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Merkel, la euroescéptica
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Aurora Mínguez

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Aurora Mínguez

Merkel, la euroescéptica

Si para ganar elecciones con una mayoría holgada hace falta hacerse euroescéptico, kein Problem, ningún problema. Y si hay que ladrarle un poco más de lo

Si para ganar elecciones con una mayoría holgada hace falta hacerse euroescéptico, kein Problem, ningún problema. Y si hay que ladrarle un poco más de lo habitual a los socios pobres del Sur, pues adelante. La canciller, con récords personales de popularidad, que no de su partido, ha decidido que quiere triunfar sola y a lo grande: es decir, con su formación política, la CDU, y los socios bávaros y sin contar con los molestos liberales, quienes van de crisis en crisis y ponen pegas a menudo a los proyectos de la mayoría. Juntos, CDU y CSU, pueden lograr, en estos momentos, un 44% de votos, y aún más si Merkel progresa adecuadamente en su giro antieuropeo.

El cambio se explica no sólo por la irrupción del nuevo partido de los euroescépticos, la Alternativa por Alemania, que podrían arañar un 4% de votos (prácticamente lo mismo que conseguirían los liberales), sino también porque el ala más conservadora de la CDU se siente cada vez más representada y apoyada por el presidente del Bundesbank, Jens Weidmann, ese exasesor de la canciller que no perdona a Mario Draghi su solidaridad con los parias del ClubMed. Y ahora que todo hace pensar que el grifo del Banco Central Europeo se va a cerrar, Weidmann y sus seguidores van a cobrar un peso extra en la estrategia electoral de la democracia cristiana alemana para machacar a los socialdemócratas de una vez por todas.

Nada de solidaridad: ahora hay que ser competitivos

A menos de tres meses de los comicios generales, Merkel, en cualquier caso, está ya en modo electoral y la primera prueba de ello la vamos a tener en el Consejo Europeo de esta semana, para el que la Cancillería Federal está ya preparando el cartel de “Abandonad toda esperanza”. “No se puede seguir mirando cuándo llega la siguiente olla del dinero -ha dicho la primera ministra alemana al presentar el programa electoral de la CDU-. Lo que hay que ver es cómo nos hacemos más competitivos”. Traducción en román paladino: se acabó de hablar de las penurias del Sur, de prometer ayuda y solidaridad, de hablar de nuevos fondos de ayuda… Se trata de hacernos competitivos en esta Europa en la que sólo se produce el diez por ciento del PIB mundial. La alternativa es que nos coman los chinos.

Con este cambio Merkel descubre lo que es su verdadera esencia: más atlantista que europea, más de ver a Europa como un área de libre mercado que tiene que prepararse para luchar e imponerse contra las economías emergentes y no como una Unión en las que los fuertes apoyan a los más débilesCon este cambio Merkel descubre lo que es su verdadera esencia: más atlantista que europea, más de ver -como su amigo Cameron- a Europa hoy en día como un área de libre mercado que tiene que prepararse para luchar e imponerse contra las economías emergentes y no como una Unión en las que los fuertes apoyan a los más débiles por un sentido de justicia e igualdad social, defendiendo unos valores comunes y una tradición insostenible llamada Estado de bienestar. Schäuble, Kohl y otros nostálgicos del concepto que concibieron Schuman y Monnet son, como ellos mismos, viejas glorias a las que hay que mandar al asilo.

En esta misma línea de ataque frontal a esa idea de Europa como una Unión solidaria en la que todos ceden poderes y soberanía a un Gobierno común, se inscribe también la actuación de Merkel de estos últimos meses: ninguneo constante de la Comisión Europea, rechazo absoluto a la idea de que el próximo presidente de la Comisión sea elegido directamente por los ciudadanos -lo que le daría una legitimidad extra y, también, más poder para enfrentarse a Berlín-, y bloqueo de cualquier avance en materia de esa unión bancaria por la que clama Mariano Rajoy.

Por todas estas razones, la Cumbre de este jueves en Bruselas va a estar muy vacía de resultados, especialmente en materia de lucha contra el empleo juvenil.  Merkel no está por hacer favores a nadie y espera ponerse las medallas ella solita la semana próxima, el 3 de julio, en Berlín, en su propia Reunión contra el Paro Juvenil en Europa, con el fin de apuntarse todavía más éxitos en su carrera para la tercera reelección. Que la crisis siga sin resolverse, que la recesión se mantenga en casi toda Europa, que Alemania tenga el sospechoso privilegio de ser el único país que crece mientras sus vecinos sudan tinta, que el desencanto de los ciudadanos hacia Europa y sus Gobiernos crezca día a día a ella le importa relativamente poco. Mucho menos desde que ha decidido, pragmática una vez más, que ahora toca ser euroescéptica.

Si para ganar elecciones con una mayoría holgada hace falta hacerse euroescéptico, kein Problem, ningún problema. Y si hay que ladrarle un poco más de lo habitual a los socios pobres del Sur, pues adelante. La canciller, con récords personales de popularidad, que no de su partido, ha decidido que quiere triunfar sola y a lo grande: es decir, con su formación política, la CDU, y los socios bávaros y sin contar con los molestos liberales, quienes van de crisis en crisis y ponen pegas a menudo a los proyectos de la mayoría. Juntos, CDU y CSU, pueden lograr, en estos momentos, un 44% de votos, y aún más si Merkel progresa adecuadamente en su giro antieuropeo.

Angela Merkel