo, fijado para las ocho de la mañana, están sobre la mesa las posiciones contrapuestas de unos y otros para hacer frente a la crisis financiera mundial. Estamos hablando de dos maneras básicas de ver las cosas:

 

1.- El eje compuesto por Estados Unidos, Gran Bretaña y Fondo Monetario Internacional considera que para salir de la crisis hay que gastar más dinero en nuevos planes de estímulo y paquetes para salvar bancos. Se propone emplear el 4,5% del PIB de cada país para este fin.

2.- El tándem franco-alemán, con otros socios europeos más, entre ellos España, para quienes lo urgente es una regulación mucho más estricta de los mercados que lleve consigo la eliminación de los hedge funds, una nueva evaluación de las agencias de ratings y el fin progresivo de los paraísos fiscales.

Se busca una respuesta coordinada ante la crisis, y nada sería peor que un fracaso en esta cita de Londres. Pero lo cierto es que las posiciones de partida son distantes porque hay dos conceptos de capitalismo -como poco- sobre la mesa. En el borrador del comunicado final hay huecos significativos en cuanto a nuevos gastos e inversiones a realizar en los próximos meses y hay cosas que Francia y Alemania ya han dicho que no aprueban.

Downing Street quisiera incluir una cifra de en torno a dos billones de dólares para estimular la economía mundial. Merkel y Sarkozy proponen en cambio prudencia y la táctica del wait and see: primero hay que esperar a ver cómo funcionan los planes que ya se han puesto en marcha y que, por cierto, están reduciendo a cenizas los años de disciplina fiscal impuesta por el Banco Central Europeo y el Pacto de Estabilidad. Y luego dar los pasos que sean oportunos, pero sin olvidar que hay que volver al equilibrio presupuestario lo antes posible. No es una anécdota –apuntan- que la crisis mundial surgiera del país más endeudado del planeta...

Las amenazas de Sarkozy

En París y Berlín nadie oculta la preocupación por la explosión de la deuda y el déficit público que hacen dudar de la posibilidad de los Estados para financiar servicios esenciales como la protección a los desempleados o las prometidas inversiones públicas pensadas para crear nuevos puestos de trabajo. En las horas previas a la cumbre, el posicionamiento de algunos líderes se ha radicalizado: Nicolas Sarkozy ha amenazado con levantarse de la mesa si no hay un mandato claro para acabar con los paraísos fiscales y si el documento final está lleno de vaguedades. Se quiere incluso hacer una lista de ‘paraísos fiscales’, así como de países que colaboran con el blanqueo de dinero y la fuga de capitales.

Angela Merkel hace una piña con Francia y quiere convencer también a los socios del G20 para que establezcan por ley un límite para el endeudamiento estatal. Este fin de semana la canciller en el Financial Times ya dejaba claro su escepticismo ante los resultados finales de este encuentro que se pretende histórico y decisivo. Ayer en Berlín, Merkel confesaba que acudía a Londres preocupada ante la posibilidad de que se cerraran acuerdos de puro compromiso, para salir al paso y, al tiempo, con la esperanza de que los líderes políticos estuvieran a la altura del reto y de las expectativas de los ciudadanos, aprobando y poniendo en marcha mecanismos para que no haya nunca más otro colapso financiero.

La canciller lleva años advirtiendo de los peligros de los hedge funds y de las inversiones de alto riesgo, clamando en la soledad del desierto. En Londres, dicen los economistas alemanes, no se va a enterrar por completo y por arte de magia la presente crisis, pero al menos sí se pueden poner las bases para que no surjan otras nuevas.

La City londinense lucha por su supervivencia

Hoy se van a poner, frente a frente, dos conceptos de capitalismo: Wall Street y la City de Londres, a quienes oír de controles y mecanismos de regulación producen un intenso malestar, y el Bundesbank más Trichet al frente del BCE, quienes han tenido que tragar con enormes dificultades esos planes de estímulo que hacían añicos los años de restricción fiscal y de lucha contra la inflación. En el caso de la City, hay un temor fundado a que una mayor regulación de los mercados se traduzca en el fin de esta plaza financiera. Pero de lo que se trata no es de decidirse entre un concepto u otro, sino de intentar que estas dos ‘visiones’ trabajen conjunta y paralelamente.

Si no se ponen nuevas reglas y más rigurosas a los mercados, a los movimientos de capitales y a los brokers, habrá tarde o temprano otra crisis financiera. Si los consejos de administración de las multinacionales y los bancos siguen funcionando según sus propias reglas y premiando a los más audaces, será difícil que los ciudadanos aprueben nuevos paquetes de salvamento financiados con dinero público. Pero, al mismo tiempo, si uno se concentra sólo en las regulaciones, no se producirá el necesario despegue y reactivación económica que nos hará pasar página en esta tragedia cotidiana. Dicho de otra manera, aunque los americanos estén endeudados más allá de las cejas, tendrán que seguir endeudándose porque sin ellos no hay salvación para el resto del planeta.

Europa no es una prioridad para Obama

En su bautizo de fuego europeo, Barack Obama tiene claro que no quiere hacerse enemigos en el Viejo Continente. Por eso no habrá exigencias fuertes, al menos de cara a la galería, para que los socios pongan más dinero sobre la mesa. Sí se pide un desembolso especial para ayudas a los países más pobres, una cantidad que podría rondar los 180.000 millones de euros, así como evitar nuevas medidas proteccionistas. Pero lo que preocupa a las cancillerías europeas no son sólo las exigencias de la Casa Blanca de cara a esta cumbre, sino la ‘novatez’ de Obama y su hasta ahora poco apreciable interés por Europa. Su biografía le hace más próximo a Asia y a Africa que a nosotros.

En su gabinete siguen faltando figuras claves, y  entre ellas está el responsable para Europa dentro del Ministerio de Asuntos Exteriores, Phil Gordon, cuyo nombramiento tiene que ser aún aprobado por el Senado. Varias embajadas europeas siguen esperando a sus nuevos titulares, y entre ellas una tan clave como la de Berlín. Es verdad que Washington ha puesto las bases para una nueva relación transatlántica anunciando el cierre de Guantánamo, una mayor implicación en la lucha contra el Cambio Climático (con una cumbre ya convocada para el mes de abril en los Estados Unidos) y una nueva estrategia coordinada para Afganistán y Pakistán. Pero los expertos europeos empiezan a dudar... La Obamanía que vivimos en Europa desde hace un año va a sufrir su primera reválida en los próximos días en Londres, Estrasburgo y Praga. Veremos al final si Barack Obama logra, de nuevo, enamorar a Europa.

Barack Obama no ha cumplido aún los primeros cien días en la Casa Blanca y ya hemos comprendido poco a poco que Europa puede seguir enamorada de él, pero que no hay correspondencia. O, al menos, no con la misma intensidad. A partir de hoy Obama va a experimentar su primer cuerpo a cuerpo, su primer enfrentamiento transatlántico. No es que los europeos del G-20 (Alemania, Francia, Italia, Gran Bretaña, Holanda, España y la presidencia checa de la UE) le estén esperando con el fusil cargado en Londres, sino que ya antes del primer desayuno de trabajo, fijado para las ocho de la mañana, están sobre la mesa las posiciones contrapuestas de unos y otros para hacer frente a la crisis financiera mundial. Estamos hablando de dos maneras básicas de ver las cosas: