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El día en que Biden llamó a Boris por su nombre de pila en lugar de 'amigo'
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Celia Maza (La Isla)

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El día en que Biden llamó a Boris por su nombre de pila en lugar de 'amigo'

Los mandatarios se dan cita este martes por primera vez en la Casa Blanca. Detrás de la cálida retórica está la gran pregunta: ¿en qué punto se encuentra la "relación especial" entre ambos países?

Foto: El presidente estadounidense Joe Biden y Boris Johnson (EFE)
El presidente estadounidense Joe Biden y Boris Johnson (EFE)

Cuando Reino Unido, Estados Unidos y Australia anunciaron la semana pasada el histórico acuerdo de Defensa en el Indo-Pacífico, algunos analistas matizaron que la “única nota de preocupación” fue que mientras Joe Biden se dirigió al primer ministro británico tan solo como “Boris”, con el mandatario australiano se mostró mucho más cálido, llamándole incluso “amigo”. Algunos consideran que la administración norteamericana aún no ha perdonado al líder 'tory' llamar en su día a Obama “presidente medio keniata” cuando la Casa Blanca decidió quitar el busto de Churchill.

Claro que la botella también puede verse medio llena. La prensa conservadora interpreta como “todo un triunfo” que Biden recordara el nombre del inquilino de Downing Street mientras que a Scott Morrison le llamara “el tipo de ahí abajo”.

La cuestión es que la relación personal y política entre Johnson y Biden siempre lleva signos de interrogación. Ambos se reunirán este martes, por primera vez, en la Casa Blanca aprovechando el viaje que el británico ha realizado a Estados Unidos para participar en la Asamblea General de la ONU.

Foto: El presidente francés, Emmanuel Macron, durante su visita a Irlanda en agosto. (Getty)

Los políticos no han intercambiado nunca críticas ni animosidad en público y no se espera que ahora vaya a ser una excepción. Pero detrás de la cálida retórica y los apretones de manos, está la gran pregunta: ¿en qué momento se encuentra la "relación especial" entre ambos países?

El viaje tiene lugar tras la retirada caótica de las tropas occidentales en Afganistán, una decisión tomada unilateralmente por Biden y que los ministros y generales británicos han criticado abiertamente después de que los talibanes irrumpieran en Kabul. Durante la operación hubo constantes quejas de fuentes británicas sobre que no se les mantuvo informadas de las intenciones tácticas de Washington, y Londres mostró también su decepción tras fracasar por negativa norteamericana su intento retrasar la retirada más allá de agosto a fin de evacuar al mayor número de personas posibles.

No obstante, el hecho de que en las últimas horas Estados Unidos haya anunciado que, a partir de noviembre, se permitirá la entrada en el país -por primera vez desde marzo 2020- de británicos y comunitarios con la pauta completa de vacunación, ha cambiado considerablemente los ánimos.

Foto: Aeropuerto de Los Ángeles (EFE)

Y, sin duda alguna, el acuerdo de Defensa Aukus marca también un punto de inflexión. Mientras que las relaciones entre París y Washington se hunden a su punto más bajo en décadas, Londres se ha convertido en ganador de una alianza de seguridad marítima que ha sembrado la ira y las recriminaciones en tres continentes. El histórico pacto para desplegar submarinos de propulsión nuclear en el Pacífico, ha llevado a Canberra a cancelar un acuerdo de 66.000 millones de dólares por submarinos diesel-eléctricos con Francia, lo que ha provocado la furia en el Palacio del Eliseo… en paralelo a la tranquila satisfacción de Downing Street.

Para Boris se trata de su primera victoria tangible en su particular campaña para convertir al Reino Unido pos Brexit en un actor clave en el tablero geopolítico. La 'Global Britain' que los euroescépticos defienden tras su salida de la UE parecía más un eslogan publicitario que una política exterior coherente. Sin embargo, el Aukus confirma el estatus de Londres como potencia militar con experiencia nuclear, así como un aliado en el que Washington puede confiar.

No en vano, Downing Street también ha desplegado un portaaviones para ayudar a los Estados Unidos a vigilar a China en el Mar del Sur de China, donde Pekín está llevando a cabo sus propias ambiciones imperiales mediante la construcción de una cadena de instalaciones militares.

Foto: Barcos chinos en el Mar del Sur. (Reuters)

Para su viaje a Estados Unidos, Boris está además acompañado por su nueva ministra de Exteriores, Liz Truss, una atlantista convencida y, como Biden, una política que quiere marcar distancias con el régimen del régimen de Xi Jinping. No obstante, los estrechos vínculos de la nueva responsable de la diplomacia británica con los 'think tanks' estadounidenses del libre mercado significan que su política interna es dramáticamente diferente a la del presidente estadounidense.

En los últimos meses, Truss ha sido la encargada de cerrar nuevos acuerdos comerciales en Reino Unido post Brexit con, entre otros, Japón o Australia. Pero con Estados Unidos ni hay aún pacto, ni hay ningún atisbo de que vaya a cerrarse a corto o medio plazo.

Cuando hace dos años, Boris realizó su primer viaje al extranjero convertido en inquilino de Downing Street a la cumbre del G7 de Biarritz, había esperanzas en que el entusiasmo que Donald Trump mostraba hacia el hombre que llamó “Trump de Gran Bretaña” allanaría el camino para un rápido acuerdo. De camino a Francia, el 'premier' se pasó todo el viaje explicando a los periodistas las exportaciones que podrían venderse más fácilmente al otro lado del Atlántico. Desde pasteles de cerdo hasta platos de ducha. Pero la victoria de Biden lo cambió todo.

Foto: Imagen de archivo de una protesta contra los pollos clorados. (Reuters)

El demócrata nunca ha ocultado su oposición a que Reino Unido abandonara la UE. El día en el que se supo el triunfo del Brexit en junio de 2016, él estaba en Irlanda de viaje oficial y dejó en claro su pesar por la decisión que había tomado el pueblo británico.

Y a día de hoy, no hay duda de que Washington está en una posición muy diferente a Londres respecto al Protocolo de Irlanda del Norte, que exige controles aduaneros sobre las mercancías que viajan desde Gran Bretaña a Irlanda del Norte para mantener abierta la frontera terrestre irlandesa. El gobierno de Johnson cree que tiene derecho a alejarse de estos compromisos y amenaza con hacerlo debido al impacto que tiene al socavar la integridad del Reino Unido. Pero la administración norteamericana quiere que el Gobierno británico cumpla a raja tabla lo que pactó con Bruselas.

En este sentido, en Downing Street existe frustración real porque Biden siempre se pone de parte de Dublín. En repetidas ocasiones, la administración norteamericana ya ha advertido que si no se cumple el Protocolo de Irlanda, habrá “consecuencias” en la “relación especial”.

Por otra parte, está el cambio climático. Tras la victoria de Biden, el Número 10 identificó esta cuestión como la que podría establecer vínculos con la Casa Blanca, dado que la COP26, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, se celebrará en Glasgow el próximo mes de noviembre. Pero incluso en este asunto existen diferencias.

Foto: El primer ministro británico, Boris Johnson (Reuters)

En Londres hay inquietud por el hecho de que Estados Unidos aún no se haya comprometido con el objetivo emblemático del fondo de los 100.000 millones de dólares para ayudar a los países en desarrollo. Sin fondo, la cumbre termina sin pacto. Y sin pacto, Boris se queda sin victoria como anfitrión.

En definitiva, Biden no es Trump. En este último año, no han habido tuits incendiarios a los que reaccionar, aranceles sobre los productos del Reino Unido o polémicas diplomáticas. Pero existe ahora un nuevo conjunto de complejidades. Con Boris y Joe, la relación personal y política no acaba de quitarse los signos de interrogación.

Cuando Reino Unido, Estados Unidos y Australia anunciaron la semana pasada el histórico acuerdo de Defensa en el Indo-Pacífico, algunos analistas matizaron que la “única nota de preocupación” fue que mientras Joe Biden se dirigió al primer ministro británico tan solo como “Boris”, con el mandatario australiano se mostró mucho más cálido, llamándole incluso “amigo”. Algunos consideran que la administración norteamericana aún no ha perdonado al líder 'tory' llamar en su día a Obama “presidente medio keniata” cuando la Casa Blanca decidió quitar el busto de Churchill.

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