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COP26: Boris, el nuevo predicador de causa verde. ¿Hasta cuándo durará su conversión?
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Celia Maza (La Isla)

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COP26: Boris, el nuevo predicador de causa verde. ¿Hasta cuándo durará su conversión?

Las generaciones futuras disfrutarán de las recompensas de las buenas políticas climáticas. Pero los sacrificios los deben realizar los votantes actuales

Foto: Boris Johnson durante una reunión de Consejo de Seguridad de la ONU sobre el cambio climático. (EFE)
Boris Johnson durante una reunión de Consejo de Seguridad de la ONU sobre el cambio climático. (EFE)

Boris Johnson se ha convertido en el nuevo predicador de la causa verde. Es lo que toca. El 'premier' es el anfitrión de la cumbre del clima de la ONU que dará comienzo a finales de esta semana en Glasgow. Está considerada como la cita más importante desde el Acuerdo de París, de 2015. Pero las perspectivas no son buenas. No estarán ni Xi Jinping ni Vladimir Putin; una docena de países —entre Arabia Saudita, Japón y Australia— están presionando para minimizar la necesidad de alejarse rápidamente de los combustibles fósiles; y la propia UE no se pone de acuerdo respecto a las centrales nucleares. Downing Street, sin embargo, tendrá que hacer malabares para vender algún tipo de triunfo porque están en juego las credenciales diplomáticas de la nueva Global Britain pos-Brexit.

La cuestión es hasta cuándo va a durar esta reciente conversión. Porque en la religión climática, Boris era hasta hace poco más bien ateo. En su época como parlamentario rebelde, mientras preparaba su camino para ser líder del Partido Conservador, cuestionó el consenso científico, calificó como teorías 'descabelladas' las manchas solares y despreció los parques eólicos. Era lo que tocaba.

Foto: Una estatua de Boris Johnson manchada de petróleo exhibida durante una protesta de Greenpeace en Londres. (Reuters)

En su defensa, el 'premier' ha declarado que “la gente cambia de opinión”. El problema es que en su caso los cambios son demasiado habituales porque lo único que le mueve es su propio beneficio personal. Recordemos que no eligió un bando en la campaña del Brexit hasta febrero de 2016, tan solo cuatro meses antes del referéndum. Por lo tanto, respecto a la contribución del Reino Unido a las reducciones de emisiones, no importa tanto su reciente conversión, sino las fuerzas que podrían mantenerlo en la causa o alejarlo de ella. Y, siendo sinceros, los presagios no son buenos.

Está claro que ahora toca ser verde. Downing Street ha presentado un plan de emisiones cero con el que aspira a atraer más de 105.000 millones de euros de inversiones y crear 440.000 empleos en la próxima década. Para la descarbonización en los edificios, a partir del próximo año, los británicos podrán pedir subsidios de hasta 5.800 euros para cambiar los viejos calentadores de gas por bombas de calor, que tienen hoy por hoy un coste hasta tres veces superior. El mundo entero está pendiente de la COP26. Pero ¿qué va a pasar después de la cumbre?

Cuando la política de Westminster se reanude, Boris volverá a centrarse en citas más inmediatas que el año 2050, cuando se supone que el Reino Unido debe alcanzar la neutralidad de carbono. O que 2035, momento en el que se supone que los combustibles fósiles deberían haber sido eliminados de la generación de electricidad. Incluso el año 2030, cuando todos los coches nuevos vendidos deberían ser eléctricos, parecerá un futuro muy lejano. La única cita que importará será mayo de 2024, cuando están previstas las próximas elecciones generales. Y, entre tanto, el primer ministro es vulnerable a la distracción de noticias y sondeos de opinión.

Boris no es el único cortoplacista

Pero no es un problema exclusivo del inquilino del Número 10. Las generaciones futuras son las que disfrutarán de las recompensas de las buenas políticas climáticas o sufrirán las consecuencias de no aplicarlas. Pero los sacrificios los tienen que realizar los votantes actuales. Y esta no es una apuesta atractiva ni fácil de vender para la mayoría de los políticos.

En el Partido Conservador británico, además, existe un grupo de diputados rebeldes que no va a poner fáciles las cosas a medida que los proyectos de ley para una transición verde comiencen a debatirse en la Cámara de los Comunes. Boris conoce muy bien a su cabecilla. Se trata del euroescéptico Steve Baker, el mismo que en su día hizo la vida imposible a Theresa May con el Brexit.

Foto: Greta Thunberg, en el Parlamento Europeo. Foto:REUTERS Yves Herman File Photo

No es que los rebeldes sean un grupo de escépticos ante el cambio climático. Su argumento se expresa más bien en términos de valor económico y equidad. A su modo de ver, la neutralidad de carbono es un servicio de lujo, y el Gobierno no debería pagar por ella a costa de las familias comunes y corrientes, que probablemente se verán exprimidas en los próximos meses debido a la inflación. En cualquier caso, la mayoría de los conservadores británicos no tienen esa pulsión negacionista que ha capturado a los republicanos estadounidenses.

Los expertos consideran que la política climática, de alguna manera, sigue siendo una causa que solo puede ser sagrada para uno de los bandos del espectro político. La derecha considera que reducir las emisiones de carbono es una artimaña de la izquierda para asfixiar los mercados y, por lo tanto, adopta una postura beligerante contra la regulación. Por su parte, la izquierda denuncia esa posición como prueba de que el verdadero obstáculo al progreso es el capitalismo, que parece reivindicar la resistencia de la derecha.

En el centro —tan defenestrado estos días—, se podría pasar de una economía sucia a una limpia mediante una combinación de intervención estatal e innovación del sector privado. Este es, de hecho, el enfoque que adopta la estrategia 'cero neto' de Boris. Pero una cosa es a lo que hoy se compromete y otra lo que luego hace. Ahí está el Protocolo de Irlanda que firmó con el Brexit. En definitiva, no hace mucho era un escéptico. Hoy es un evangelista de la causa verde. Porque es lo que toca. Veremos por cuánto tiempo. Si el viento deja de soplar a su favor, siempre podrá defender aquello de que “la gente cambia de opinión”.

Boris Johnson se ha convertido en el nuevo predicador de la causa verde. Es lo que toca. El 'premier' es el anfitrión de la cumbre del clima de la ONU que dará comienzo a finales de esta semana en Glasgow. Está considerada como la cita más importante desde el Acuerdo de París, de 2015. Pero las perspectivas no son buenas. No estarán ni Xi Jinping ni Vladimir Putin; una docena de países —entre Arabia Saudita, Japón y Australia— están presionando para minimizar la necesidad de alejarse rápidamente de los combustibles fósiles; y la propia UE no se pone de acuerdo respecto a las centrales nucleares. Downing Street, sin embargo, tendrá que hacer malabares para vender algún tipo de triunfo porque están en juego las credenciales diplomáticas de la nueva Global Britain pos-Brexit.

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