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Los siete líderes que pondrán a China por delante de EEUU
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Ángel Villarino

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Los siete líderes que pondrán a China por delante de EEUU

Los siete números, colocados con mimo por los ujieres sobre la moqueta roja del Gran Palacio del Pueblo, esperaban esta mañana a los siete nuevos líderes

Los siete números, colocados con mimo por los ujieres sobre la moqueta roja del Gran Palacio del Pueblo, esperaban esta mañana a los siete nuevos líderes de China, los miembros electos del Comité Permanente del Politburó que llevarán las riendas del país durante los próximos cinco años. Del uno al siete, ordenados según su poder, tendrán que gestionar una etapa en la que el gigante asiático espera adelantar a Estados Unidos como primera economía del mundo. Las previsiones para ellos son favorables. La OCDE, por ejemplo, espera que lo consigan antes de cuatro años.

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El 18 Congreso Nacional del Partido Comunista Chino ha durado una semana y, a pesar de la expectación mediática generada en el extranjero, ha dado muy poco de sí y no ha conseguido interesar a su propia ciudadanía china, harta de ver como la programación televisiva quedaba monopolizada por los aburridos “hombres de gris”. La imagen de hoy, la de los siete jerarcas posando en fila encima de sus respectivos números, es la única verdadera novedad. Y sólo a medias, porque la elección de los dos hombres más importantes de la lista estaba clara desde hace más de un año, el tiempo que ha pasado desde que se dio por hecho que Xi Jinping y Li Keqiang coronarían la cúpula, asegurándose también los cargos de presidente y primer ministro la primavera que viene. Ambos están considerados hombres “pragmáticos” y “candidatos de consenso”. Es decir, burócratas colocados para conciliar a las diferentes facciones del Partido.

Ni el discurso ofrecido por Hu Jintao durante la ceremonia de apertura del Congreso, ni la breve presentación que ha hecho hoy Xi Jinping ante la prensa para estrenar su mandato, hacen pensar que vaya a haber un golpe de timón. A pesar de los rumores y las especulaciones de los últimos meses, la impresión que queda es que China no dará sorpresas y que su equipo de gobierno se limitará, al menos por ahora, a seguir adelante con las reformas previstas en los planes quinquenales aprobados el año pasado. Más de lo mismo, aunque sea con una “familia” política distinta al frente. Apuntalada de arriba a abajo, de la cúpula a la base y no al revés como pretende la propaganda, parece agotarse la capacidad de sorprender al mundo de una organización con 90 años de vida que ha cambiado de discurso decenas de veces y que hace tres décadas inició con Deng Xiaoping un giro radical que nadie veía venir.

Jarra de agua fría para los reformistas

Más allá del continuismo, hay muchas claves de lectura secundarias que llevan a pensar que el país acelerará el ritmo de las aperturas económicas, pero mucho menos de lo que se pensaba hace meses. En los últimos tiempos, las expectativas habían crecido mucho. La caída en desgracia de los “nuevos izquierdistas” y de su líder (Bo Xilai), la desaceleración de la economía y el aumento de las tensiones sociales desataron el optimismo y muchos esperaban una nueva etapa reformista después del frenazo experimentado en la década de Hu Jintao. No parece ser el caso.

Más bien al revés, se han impuesto los candidatos conservadores, mientras que la única (aunque pequeña) esperanza aperturista, Wang Qishan, ha quedado relegado al número “seis” y a partir de ahora se ocupará de combatir la corrupción dentro de las filas del Partido, labor importantísima, pero que le aleja de otras esferas de decisión. Otro de los hombres que ha ascendido a lo más alto es Liu Yunshan, historiador y periodista que en los últimos años se ha ocupado de manejar la propaganda y censurar Internet, función que queda respaldada con su ascenso como otra de las prioridades del régimen.

Más cosas. Si en el “gabinete” saliente había ocho ingenieros (de nueve), en el nuevo la cifra ha bajado a dos (de siete). Les han adelantado los economistas (tres), aunque uno de ellos haya estudiado la materia en el que probablemente sea el peor lugar para aprenderla: Corea del Norte. La macroeconomía será, nuevamente, la gran prioridad, con desafíos importantes a la vista como la apertura financiera y el cacareado cambio de modelo hacia un sistema menos dependiente de las exportaciones y donde la población empiece a consumir más y a vivir mejor.

La meta está clara desde hace tiempo, pero no el camino para alcanzarla. Por ejemplo, el adelgazamiento de las monstruosas empresas estatales (que siguen dominando la economía) no ha quedado despejado. Tampoco parece que haya demasiado margen para dar marcha atrás en las políticas sociales impulsadas por Hu Jintao y encaminadas a maquillar la creciente brecha social: la supresión del impuesto campesino, la creación de una pequeña red de pensiones y de un seguro médico mínimo.

En cuanto a las peleas entre “familias”, Hu Jintao ha sido el gran derrotado del torneo que se ha librado entre bambalinas y se da por hecho que pasará a un discretísimo segundo plano. Frente a él, ha recuperado terreno su antecesor, el anciano Jiang Zemin, una momia que hace un año se daba por muerta, a la que han tenido que ayudar a sentarse y levantarse en cada sesión, pero que ha demostrado seguir teniendo un enorme peso dentro del régimen, colocando a sus “ahijados” en los puestos clave.

Recapitulando, parece que China seguirá adelante por el camino trazado en los últimos años, sin grandes experimentos, y mucho menos en lo político. Nadie espera una mejora sensible de las libertades, ni una mayor sensibilidad con los Derechos Humanos. La economía mandará, y aunque algunos críticos consideran que la última década ha sido una “década perdida” por la parálisis en el proceso de reformas, las cifras juegan a favor de Hu Jintao. En los diez años que ha pasado en el poder, el gigante asiático ha cuadriplicado su PIB. Una transformación impresionante y parecida a la que experimentó el Reino Unido durante el impulso de la Revolución Industrial. Con una diferencia: los ingleses tardaron todo un siglo en hacerlo (1750-1850). 

Los siete números, colocados con mimo por los ujieres sobre la moqueta roja del Gran Palacio del Pueblo, esperaban esta mañana a los siete nuevos líderes de China, los miembros electos del Comité Permanente del Politburó que llevarán las riendas del país durante los próximos cinco años. Del uno al siete, ordenados según su poder, tendrán que gestionar una etapa en la que el gigante asiático espera adelantar a Estados Unidos como primera economía del mundo. Las previsiones para ellos son favorables. La OCDE, por ejemplo, espera que lo consigan antes de cuatro años.