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No cancelen ustedes sus fiestas: Boris pasa del consejo científico ante ómicron
Con la nueva cepa, Downing Street está haciendo exactamente lo que hizo con las anteriores: jugarse todo en los dados a la campaña de vacunación. No contempla restricciones
Boris Johnson no tiene la más mínima intención de cancelar su agenda para las próximas semanas. El primer ministro británico ha dejado muy claro que acudirá a todas las recepciones y cenas prenavideñas ignorando así, sin ningún pudor, las advertencias de la directora de la Agencia de Seguridad Sanitaria de Reino Unido, Jenny Harries. La experta ha sugerido a los ciudadanos reducir su vida social, aunque solo sea un poco, a medida que aumentan los temores de que las vacunas existentes sean menos efectivas contra la variante ómicron. Pero Downing Street se muestra tajante: “[Harries] aconseja al Gobierno, pero no es el Gobierno”.
El 'show must go on'
Al parecer, Johnson tampoco canceló las celebraciones el año pasado. Según Daily Mirror, mientras el país se encontraba en su segundo confinamiento, el `premier´ celebró, al menos, dos fiestas en su residencia oficial: una en noviembre y otra el 18 de diciembre. A esta última no acudió y al día siguiente pidió a la gente que se quedara en casa. Él defiende que “se siguieron completamente todas las directrices”. Me van a contar ustedes cómo, si en aquel momento en Londres no estaba permitido mezclarse en el interior con nadie que no fuera tu propia casa o burbuja de apoyo. Quizá Boris tenga una extensa burbuja de apoyo.
Mientras muchas empresas están cancelando por precaución las reuniones sociales -entre ellas Google o la propia BBC-, el mensaje que se lanza desde el Gobierno es 'show must go on'. Háganse si quieren un test lateral ante de la fiesta, pero diviértanse.
Nadie descarta que el Ejecutivo cambie de opinión en los próximos días o incluso en las próximas horas. Viene siendo ya la tónica general en Número 10: solo en las últimas tres semanas Boris ha dado volantazos respecto al tren de alta velocidad, ayudas a pensionistas o apoyos a diputados acusados de corrupción.
Con la nueva mutación, Downing Street está haciendo exactamente lo que hizo con las anteriores: jugarse todo en los dados a la campaña de vacunación. Reino Unido —que en diciembre de 2020 se convirtió en el primer país del mundo en aprobar la vacuna Pfizer/ BioNTech— nadó desde el principio a contracorriente y tomó la decisión de recomendar un intervalo de 12 semanas entre la primera dosis y la segunda en lugar de las cuatro que recomendaban los fabricantes. Siempre prefirió tener a muchas personas con al menos una dosis antes que a pocas con la pauta completa.
El plan B es el plan V
Y ahora vuelve a innovar al convertirse en el primer país del mundo en reducir el intervalo entre la segunda dosis y la de refuerzo a tres meses. A partir de enero, se comenzará a suministrar a los adultos de entre 18 y 39 años (a los mayores de 40 ya se les está ofreciendo) y el Ejército ayudará en las tareas. Israel (el primer país en dar luz verde a una campaña de refuerzo) tiene una espera entre la última dosis y la nueva de cinco meses, mientras que los ciudadanos de EEUU y la UE tienen que dejar seis meses entre una y otra.
El Gobierno británico comprará 114 millones de dosis más de Pfizer y Moderna (el paquete incluye posibles versiones actualizadas si las actuales no funcionan ante las nuevas variantes) a fin de poder ofrecer incluso dos dosis de refuerzo a la población si fuera necesario.
En definitiva, vacunas, vacunas y vacunas. En Reino Unido, culturalmente, las libertades civiles son sagradas, más aún con un Gobierno conservador. Por lo que las restricciones sociales se dejan solo para casos extremos. En el Partido Conservador hay, además, un núcleo duro de diputados que forman parte del Covid Recovery Group, que amenaza con rebeliones si Johnson se sale del guion. Y, francamente, tras semanas enlazando error tras error y discursos estrambóticos sobre Peppa Pig, el 'premier' no está ahora para poner su liderazgo a prueba.
El portavoz del Número 10 también ha especificado que el Ejecutivo no está contemplando la activación del plan B a menos que los hospitales muestren signos de estar saturados. Lo cierto es que nadie sabe muy bien en qué consiste este plan. En su momento, fue anunciado como una salvaguarda por si la pandemia empeoraba. Pero nunca se ha llegado a especificar el escenario que tendría que alcanzarse para pulsar el botón rojo. Y, más allá de pedir a la gente que volviera a trabajar desde casa y exigir el pasaporte covid para entrar en los sitios de ocio, no hay más detalles.
Los casos registrados en Reino Unido de la nueva variante ya superan la treintena. Pero, de momento, las únicas medidas que se han implantado son PCR para los pasajeros que lleguen al país —que deben autoaislarse hasta tener los resultados—, confinamiento para los que han estado con un positivo ómicron y el uso obligatorio de mascarillas en transporte público y tiendas. Sé que causa microinfartos cada vez que lo comento, pero en Reino Unido, ni siquiera en los peores picos de la crisis sanitaria, ha sido obligatorio el uso de mascarillas en la calle. En principio, las medidas para viajes se revisarán el 18 de diciembre. Aunque el Ejecutivo ya ha adelantado que no durarán “ni un minuto más” si se demuestra que ómicron no es tan grave como la variante delta.
Los expertos tienen serias dudas de que ómicron evite por completo el efecto de las vacunas existentes, cuyas dosis de refuerzo, por cierto, están obteniendo grandes resultados. En su momento, la variante delta ya redujo hasta un 15% la eficacia de las vacunas contra la infección. Prolongó la pandemia, metió a más gente en el hospital. Pero estuvo muy lejos de replicar el escenario vivido el invierno pasado.
El núcleo duro de los 'tories' asegura que estamos exagerando ante una nueva variante de la que apenas se saben aún todos los detalles. La Organización Mundial de la Salud (OMS) advirtió este lunes que el riesgo global se evalúa como muy alto. Pero al mismo tiempo señaló que aún no hay nada claro sobre transmisibilidad, un empeoramiento de la enfermedad o respuesta ante vacunas.
Ómicron presenta preocupantes mutaciones. Algunas ya se habían visto antes, otras son mutaciones únicas en la espiga, en comparación con las 10 presentes en la variante delta y las seis de la beta. Muchas de ellas podrían hacer que la variante sea más difícil de reconocer y frenar para el sistema inmunitario. En cualquier caso, la eficacia de un virus no es simplemente una propiedad biológica. Es una cuestión sociológica, médica y medioambiental, una negociación delicada entre el virus, los cuerpos a los que infecta, el comportamiento de esos cuerpos en masa e incluso la influencia del clima.
Esta no es la primera vez que se observa una variante preocupante en Sudáfrica que amenaza con evadir la inmunidad. La variante beta surgió el invierno pasado y, según un estudio liderado por la universidad sudafricana de Witwatersrand y la de Oxford, pareció anular la eficacia de la vacuna Oxford-AstraZeneca casi por completo en casos de infección leve o moderada. Pero, fuera del sur de África, la variante no prevaleció. A día de hoy, los científicos no saben exactamente por qué.
Wendy Barclay, presidenta de Virología de la Influenza en el Imperial College, aseguraba recientemente en 'The Times', que “la dinámica es bastante complicada y hasta cierto punto tenemos que esperar y ver”. “Algunas variantes preocupantes realmente no han conseguido asentarse en algunos países porque hay otras variantes y hay competencia”.
Por su parte, Jeffrey Barrett, director de la Iniciativa de Genómica Covid-19 en el Instituto Wellcome Sanger, asegura que juegan un papel determinante los “diferentes grupos de edad, diferentes proporciones de personas con vacuna o infección previa”. “Todos estos factores son los que no sabemos exactamente cómo afectan a la aptitud relativa de las diferentes variantes. Puede ser que sea diferente según el lugar”. Los expertos coinciden en que ómicron es preocupante y la amenaza es seria, pero estamos muy lejos de volver al punto de partida. Quiero creerles y poder volar este año a casa por Navidad.
Boris Johnson no tiene la más mínima intención de cancelar su agenda para las próximas semanas. El primer ministro británico ha dejado muy claro que acudirá a todas las recepciones y cenas prenavideñas ignorando así, sin ningún pudor, las advertencias de la directora de la Agencia de Seguridad Sanitaria de Reino Unido, Jenny Harries. La experta ha sugerido a los ciudadanos reducir su vida social, aunque solo sea un poco, a medida que aumentan los temores de que las vacunas existentes sean menos efectivas contra la variante ómicron. Pero Downing Street se muestra tajante: “[Harries] aconseja al Gobierno, pero no es el Gobierno”.