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La vicepresidenta y la BBC
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Aurora Mínguez

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Aurora Mínguez. Berlín

La vicepresidenta y la BBC

El presidente del Gobierno español no habla idiomas. El líder de la oposición, tampoco. La vicepresidenta, tampoco. Es bastante improbable que vean y puedan apreciar la

El presidente del Gobierno español no habla idiomas. El líder de la oposición, tampoco. La vicepresidenta, tampoco. Es bastante improbable que vean y puedan apreciar la calidad de la BBC. Tampoco de la ARD y ZDF alemanas o de France 2. Y mejor que no pierdan el tiempo con la berlusconizada RAI. Pero si de vez en cuando echaran un vistazo a  BBC World, el servicio de la televisión estatal británica para el exterior que es accesible desde bastantes hogares españoles y desde cualquier ordenador, descubrirían otro mundo audiovisual al que nunca podrán parecerse las televisiones españolas, y tampoco TVE. Y menos aún con los actuales planes de Moncloa.

 

Por eso ni María Teresa Fernández de la Vega ni nadie del Gobierno debería faltar a la verdad diciendo que quieren que Televisión Española sea como la BBC. Para ello tendrían que haber copiado lo mejor de los británicos: un marco legal con una financiación clara, garantizada no sólo con un canon fijado por ley (el Royal Chapter, revisado por última vez en el año 2006 y que entró en vigor un año después), sino con la explotación comercial del emporio. Es decir, no hay publicidad, pero se vende la marca urbi et orbi. Ejemplo: la corporación BBC tiene un departamento comercial, BBC Worldwide, con 21 oficinas distribuidas en todo el mundo, con 38 canales de televisión que llegan a 285 millones de hogares, con producción propia en varias lenguas -no sólo inglés-.

Es decir, BBC Worldwide vende lo mejor de la producción interna de la casa, produce para regiones y países específicos -en los Estados Unidos, BBC América, con sede en Washington D.C.- y con eso consigue financiación extra además del impuesto que pagan los contribuyentes: 139,50 libras por domicilio (aproximadamente 175 euros) en el que haya un aparato de televisión en color; 48 libras si se trata de una tele en blanco y negro; pensionistas, parados y pobres de solemnidad, exentos.

¿Era tan difícil copiar el modelo de la BBC?

 

Nada -o bastante poco- ha hecho el equipo de José Luis Rodríguez Zapatero en los últimos cinco años que indique ese propósito de parecerse a la BBC, de corregir errores cometidos por anteriores gobiernos y de garantizar un servicio público de calidad y saneado financieramente. Más bien al contrario. Se ha entrado al trapo en la batalla de las audiencias -por esa dependencia extrema de los ingresos publicitarios, consecuencia de una precaria financiación estatal- alejándose de la lucha por preservar los objetivos propios. Se ha repetido machaconamente que en España somos más listos que en el resto de Europa, donde las televisiones públicas se financian vía impuestos directos (aquí en Alemania 215,76 euros anuales) y donde no se han producido hasta ahora revoluciones populares en contra de dicha tasa. Se ha permitido que la televisión pública sea invadida por productoras privadas que han esquilmado las cajas públicas, han bajado el nivel a la estatura chabacana de sus competidores y han intentado hacer creernos que lo público es básicamente una mezcla de Rafa Nadal, Fernando Alonso, la selección española de fútbol y 'Mira quién baila' .

En la BBC esto no hubiera pasado. Desde su creación, en 1927, ha funcionado preservando y defendiendo contra viento y marea su modelo propio, definido en un texto legal conocido como la Carta Real, el Royal Charter. En su propia página web se lee que “la BBC la pagan los impuestos de cada hogar” y que eso le permite ofrecer “una amplia gama de servicios públicos para cada ciudadano, libres de publicidad  e independiente de anunciantes, accionistas e intereses políticos”.Con esos impuestos se financian “8 canales de televisión interactivos, 10 cadenas de radio, más de 50 televisiones y radios locales, la página web y el servicio personalizado de radio y televisión, BBC iPlayer”. ¿Era tan difícil copiar este modelo, aunque fuera en dimensiones más modestas?

También Sarkozy quiso una BBC a la francesa... y se equivocó en los cálculos. Se dirá en Moncloa que desde Bruselas las presiones han sido muy fuertes y que la comisaria europea de la Competencia, Neelie Kroes, quiere que se extremen los controles sobre los fondos públicos que se destinan a las cadenas de televisión estatales. Pero también es verdad que la UER, la Unión Europea de Radiodifusión, también ha defendido a los suyos y su importante papel en el juego democrático, recordando, en un documento dirigido a la Comisión Europea que “las radiotelevisiones públicas no son como cualquier otro servicio de interés económico general” y que “cada radiotelevisión puede responder a los cambios tecnológicos y de otro tipo en la manera que mejor se ajuste a cada país”. El problema es que la respuesta que se ha hallado ha sido la del estrangulamiento, y el trato esmerado a los intereses privados en perjuicio de lo público. Es decir, el dinero que se podría destinar al beneficio de todos, se dirige a los bolsillos de unos pocos próximos al poder. Pero la crisis económica se cruzó por medio...

También el presidente francés, Nicolas Sarkozy, cuando anunció sus planes de eliminar la publicidad en las televisiones públicas de su país, France 2 y France 3, dijo que quería convertirlas en una BBC francesa, haciéndolas independientes de las audiencias y ofreciendo una programación diferente de las privadas. Admitía claramente Sarkozy que el objetivo era apoyar a las privadas, y sobre todo a TF1, que dirige su amigo Martin Bouygues, padrino de su hijo pequeño, Louis. Pero la jugada no ha salido bien. Los cálculos eran que las privadas absorberían unos 32o millones de euros procedentes de los aproximadamente 700 millones que ingresaron las teles públicas francesas en publicidad el año pasado. De momento, gracias a la crisis, los ingresos por publicidad han descendido en Francia, desde la entrada en vigor de la 'ley Sarkozy', el 1 de enero, casi un 20 por ciento. Y, hablando de copiarle ideas al presidente galo, él ya ha dejado claro que nombrará a partir de ahora personalmente al director de France Télévisions (las teles públicas), un cargo que hasta ahora era designado por el Consejo Superior de lo Audiovisual. ¿Será también ésta una idea que se copie en España?

El presidente del Gobierno español no habla idiomas. El líder de la oposición, tampoco. La vicepresidenta, tampoco. Es bastante improbable que vean y puedan apreciar la calidad de la BBC. Tampoco de la ARD y ZDF alemanas o de France 2. Y mejor que no pierdan el tiempo con la berlusconizada RAI. Pero si de vez en cuando echaran un vistazo a  BBC World, el servicio de la televisión estatal británica para el exterior que es accesible desde bastantes hogares españoles y desde cualquier ordenador, descubrirían otro mundo audiovisual al que nunca podrán parecerse las televisiones españolas, y tampoco TVE. Y menos aún con los actuales planes de Moncloa.

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