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El ‘venazo’ artístico de los nuevos ricos chinos
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Ángel Villarino

Historias de Asia

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El ‘venazo’ artístico de los nuevos ricos chinos

Un informe publicado a mediados de marzo por la European Fine Art Fair (TEFAF) confirmó algo que llevaba tiempo rumiándose: China se convirtió el año pasado

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Un informe publicado a mediados de marzo por la European Fine Art Fair (TEFAF) confirmó algo que llevaba tiempo rumiándose: China se convirtió el año pasado en el primer mercado de arte y antigüedades del mundo. El país asiático acapara ya el 30% del total, relegando a Estados Unidos (29%) al segundo lugar por primera vez en mucho tiempo y al Reino Unido (23%) al tercer puesto. Muy por detrás aparece ya el primer país de la Europa continental, Francia, con un 6%.

De todos los primados que va logrando por imperativo demográfico el país más poblado del mundo, éste es seguramente uno de los que más sorprende. Primero porque las inquietudes artísticas son más bien discretas en una sociedad volcada en ganar dinero. Segundo, por la imagen que tenemos en el extranjero del ciudadano chino contemporáneo: entre los muchos méritos que se le reconocen, no destaca su gusto estético, ni su amor por el libre pensamiento. Y, sin embargo, la evolución de las ventas de arte ha sido espectacular: el mercado creció un 64% en 2011 y un apabullante 177% en 2010.

¿Cómo es posible que no haya país en el mundo que se deje más dinero en arte? La respuesta, confirman los galeristas, la tienen los nuevos ricos chinos. Compran para decorar sus casas y elevar su nivel social a golpe de talonario, pero también para invertir las fortunas que están amasando, algo que cada vez más difícil y que se ha complicado ulteriormente con decisiones políticas como las restricciones impuestas al mercado inmobiliario. Hay quien asegura que influye también la propensión cultural del ahorrador asiático a invertir en cosas tangibles (oro, jade, joyas) en lugar de hacerlo en trozos de papel: acciones o productos financieros. El arte es, además, un activo que se puede mover, esconder o sacar del país sin demasiadas dificultades si las cosas se tuercen.

Le pregunté a Lori L. Lee, canadiense de origen chino y directora de la Galería Helmunt Junger, una institución con sedes en Berlín y Shangai. En su opinión, este auge artístico está asociado al boom del lujo, que también están batiendo récords en China. “Yo creo que muchos chinos han cubierto las necesidades humanas más básicas, como la comida, la casa y la educación de sus hijos. El siguiente paso es el lujo: coches, cigarros caros, licores, etcétera. Son cosas que dan prestigio y que están viviendo un importante auge. Y el arte es parte de ello. Gastan en arte porque el resto lo tienen totalmente cubierto”.

Los principales beneficiados de esta moda son los propios artistas chinos, que ven como cuadros que vendieron por 5.000 dólares hace diez años multiplican ahora su valor hasta por 500 en las subastas. “Los nuevos ricos chinos están descubriendo el arte ahora y es lógico que prefieran artistas chinos a extranjeros. Lo más cercano es lo más fácil, de modo que si pueden permitirse comprar algo occidental muy famoso, como un Picasso, probablemente lo hagan. Pero si se trata de un autor desconocido, se quedan con el chino, que les suena más familiar. Yo creo que el arte occidental interesa en China para ser expuesto, pero a la hora de comprar una enorme mayoría prefiere arte chino. En nuestra galería, al menos, es lo que se compra más y por lo que más se paga”, abunda Lee.

Devolver sus obras a la ‘madre patria’

La ambición de devolver a la ‘madre patria’ las obras que se vendieron en el extranjero en el pasado también estaría motivando una parte minoritaria de estas adquisiciones, según explica Jia Wei, manager de Poly, una de las grandes casas de subastas de Beijing. En su opinión, además, el coleccionista chino no invierte totalmente a ciegas: consciente de estar metiéndose como un elefante en una cacharrería que apenas entiende, se fía mucho del asesoramiento de galeristas y profesionales para disminuir el riesgo a ser estafado.

Además, la mayoría de los artistas contemporáneos chinos encajan bien en este mercado. “Tienen una óptica claramente más comercial que los europeos a la hora de pensar sus obras, pero también al exponerlas. Por ejemplo, los artistas europeos están encantados de exponer su obra en hoteles importantes o galerías, sólo por el orgullo de hacerlo, por prestigio o por lo que sea. Los artistas chinos prefieren que sus creaciones se llenen de polvo en su estudio antes de exponerlas gratis. Lo primero que preguntan es cuánto van a vender y cuánto dinero le sacarán”, dice Lee. Hay que entender que para muchos alumnos de Bellas Artes las opciones no son demasiadas. Y si no se ganan el pan pueden acabar trabajando como peones de obra en la industria de la copia.

Ni siquiera los más consagrados tienen problemas en reconocer que su arte es más comercial que el occidental. En su mansión-estudio a las afueras de Pekín, el famosísimo Yue Minjun, me explicaba hace poco que su trabajo está pensando para funcionar como una marca y alcanzar a un “público lo más amplio posible”. “Para los artistas occidentales, el arte sólo lo pueden disfrutar las élites, pero es inalcanzable para la gente común. Mi obra, al revés, busca al pueblo, por eso hago cosas directas, repetitivas y sencillas de entender”. 

Se trata de una forma de entender el oficio que choca con la imagen romántica del artista y que ha recibido muchas críticas, incluso dentro de China. Le pregunté su opinión sobre el tema hace tiempo a Ai Wei Wei, tan famoso en Occidente por su trabajo como por sus críticas al régimen chino. El veredicto fue demoledor: “El arte chino actual no me resulta para nada interesante. Aunque reconozco que ofrece una energía nueva al arte mundial, no tiene nada que ver con lo que está pasando en China. Está pensado para el mercado, ideado para ser más comercial”.

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Un informe publicado a mediados de marzo por la European Fine Art Fair (TEFAF) confirmó algo que llevaba tiempo rumiándose: China se convirtió el año pasado en el primer mercado de arte y antigüedades del mundo. El país asiático acapara ya el 30% del total, relegando a Estados Unidos (29%) al segundo lugar por primera vez en mucho tiempo y al Reino Unido (23%) al tercer puesto. Muy por detrás aparece ya el primer país de la Europa continental, Francia, con un 6%.