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Afganistán, toda una humillación para la 'relación especial' UK-USA
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Celia Maza (La Isla)

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Afganistán, toda una humillación para la 'relación especial' UK-USA

La política exterior de Downing Street se ha visto sacudida por la crisis y ha obligado al primer ministro británico a tragarse las tensiones del Brexit y hablar con París, entre otros

Foto: Joe Biden (d) y Boris Johnson durante la cumbre del G7 en junio. (Reuters)
Joe Biden (d) y Boris Johnson durante la cumbre del G7 en junio. (Reuters)

Cuando George W. Bush se dirigió al Congreso estadounidense tras los atentados del 11-S, el entonces primer ministro británico Tony Blair se encontraba en las gradas de público. Aplaudió fervientemente cada una de las palabras del discurso. El que fuera líder laborista siempre ha sido un gran defensor de la 'relación especial' entre el Reino Unido y los Estados Unidos. Sibilino, supo pasar de su cálido abrazo con el liberal Bill Clinton al cristiano conservador, George W. Bush. Y no dudó en aceptar las peticiones de Washington para la invasión de Irak.

Después de dejar su cargo en 2007, ha mantenido la misma posición durante la etapa de Barack Obama e incluso de Donald Trump. Pero ahora no le ha temblado la voz al decir públicamente que la retirada de tropas norteamericana de Afganistán ha sido una “imbecilidad”. No es que haya llamado directamente a Joe Biden imbécil, pero así lo han recogido los titulares. Y Blair no es lo que se dice un novato en tratar con la prensa.

Foto: Foto de archivo de Boris Johnson y Donald Trump. (Reuters)

Blair está ya retirado y puede decir lo que quiera. Boris Johnson, como primer ministro, no puede hacer lo mismo. De ninguna manera. No es así como funciona la 'relación especial'. Aunque, según los rotativos, circulan informes —por supuesto negados por Downing Street— de que la expresión que ha utilizado ante la gestión de Biden con la escalada talibana no ha sido muy distinta.

Una relación no tan especial

En su papel como presidente de turno del G7, Johnson liderará este martes una reunión virtual de las siete democracias más ricas del mundo y pedirá al presidente norteamericano extender la fecha de retirada de tropas a fin de continuar con los vuelos para evacuar a la mayor cantidad de gente posible. En Londres, nadie lo va a reconocer de manera oficial, pero la crisis afgana ha evidenciado, una vez más, que la supuesta 'relación especial' con Washington no es como la venden los británicos.

Estados Unidos ha actuado de manera unilateral. Mejor dicho, Biden ha actuado de manera unilateral, sin importarle lo más mínimo las advertencias —“enérgicas”, se llega a decir en determinados círculos— que el Gobierno británico ofrecía ya desde principios de año. Por no escuchar, el presidente norteamericano no ha escuchado ni siquiera a sus propios servicios de inteligencia.

En febrero, un grupo compuesto por los principales expertos de Estados Unidos sobre la política y la historia del conflicto afgano entregó un informe al Congreso donde recomendaba mantener a las tropas estadounidenses y de la OTAN en el país para ayudar a garantizar que el Gobierno afgano y los talibanes llegaran a un acuerdo de paz. Se advertía que “una retirada no solo dejaría a Estados Unidos más vulnerable a las amenazas terroristas”, sino que también “tendría efectos catastróficos en Afganistán y la región”.

Foto: Joe Biden abrió la puerta a ampliar el periodo para evacuaciones al que se niegan los talibanes. (EFE)

Cierto es que ha habido momentos cruciales en la historia en los que los consejos de los expertos estaban equivocados y los instintos del presidente resultaron correctos. John Kennedy rechazó atacar a Cuba, como le aconsejaban sus asesores militares, durante la crisis de los misiles con la Unión Soviética en 1962. Pero con Biden está claro que su decisión ha sido un error catastrófico.

Downing Street niega ahora que exista cualquier tensión entre Johnson y Biden, pero la política exterior del Reino Unido, que depende en gran medida de Estados Unidos, se ha visto sacudida por la crisis y ha obligado ahora al primer ministro británico a cortejar a otras capitales, como París. Las relaciones entre Londres y París atravesaban este verano uno de los momentos más fríos desde los acuerdos de la 'entente cordiale' de 1904. Estaba claro que entre Emmanuel Macron, que ha basado su mandato en un profundo europeísmo, y Johnson, que llegó al Número 10 sobre la base de un rechazo absoluto al proyecto europeo, iban a existir fricciones. El Brexit las acentuó como nunca. Pero en materia de Defensa, la colaboración entre el Reino Unido y Francia siempre ha sido de lo más estrecha.

Foto: Josep Borrell, jefe de la diplomacia europea. (EFE)

En este sentido, Johnson está trabajando con Macron en una resolución que podría ganar el apoyo de Rusia y China en la reunión que esperan celebrar esta semana los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU para tratar cuestiones como la lucha contra el terrorismo, la ayuda humanitaria y los términos en los que el mundo debe relacionarse ahora con el futuro Gobierno talibán. Downing Street tiene ya asumido que, tras la retirada de los Estados Unidos, Moscú y Pekín son ahora actores clave en la región.

Durante toda la vida, el Reino Unido ha puesto todos los huevos en una sola canasta, la de Estados Unidos. Pero, si tras el Brexit quiere desempeñar un papel importante militarmente, necesita recalibrar la balanza con los aliados europeos. Damian Green, un exministro del Gabinete conservador, señala que, si Londres y los países de la UE en la OTAN quieren seguir siendo actores clave, “tienen que trabajar juntos para desarrollar una capacidad que no les haga depender de la presencia estadounidense”. “Cuanto antes comencemos por este camino, mejor”, recalca. Pero no es tan fácil. La idea de que las fuerzas armadas británicas podrían haber entrado en masa ahora en Afganistán para llenar el vacío dejado por una retirada estadounidense no es realista. A Johnson no le quedaba más remedio que abandonar también el barco.

Algunos rotativos sugieren que no se habría llegado a esta situación durante el supuesto apogeo de la 'relación especial' con Ronald Reagan en la Casa Blanca y Margaret Thatcher en Downing Street. Pero la verdad es que habría sucedido exactamente lo mismo. Recuerden la invasión de la isla caribeña de Granada en 1983. En plena Guerra Fría, los Estados Unidos y varias otras naciones caribeñas desplegaron sus tropas en respuesta al golpe de Estado perpetrado por Hudson Austin y su alianza militar cubano-soviética.

Foto: Talibanes en Kandahar. (EFE)

Thatcher no cabía en su furia. Reagan no se molestó en darle ningún tipo de advertencia, a pesar de que Granada era miembro de la Commonwealth. Fue humillante. En el debate en la Cámara de los Comunes, el entonces portavoz de Exteriores de la oposición laborista, Denis Healey, dijo al ministro responsable de la cartera Geoffrey Howe: "Cuando Estados Unidos dice que hay que saltar, él contesta, ¿desde qué altura?". Y la frase se ha quedado para la posteridad.

Como la invasión de Granada hay otros ejemplos. La Ley de Préstamo y Arrendamiento de 1941 se inclinó enormemente a favor de Estados Unidos cuando Churchill pagó un alto precio por comprar buques de guerra estadounidenses aplastados. En la crisis de Suez, Estados Unidos amenazó con llevar al Reino Unido a la bancarrota si continuaba con la aventura militar con Francia e Israel en Egipto.

En definitiva, no importa si el presidente de la Casa Blanca es republicano o demócrata; si los británicos gastan en Defensa más o menos en proporción a su PIB…, en la supuesta 'relación especial' Washington, siempre siempre siempre lleva la voz cantante. Y quizá Londres tenga que aprender ahora a jugar mejor sus cartas.

Cuando George W. Bush se dirigió al Congreso estadounidense tras los atentados del 11-S, el entonces primer ministro británico Tony Blair se encontraba en las gradas de público. Aplaudió fervientemente cada una de las palabras del discurso. El que fuera líder laborista siempre ha sido un gran defensor de la 'relación especial' entre el Reino Unido y los Estados Unidos. Sibilino, supo pasar de su cálido abrazo con el liberal Bill Clinton al cristiano conservador, George W. Bush. Y no dudó en aceptar las peticiones de Washington para la invasión de Irak.

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