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¿Prohibir a la extrema derecha? Merkel no lo tiene claro
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Aurora Mínguez

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Aurora Mínguez

¿Prohibir a la extrema derecha? Merkel no lo tiene claro

Hoy va a tener lugar en la ciudad de Magdeburg una marcha neonazi -autorizada- en memoria de las víctimas de los bombardeos aliados durante la Segunda

Hoy va a tener lugar en la ciudad de Magdeburg una marcha neonazi -autorizada- en memoria de las víctimas de los bombardeos aliados durante la Segunda Guerra Mundial. A ella asistirán nostálgicos del Tercer Reich y simpatizantes del Partido Nacional Democrático Alemán, NPD, extrema derecha, racista y antisemita, mientras que miembros de su directiva celebrarán una reunión, también autorizada, en la capital de Sajonia Anhalt, un land que formó parte de la antigua Alemania Oriental.

Este partido, afortunadamente minoritario, existe en la RFA desde 1964, y, a pesar de su ideología antidemocrática, recibe dinero del Estado alemán (1,2 millones en el año 2010). Tiene trece diputados en los parlamentos regionales de Mecklenburgo y Sajonia Anhalt y 300 concejales. En el año 2003 se intentó ilegalizarlo, pero el asunto fracasó porque los datos aportados para dicha medida habían sido proporcionados por infiltrados policiales que ocupaban cargos de responsabilidad dentro de la cúpula del NPD. Fue un tal escándalo que las autoridades no volvieron a plantearse otra ilegalización. Hasta ahora.

Pero  lo más sorprendente del caso es que el gobierno de Angela Merkel y, sobre todo, su ministro del Interior, Hans Peter Friedrich (CSU bávara), todavía no tienen claro si conviene o no solicitar al Tribunal Constitucional de Karlsruhe que prohíba definitivamente ese partido. Se lo han pedido ya oficialmente el Bundesrat (la Cámara legislativa de los Länder) y los ministros del Interior de esos mismos Estados federados, excepto el de Hesse. Además, parece evidente que hay vínculos entre el NPD y otros grupúsculos neonazis con la serie de atentados y asesinatos racistas que tres terroristas conocidos como ‘la célula de Zelle’ han llevado a cabo a lo largo y ancho del país durante la última década.

¿Razones? Estamos en un año electoral y nadie quiere conceder protagonismo a la extrema derecha, por muy minoritaria que sea. Una ilegalización (que no sería inmediata, ya que el Constitucional tendría que hacer una revisión de todas las pruebas aportadas, y esto podría suponer que la sentencia estaría lista en un par de años) abriría de nuevo un debate sobre los neonazis y el nivel de tolerancia hacia estos partidos pequeños, pobres desde el punto de vista financiero pero con un enorme potencial de violencia y de hostilidad hacia los extranjeros o los judíos. Otros consideran que una ilegalización no eliminaría el pensamiento de extrema derecha o neonazi, e incluso podría presentar al NPD como una formación víctima, atrayendo nuevos simpatizantes o favoreciendo la creación de nuevas formaciones políticas de ideología similar.

Pero lo que resulta más sorprendente es que este partido exista desde el año 1964, que sea el más veterano de los partidos de extrema derecha en toda Europa y que, sin embargo, no se haya convertido en una gran fuerza como el Frente Nacional francés o el Bloque Flamenco belga. La respuesta puede ser que no ha echado raíces en las clases medias alemanas y que ha sabido marcar, al menos de cara al público, una distancia de seguridad con respecto al nazismo. No ha crecido con el paso de los años, ni siquiera en los años posteriores a la reunificación, y carece de un líder mediático como Jean Marie Le Pen en Francia.

Llamativo es igualmente que los propios dirigentes del NPD no rechazan el recurrir al Tribunal de Kalrsruhe para decidir sobre su legalidad. Si, como ocurrió en el primer intento, en el año 2003, el gobierno alemán fracasa de nuevo en el intento porque las pruebas no son suficientes o deficitarias, el bochorno para la canciller y su equipo sería monumental y demostraría que los servicios secretos han vuelto a fallar estrepitosamente en la vigilancia de los extremistas de derecha. Quedaría como última instancia el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, que sólo prohíbe un partido  cuando pretende hacerse con el poder a través de la violencia o con medios antidemocráticos. Tal fue el caso de Herri Batasuna en el año 2009.

Angela Merkel