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Hablar de justicia social está mal visto
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Aurora Mínguez

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Aurora Mínguez. Berlín

Hablar de justicia social está mal visto

No es un tema sexy ni mucho menos un trending topic. No es elegante hablar de pobreza dentro de sociedades relativamente ricas como las europeas. No

No es un tema sexy ni mucho menos un trending topic. No es elegante hablar de pobreza dentro de sociedades relativamente ricas como las europeas. No queda bien denunciar esos sistemas fiscales nada equitativos que castigan a las clases trabajadoras con nómina y que dejan escapar a las grandes fortunas. Hay que ser prudente, en medio de una campaña electoral como la alemana, para anunciar como ya ha hecho Peer Steinbrück, el candidato socialdemócrata, cambios en el IRPF que aumenten la carga fiscal del 45 al 49% en sus niveles más altos (en sus mítines, el aspirante del SPD repite una y otra vez: “No se preocupen ustedes, esa subida de impuestos me afectará a mí y a gente como yo, no a las clases medias”).  

Suena desfasado y sospechoso de izquierdismo furioso reclamar que la gente gane decentemente su sueldo, con un contrato seguro y preferiblemente indefinido, de manera que pague también sus buenos impuestos y contribuya a reducir la deuda y el gasto social del Estado. Es totalmente passé plantear que haya igualdad de oportunidades y que los hijos puedan vivir mejor que sus padres y abuelos.

Las fuerzas del neoliberalismo acechan para tirar balones fuera y para amenazar, en este caso concreto, a los alemanes: las subidas de impuestos para las clases más favorecidas (a partir de los 80.000 euros al año) supondrán 40.000 millones de euros, advierte por ejemplo el Instituto de la Economía Alemana, próximo a la Unión de Empresarios.

Los alemanes son especialmente miedosos: cuatro de cada cinco cree que la crisis va a aumentar aún más la brecha entre ricos y pobres. Un 40% teme por la cohesión social. Los ancianos, sobre todo, se preocupan mucho por su futuro, al ver que sus fondos de pensiones y sus ahorrillos no sólo no crecen, sino que retroceden con estos tipos de interés tan bajos

Los ciudadanos de la República Federal son especialmente miedosos: cuatro de cada cinco, según un estudio de la Universidad de Hohenheim, cree que la crisis va a aumentar aún más la brecha entre ricos y pobres. Un 40%, según ese mismo estudio, teme por la cohesión social. Los ancianos, sobre todo, se preocupan mucho por su futuro, al ver que sus fondos de pensiones y sus ahorrillos no sólo no crecen, sino que retroceden con estos tipos de interés tan bajos.

Merkel mira hacia otro lado

Pero también hay voces dentro del pensamiento conservador que denuncian la situación actual: en su libro Ego, Frank Schirrmacher, editor del Frankfurter Allgemeine Zeitung, afirma lo siguiente: “Soy, como todos, testigo de un modelo de pensamiento que privatiza las ganancias y socializa las pérdidas”. Dos tercios de los alemanes consideran que las diferencias sociales han aumentado durante estos últimos cuatro años de Gobierno Merkel.

El ascensor social que prometían los Gobiernos socialdemócratas en el pasado ya no funciona tan bien como antes. Quien nace en una familia pobre tiene muy difícil salir del hoyo. Según una encuesta realizada en 28 países por el Instituto de Economía Alemana de Colonia, en cuestiones de igualdad de oportunidades la República Federal no tiene motivos para estar satisfecha: se encuentra en el número 14, detrás de Rumanía y Eslovenia.

En esta campaña electoral, Merkel mira hacia otro lado en materia de justicia social. No es su tema favorito, y ella tiene en la mente sobre todo las cifras macroeconómicas. “Nos va bien -decía en el duelo televisivo de este domingo-. Mejor que antes y, aunque hay problemas, somos un motor de crecimiento y de estabilidad. (...) Queremos mantener los puestos de trabajo, que peligran con la subida de impuestos prometida por los socialdemócratas”. Fue el único momento en que Merkel se puso en plan populista.

Ayer, el premio Nobel Günter Grass decía lo siguiente durante la presentación del libro ¿Qué habría dicho Bebel al respecto?: “Sería bueno que la canciller hablara más y más en profundidad con los ciudadanos de la calle, que se manchara los zapatos caminando por las ciudades”. La gente es consciente de que la sociedad que está naciendo es cada vez más injusta y tiene miedo de perder lo que ha conseguido, poco o mucho. Angela Merkel juega con esos miedos prometiendo más de lo mismo o, al menos, no ir a peor. Los socialistas prometen sangre, sudor y subida de impuestos para intentar hacer una sociedad más justa. ¿Qué habría dicho August Bebel, el padre del socialismo, hoy en día? “Krieg den Palästen, Friede den Hütten”. Guerra a los palacios, paz a las cabañas. Es una idea.

No es un tema sexy ni mucho menos un trending topic. No es elegante hablar de pobreza dentro de sociedades relativamente ricas como las europeas. No queda bien denunciar esos sistemas fiscales nada equitativos que castigan a las clases trabajadoras con nómina y que dejan escapar a las grandes fortunas. Hay que ser prudente, en medio de una campaña electoral como la alemana, para anunciar como ya ha hecho Peer Steinbrück, el candidato socialdemócrata, cambios en el IRPF que aumenten la carga fiscal del 45 al 49% en sus niveles más altos (en sus mítines, el aspirante del SPD repite una y otra vez: “No se preocupen ustedes, esa subida de impuestos me afectará a mí y a gente como yo, no a las clases medias”).  

Angela Merkel