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El arte alemán de dimitir
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Aurora Mínguez

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Aurora Mínguez

El arte alemán de dimitir

 ¿Se dimite más en Alemania que en otros países? Sin duda. ¿Dimiten más los políticos de credo protestante? A la vista está: hay una ética luterana

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¿Se dimite más en Alemania que en otros países? Sin duda. ¿Dimiten más los políticos de credo protestante? A la vista está: hay una ética luterana que impregna el modo de vivir de las élites de este país, y esa ética en la que el honor y el sentido del servicio están más presentes impregna también los länder católicos. Hay un elemento que hermana las dos religiones que coexisten en la República Federal: primero está la patria, luego el partido y, después, el individuo. No quiere esto decir que no haya chorizos y corruptos en este país. Pero el nivel de tolerancia de los partidos de la oposición y, sobre todo, de los ciudadanos y  de la prensa, es mucho más bajo que en España. Los periódicos, y especialmente el Bild, no perdonan si alguien comete un error serio o si se hace con dinero que no le pertenece. Si el Bild Zeitung le pone la proa a alguien, ese alguien se puede dar por acabado. La Justicia funciona, los procesos no se alargan hasta permitir que algunos delitos queden impunes y los ciudadanos tienen siempre abiertas las puertas del Tribunal Constitucional -que tiene un ritmo de trabajo realmente remarcable- , todo lo cual redunda en beneficio de la salud democrática de Alemania.

Dicho esto, ni todas las dimisiones son iguales ni todo el mundo corre igual a la hora de presentar su renuncia al cargo. Angela Merkel también tiene algún pecadillo a sus espaldas, como cuando se empeñó a mantener a su niño bonito, Karl Theodor von Guttemberg, primer ministro de Economía y luego de Defensa, a pesar de que estaba claro que había copiado su tesis doctoral. En los nueve años que Merkel lleva en el poder han dimitido dos presidentes federales, cuatro ministros y un presidente del Bundesbank. Sólo en uno de los casos -el de Hörst Köhler, Jefe del Estado y exjefe del FMI- la decisión le cogió por sorpresa. Köhler, promovido por Merkel, no se sintió suficientemente respaldado por la canciller después de haber realizado éste unas declaraciones sobre los intereses comerciales alemanes en Afganistán y dimitió, un año después de haber asumido el cargo. Su sucesor, Christian Wulff, designado igualmente por Merkel, como Köhler, también abandonó el palacio de Bellevue después de haberse confirmado su tendencia a recibir regalos y préstamos de amigos millonarios en el pasado. Fue presidente federal apenas año  y medio y su popularidad cayó en picado tras divulgarse los detalles de su afición al gorroneo.

Del resto de ministros dimitidos se puede decir que Merkel les invitó a irse a casa, pero sólo en el caso de Annette Schavan, la titular de Educación e Investigación que  abandonó su cargo ayer, lo ha hecho con auténtico dolor de corazón. Son amigas personales. Schawan, política occidental, enseñó mucho a Merkel, esa chica del Este, cuando ésta empezaba a subir escalones en la CDU; se entendían muy bien y se apreciaban mutuamente. Pero las elecciones tienen ya fecha oficial, el 22 de septiembre, y no es posible que una titular de Educación haya sido acusada por la Universidad de Düsseldorf de haber copiado una parte de su tesis doctoral escrita  hace 33 años y que siga en su despacho. Ambas sabían que Schawan se había convertido en una rémora para la reelección dela canciller.

Del resto de los dimitidos, uno fue por un bombardeo erróneo a dos tanques de gasolina en Afganistán (Franz Josef Jung, Defensa), otro por el plagio de la tesis (el ya citado von Güttemberg, Defensa), y otro por haber perdido unas elecciones regionales importantes (Röttgen, Medio Ambiente).

Aquí en Alemania, donde la ostentación de la riqueza es algo considerado de mal gusto o sólo de arribistas, sería impensable que un ministro se dejara engatusar por un banquero o por un millonario o que presumiera de ese tipo de amistades. Eso acabó con el dimitido Wulff. De la misma manera, se le da importancia a un título de Doctor o de Profesor, porque es en sí mismo un valor de distinción mucho más apreciado en medios intelectuales que la propiedad de ciertos bienes materiales. La ética y la estética son diferentes de las que imperan en el mundo de los países del sur, y las exigencias de integridad son mayores. Y esas exigencias no siempre nacen del individuo de manera espontánea, sino como reflejo de un sistema que exige responsabilidades a quienes se creen más listos que los demás y a quienes se atreven a saltarse ciertas reglas. Se sabe que hay garantías jurídicas para todos, pero se sabe también, y el ciudadano exige,  que el delito sea castigado.

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¿Se dimite más en Alemania que en otros países? Sin duda. ¿Dimiten más los políticos de credo protestante? A la vista está: hay una ética luterana que impregna el modo de vivir de las élites de este país, y esa ética en la que el honor y el sentido del servicio están más presentes impregna también los länder católicos. Hay un elemento que hermana las dos religiones que coexisten en la República Federal: primero está la patria, luego el partido y, después, el individuo. No quiere esto decir que no haya chorizos y corruptos en este país. Pero el nivel de tolerancia de los partidos de la oposición y, sobre todo, de los ciudadanos y  de la prensa, es mucho más bajo que en España. Los periódicos, y especialmente el Bild, no perdonan si alguien comete un error serio o si se hace con dinero que no le pertenece. Si el Bild Zeitung le pone la proa a alguien, ese alguien se puede dar por acabado. La Justicia funciona, los procesos no se alargan hasta permitir que algunos delitos queden impunes y los ciudadanos tienen siempre abiertas las puertas del Tribunal Constitucional -que tiene un ritmo de trabajo realmente remarcable- , todo lo cual redunda en beneficio de la salud democrática de Alemania.