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Las revueltas de Tailandia marcan el fichaje de Robinho
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Ángel Villarino

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Las revueltas de Tailandia marcan el fichaje de Robinho

Los miles de manifestantes que invaden las calles de Bangkok desde hace más de una semana quizá no consigan tumbar al Gobierno tailandés. Sus protestas, sin

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Las revueltas de Tailandia marcan el fichaje de Robinho

Los miles de manifestantes que invaden las calles de Bangkok desde hace más de una semana quizá no consigan tumbar al Gobierno tailandés. Sus protestas, sin embargo, han servido para acelerar la salida de Robinho del Real Madrid. Es una historia de globalización, del mundo plano. Pero vayamos por partes.

 

La democracia tailandesa vive desde hace varios meses un importante desafío, una crisis que está siendo ampliamente desatendida por los medios de comunicación españoles. En la última semana, la situación ha degenerado, con incidentes violentos y un primer muerto en las calles de Bangkok. El paradisiaco país asiático se aproxima hacia un nuevo golpe de estado, o hacia una escalada de violencia de dimensiones impredecibles.

Suena extraño, pero es cierto: sin los desórdenes civiles de Bangkok, el brasileño no se habría marchado a Inglaterra este año. La clave la tiene el político y empresario más importante de Tailandia, Thaksin Shinawatra, hoy en el exilio y quien vendió hace tres días a un consorcio árabe el Manchester City, el mismo club que su familia compró en 2006, cuando fue apeada del Gobierno por un golpe de Estado militar.

En un par de días, los petrodólares y la megalomanía de los magnates del Abu Dhabi United Group (consorcio de los Emiratos Árabes Unidos), han reunido lo que no estaba dispuesto a pagar ni el Chelsea de Abramovich, colmando así las aspiraciones de Ramón Calderón: 42 millones de euros exigidos como cláusula de rescisión y la ficha de uno de los jugadores mejor pagados del mundo.

Thaksin, que había convertido el City en un delirante circo, no tenía ninguna intención de vender el equipo inglés hace un par de meses. Sin embargo, en las últimas semanas ha cambiado de opinión, ya que necesita liquidez para preparar su eventual retorno a la política tailandesa y para defender a sus partidarios, que estos días se aferran al Gobierno y hacen frente como pueden a la violenta presión de la oposición.

La oposición no es otra que la élite y las clases medias urbanas, dispuestas a hacer otro paréntesis en esta azarosa democracia con tal de quitarse de encima un gabinete de ministros de corte populista que no responde a sus intereses y expectativas.

Se trata de una maniobra muy parecida a la que orquestaron en 2006. Como ocurrió entonces, se presentan como un frente que lucha por la democracia, pero actúan desafiando con prepotencia la voz de las urnas. Su levantamiento bien podría llamarse la revolución de los palos de golf porque son estas las armas que han empleado para enfrentarse con un cuerpo de policía con los dientes picados, una perfecta metáfora del choque de clases en curso.

Acusando a Thaksin y sus acólitos de populismo, corrupción y negligencia en asuntos económicos (acusaciones que en su mayoría se sostienen), la élite tailandesa propone ahora una reforma constitucional que racione el sufragio, que saque a los campesinos de la fiesta democrática y deje todo el poder en sus manos: que quien decida sea, en definitiva, la Tailandia con estudios, la que juega al golf y tiene dinero para dentistas.

Para conseguirlo se han lanzado a la calle y llevan 102 días provocando al Gobierno, ocupando el Palacio de Gobierno, la televisión nacional y el cuartel central de la Policía, sin que nadie se atreva a ponerles un dedo encima. Lo que buscan es que el Gobierno y los seguidores de Thaksin reaccionen con violencia, desestabilizar el país y dar una excusa perfecta a los militares para justificar un nuevo golpe de Estado: el alzamiento en bandeja de plata.

Y así, en su terca resistencia ante los envites de las fuerzas vivas, Thaksin y sus partidarios han acabado beneficiando al pobre Robinho. Sin ellos, el brasileño seguiría vestido de blanco, deprimido y padeciendo esos ataques de llanto que le achaca su ex presidente. Como habrá concluido el lector con suficiente paciencia para llegar hasta aquí, lo accesorio es que la democracia tailandesa esté volviendo a las tinieblas. Lo crucial, por supuesto, es que Robinho le dará patadas a la pelota en un país vecino. El mundo es plano, sí, pero también ridículo.

Los miles de manifestantes que invaden las calles de Bangkok desde hace más de una semana quizá no consigan tumbar al Gobierno tailandés. Sus protestas, sin embargo, han servido para acelerar la salida de Robinho del Real Madrid. Es una historia de globalización, del mundo plano. Pero vayamos por partes.