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Nacho Alarcón

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Lo verdaderamente esencial

La Unión Europea es una historia de éxito, pero solamente tiene sentido si logra hacer cumplir el artículo 2 de los Tratados. Esta, y no otra, es la batalla esencial de Europa

Foto: Estatua de la justicia frente a la sede de la Comisión Europea. (Reuters)
Estatua de la justicia frente a la sede de la Comisión Europea. (Reuters)

Esta semana los socialdemócratas alemanes han propuesto la creación de un ejército europeo con 2.000 efectivos y bajo el mando de la Comisión Europea. Como con todo este tipo de noticias, la idea cosechó el aplauso de federalistas en todas las esquinas de la Unión Europea. Pero también esta semana, con el veto de Hungría y Polonia al paquete presupuestario, ha quedado a la vista de todos que hay algo mucho más importante para el proyecto europeo, lo verdaderamente esencial, la lucha por la supervivencia de Europa.

Alguien que dedicó el confinamiento a leerse los tratados europeos me dijo en su momento que, de todos los artículos y todos los futuros proyectos e ideas que siempre se están barajando, se conformaría con que se cumpliera con el artículo 2, que dice así: “La Unión se fundamenta en los valores de respeto de la dignidad humana, libertad, democracia, igualdad, Estado de Derecho y respeto de los derechos humanos, incluidos los derechos de las personas pertenecientes a minorías. Estos valores son comunes a los Estados miembros en una sociedad caracterizada por el pluralismo, la no discriminación, la tolerancia, la justicia, la solidaridad y la igualdad entre mujeres y hombres”.

placeholder Un manifestante durante una demostración proeuropea en Berlín. (Reuters)
Un manifestante durante una demostración proeuropea en Berlín. (Reuters)

Más allá de utopías y sueños a largo plazo de unos Estados Unidos de Europa, el proyecto europeo tiene como objetivo central ser un club de Estados miembros democráticos, cuyos valores están recogidos en el artículo 2 de los Tratados. Siguiendo con algunas de las esperanzas federalistas, la Unión puede tener su propio ejército, enviar cohetes al espacio e, incluso, tener listas transnacionales y un presidente de la Comisión Europea elegido por los ciudadanos, que será un absoluto y total fracaso si uno, solo uno de los Estados miembros que componen el club no respeta el artículo 2 de los Tratados y es capaz de salir impune de esa violación flagrante al alma del proyecto europeo.

Esta, y no otra, es la gran batalla por la supervivencia de Europa. Si la Unión logra que todos los países respeten el artículo 2 de los Tratados, si logra mantenerse como un club de democracias y de ciudadanos libres e iguales en un mundo en el que la idea de la democracia como la única vía para el futuro ha sido ya desmontada, entonces habrá tenido éxito. Los padres fundadores no soñaron con unos Estados Unidos de Europa con su propio ejército pero con ciudadanos sometidos a Gobiernos autócratas.

Foto: La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. (Reuters)

Hungría y Polonia han vetado esta semana el acuerdo presupuestario, incluido el Fondo de Recuperación de 750.000 millones de euros que tanto necesitan países como España o Italia, como represalia por el acuerdo respecto a un mecanismo de estado de derecho que cortaría el grifo de los fondos europeos a países que lo violen, una herramienta que Budapest y Varsovia saben que tendrían muchas posibilidades de probar en sus propias carnes. Son los dos únicos miembros del club contra los que ha sido activado el artículo 7 de los Tratados, una cláusula que se ideó para, en caso de una violación del artículo 2, activarla y en última instancia sancionar a dicho Estado miembro retirándole su derecho a voto en el Consejo. A la hora de ponerlo en práctica, a partir de diciembre de 2017, el artículo ha demostrado no ser útil al requerir de unanimidad para llegar al final del proceso, y precisamente esa disfunción ha hecho que cogiera fuerza la idea de un instrumento de estado de derecho ligado a los presupuestos europeos.

Durante los últimos días han comenzado una campaña de acoso y derribo desde Budapest y Varsovia, comparando a la Unión Europea con la Unión Soviética y señalando que este es un instrumento ideológico destinado para subyugar a los Estados miembros que se oponen a acoger inmigrantes. Aseguran también que el trasfondo de esta medida va en contra de los Tratados. Especialmente grave es que solo se les escucha a ellos, porque se está permitiendo que aseguren todo esto sin ninguna oposición. Y uno tiene derecho a tener sus propias opiniones, pero no sus propios hechos.

Fuentes diplomáticas se quejaban esta semana de que Hungría y Polonia estaban planteando esta lucha como algo ideológico, que hablan de vaguedades conspiranoicas sin especificar qué quieren cambiar exactamente. Y es aquí donde se está cometiendo un grave error: Budapest y Varsovia lo están entendiendo bien, esta es una lucha ideológica, entre demócratas e 'iliberales', como le gusta bautizarse a Orbán, y están solos en el ring. No se debería permitir que dos Gobiernos autocráticos como el húngaro y el polaco puedan hacer referencia al cumplimiento de los Tratados sin que nadie, en Bruselas, París, Berlín, Madrid o Roma vaya al choque ideológico, y explique que los que no cumplen las normas básicas son ellos al llevar años violando el artículo 2 de los Tratados o que planten cara a las comparaciones con la Unión Soviética. Hay quien opina sin embargo que ninguna capital o institución debe rebajarse a su nivel.

placeholder Banderas europeas en el corazón del barrio europeo de Bruselas. (Reuters)
Banderas europeas en el corazón del barrio europeo de Bruselas. (Reuters)

Pero esta es una batalla muy real. Esta misma semana la cámara disciplinaria polaca ha levantado la inmunidad a un juez acusado de extralimitarse en sus funciones al haber hecho pública un fallo que, según la fiscalía, debía ser a puerta cerrada. Un magistrado que, por cierto, es crítico con la reforma judicial. El problema es que hace ya más de medio año que el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) ordenó que esa cámara disciplinaria paralizara toda su actividad porque no podía garantizar que fuera independiente del Gobierno. Para los exaltados patrios que defienden el régimen de Varsovia como si fuera propio, un apunte: no se puede criticar la reforma del CGPJ que intentó perpetrar el Gobierno de Sánchez y defender la atrocidad que se ha hecho con la justicia polaca. O se critica ambas, o se aplaude ambas con el entusiasmo de un “groupie” de la mutilación de la independencia judicial, pero este debate no permite los malabarismos absurdos que por alguna extraña razón (aunque explica bastantes cosas) se toleran en la política nacional.

Esta, y no otra, es la batalla por la supervivencia de Europa, y no presentar batalla hace que corramos un riesgo altísimo. La Unión Europea no podrá centrarse en ningún gran reto global, y hay muchos y muy graves, hasta que no resuelva la lucha intestina que gira entorno al artículo 2. Hay que centrarse: aquí, en este asunto, se juega el futuro de Europa. Solamente una acción decidida logrará salvar el alma del proyecto, lo verdaderamente esencial. La Unión será plenamente democrática o será algo, otra cosa, pero no el sueño que nació de las cenizas de la destrucción del continente.

Esta semana los socialdemócratas alemanes han propuesto la creación de un ejército europeo con 2.000 efectivos y bajo el mando de la Comisión Europea. Como con todo este tipo de noticias, la idea cosechó el aplauso de federalistas en todas las esquinas de la Unión Europea. Pero también esta semana, con el veto de Hungría y Polonia al paquete presupuestario, ha quedado a la vista de todos que hay algo mucho más importante para el proyecto europeo, lo verdaderamente esencial, la lucha por la supervivencia de Europa.

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