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Maldita Europa, me prometiste eurobonos
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Nacho Alarcón

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Maldita Europa, me prometiste eurobonos

Sánchez debe medir el nivel crítico de su discurso hacia la UE, y, sobre todo, debe evitar generar expectativas poco realistas, o alimentará el euroescepticismo tanto como Países Bajos

Foto: Bandera europea en llamas durante una manifestación a favor del Brexit. (Reuters)
Bandera europea en llamas durante una manifestación a favor del Brexit. (Reuters)

En cuestión de semanas, España ha pasado de estar dominada por un europeísmo acrítico, en el que ninguna gran fuerza política señalaba o culpaba a la Unión Europea, a un escenario en el que se ha convertido en costumbre escuchar mensajes por parte del presidente del Gobierno enormemente críticas con el club, en el que incluso se esboza, ante la inacción de los socios europeos, la posibilidad de que el bloque se rompa.

Las críticas, en un clima de falta de solidaridad y debates corrosivos, están justificadas. Incluso puede ser buena noticia: por fin España se quita la boina del europeísmo acrítico, lo que se puede traducir en que el país tenga posiciones más claras en el debate europeo, defienda mejor sus intereses y sea más activo. Ese era el principal beneficio de abandonar la postura acrítica.

Y, sin embargo, España ha seguido en su línea: dormida, sin presentar propuestas hasta el último minuto, sin un rol activo en el debate mientras Giuseppe Conte, primer ministro italiano, y su titular de Finanzas, Roberto Gualtieri, estaban en primera línea mediática y política defendiendo sus intereses y, por lo tanto, también los españoles. España, uno de los dos países más golpeados por el coronavirus y que más sufrirá sus efectos económicos, se ha permitido el lujo de dejar en manos del Gobierno francés y del italiano lo que son sus propios intereses.

placeholder El presidente del Gobierno durante una cumbre europea. (EFE)
El presidente del Gobierno durante una cumbre europea. (EFE)

Esa pasividad solo se ha visto interrumpida por los mensajes del presidente del Gobierno, que en cada intervención ha aprovechado para criticar la respuesta europea, pedir solidaridad y recordar que el proyecto europeo está en riesgo: críticas y avisos legítimos y necesarios.

Pero en el camino ha cometido un error todavía más grave que mantener a España dormida en el debate europeo: ha inflado las expectativas. Sí, Países Bajos y Alemania deben mover sus líneas rojas y deben darse cuenta de que esta crisis no es como la anterior, y que sin solidaridad el proyecto europeo está herido de muerte. Pero sabiendo que lograr que cedan será una batalla larga y dolorosa, hacer ver a tus ciudadanos que la emisión de deuda conjunta es una decisión simple y rápida, o al menos no explicarles claramente lo complejísima que sería la operación, no es solo engañarlos a ellos, sino echarle una soga al cuello al proyecto.

Foto: Bandera europea, durante una manifestación pro-UE en Londres. (Reuters)

Porque Sánchez sabe que, incluso si lograse que al final haya eurobonos, no va a ser ni rápido ni sencillo. Cuando se consiga (si se consigue) muchos ciudadanos dirán que se llega tarde porque no les explicaste lo suficientemente claro que no ocurriría en el siguiente telediario. El daño estará hecho. De la frustración de los ciudadanos españoles, y por lo tanto del creciente euroescepticismo, pueden ser muy responsables Países Bajos y Alemania, pero Sánchez habrá hecho su parte al generar unas expectativas desproporcionadas.

El Ejecutivo ha lanzado al debate público una idea, la de los eurobonos, falta de contexto y de didáctica que garantiza la insatisfacción. Sánchez, como Calviño, saben que ese instrumento es lo máximo a lo que puede aspirar España en integración económica con el resto de socios europeos. El presidente tampoco ha explicado a sus ciudadanos que los eurobonos no vendrían con un lazo, más bien lo harían con dolorosos ajustes y supervisión fiscal bajo el brazo.

Poniendo la barra de la exigencia a esa altura, cualquier cosa que quede por debajo, que es lo más probable, sembrará el descontento de los ciudadanos. Incluso al finalizar el Eurogrupo de esta semana, en el que ni estaba en el menú abordar los eurobonos y a pesar de que se haya activado un paquete de respuesta de medio billón de euros, muchos ciudadanos se han preguntado: ¿dónde están los eurobonos?

El primer ministro holandés junto a la canciller alemana, dos de los grandes opositores a los eurobonos. (EFE)

No solo eso. Sí, Países Bajos y Alemania deben moverse. Los eurobonos pueden tener sentido tanto económico como político. Pero ni en España ni en Italia hay la más mínima reflexión sobre qué hace que nuestros socios no confíen absolutamente para nada en nosotros. Todo se explica con una afirmación: no hemos hecho nada mal, todo es culpa de su visión calvinista del mundo y su egoísmo norteño. Sánchez, como el italiano Giuseppe Conte, saben que esa reflexión es incompleta y deshonesta.

Además, Sánchez puede criticar a la UE, pero debe asumir que haciéndolo a brocha gorda, e incluso aplicando simplificaciones y prejuicios que tanto nos han dañado a nosotros, puede estar alimentando el euroescepticismo. Quizás sea un precio que el presidente esté dispuesto a pagar, pero si está decidido a defender un discurso netamente negativo de la Unión en este contexto sería bueno que comunicase a sus ciudadanos con qué otra alternativa España habría navegado mejor esta crisis y los días que vendrán. No hace falta decir que pensar que podríamos aspirar a los eurobonos sin la existencia de la Unión Europea sería ingeniería imaginativa. Sánchez debe medir bien sus palabras, porque sembrar las semillas de un euroescepticismo más fuerte en España solo puede beneficiar al nacionalismo identitario y tiene exactamente cero beneficios. Hay que observar muy de cerca la delgada línea que separa la actitud crítica del euroescepticismo, que divide la exigencia de más ambición del uso de la UE como un chivo expiatorio.

Foto: Mark Rutte, en uno de los últimos Consejos Europeos. (Reuters)

El momento es grave y justifica que España, como Italia, Francia, Bélgica, Luxemburgo, Portugal, Grecia o Irlanda pidan eurobonos, o su versión temporal para esta crisis, coronabonos. Hay que entender cuándo es el momento de echar el resto y poner toda la carne en el asador, aunque sepas que políticamente es complejo. Este es uno de esos momentos.

Lo que no puedes es no explicar a tus ciudadanos que esos eurobonos son muy conflictivos para una serie de países que, además, tienen sus razones. Que ese instrumento no sería coser y cantar para España, sino que conllevaría importantes ajustes y cesión de soberanía económica. Si el Gobierno toma una posición adulta, como lo es abandonar el europeísmo acrítico y ciego, debe tratar también como adultos a sus ciudadanos.

En cuestión de semanas, España ha pasado de estar dominada por un europeísmo acrítico, en el que ninguna gran fuerza política señalaba o culpaba a la Unión Europea, a un escenario en el que se ha convertido en costumbre escuchar mensajes por parte del presidente del Gobierno enormemente críticas con el club, en el que incluso se esboza, ante la inacción de los socios europeos, la posibilidad de que el bloque se rompa.

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