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Es imposible ser joven y no pensar sobre Europa
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Nacho Alarcón

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Es imposible ser joven y no pensar sobre Europa

Una generación que ahora despunta ha crecido y se ha politizado en el momento más político de la Unión, entre 2008 y 2016, los años de la policrisis europea

Foto: Un joven corre bajo una gran bandera europea. (Reuters)
Un joven corre bajo una gran bandera europea. (Reuters)
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Arman Basurto y Marta Domínguez Jiménez acaban de publicar un libro titulado '¿Quién hablará en Europeo?' (Clave Intelectual, 2021). El interesantísimo ensayo versa sobre si es posible construir una unión política sin una lengua común. Y si alguien habla “en europeo” es esta generación. La de Basurto y Domínguez Jiménez. Al abrir el libro llega lo que para muchos será un 'shock': son de 1994 y de 1996.

Esta generación ha crecido y se ha politizado justo en los años en los que la Unión Europea vivía su propia politización, entre 2009 y 2016, de la que los autores hacen múltiples referencias. En esos años la eurozona afrontó una crisis del euro, una crisis migratoria sin precedentes y la salida de un Estado miembro del club comunitario. Bruselas se convirtió en el escenario principal de cada informativo, crónica de radio y artículo en prensa escrita en prácticamente todos los países europeos. Fue la etapa de la 'policrisis', que se convirtió en un carrusel informativo que puso a la Unión Europea en primera fila y demostró, en ocasiones con mucha crudeza, que la política del presente y del futuro pasaba por el ‘quartier européen' de la capital belga.

La politización de estas generaciones o el descubrimiento de su interés por lo público apareció en paralelo a ese proceso de politización europeo que ha convertido a Bruselas ya no en una capital burocrática o un enorme centro de convenciones, sino en toda una capital política, el escenario de la gestión de crisis europeas. No es de extrañar, por tanto, que todos estos jóvenes que ahora despuntan y empiezan a reclamar su lugar en el debate público hayan terminado teniendo a Europa incrustada en su forma de pensar, de escribir y de actuar. Tampoco es raro que algunos de los movimientos federalistas y proeuropeos más activos tengan a jóvenes a la cabeza.

Foto: Un simpatizante de la oposición polaca del PO sujeta una bandera europea en Varsovia. (Reuters)

Es muy difícil ser joven y tener una idea de España y del mundo sin que esté conectada de alguna forma a Europa. Obviarla no es una opción, porque tu concepción del mundo se ha formado entre crisis y crisis europea. No significa que tengas que ser necesariamente proeuropeo, pero sí que estructuras tu discurso con un papel preponderante para Europa, entendiendo que es prácticamente imposible poder resolver algunos de los problemas globales que hoy nos afectan sin tener en cuenta el rol de la Unión.

Hablando de este asunto con Carlos Barragán, periodista de El Confidencial y otro de esos jóvenes que han modelado su visión del mundo con una cerámica europea, llegamos a la conclusión de que es, además, algo bastante horizontal. Para los jóvenes conservadores porque ven en Bruselas un contrapeso ante las tendencias populistas de izquierda, especialmente en su vertiente económica; y para los jóvenes progresistas porque muestra una versión democristiana moderada que pueden contraponer al conservadurismo nacional y porque además muchos saben que solamente a través de la UE se pueden resolver algunos de los asuntos que más preocupan en su agenda política, como es el cambio climático o la fiscalidad de los gigantes digitales.

Y este es el caldo de cultivo que explica, en parte, que España sea uno de los países que más jóvenes exporta a las instituciones europeas. Hay otra razón bastante más prosaica: las perspectivas laborales y vitales en España no son las más prometedoras y eso hace que muchos jóvenes talentos vean en las instituciones europeas una buena forma de armar una carrera profesional prestigiosa y segura. Pero ese atractivo laboral no sería suficiente.

placeholder Entrada al Berlaymont, sede de la Comisión Europea en Bruselas. (EFE)
Entrada al Berlaymont, sede de la Comisión Europea en Bruselas. (EFE)

Otro ejemplo es la corresponsalía en Bruselas. Está llena de periodistas jóvenes y apasionados que se han lanzado, muchos de ellos sin ninguna seguridad, trabajando como ‘freelance’. No siempre es por haber más perspectivas laborales, sino por propio instinto periodístico: todos los caminos llevan a Bruselas.

Y ese olfato se explica, en gran parte, porque cuando comenzaron (comenzamos) a dar sus primeros pasos en esta carrera, o porque cuando comenzaban a pensar en hacer periodismo, la palabra 'Bruselas', 'Eurogrupo' y 'cumbre europea' estaba en todos los informativos, boletines de radio y crónicas de prensa. Era muy difícil querer ser periodista y no mirar, aunque fuera de reojo, a la capital europea. Y como resultado tenemos hoy una de las corresponsalías españolas más jóvenes (por no decir la más joven), llena de talento y ganas de trabajar.

Para los jóvenes españoles Europa ha sido omnipresente desde 2010, y una década de continua presencia empieza a cristalizar en ejemplos como el libro de Basurto y Jiménez Domínguez, que son solamente dos de los miles de jóvenes que trabajan, piensan, escriben y hablan “en europeo”, con la Unión Europea siempre como norte de la brújula de la conversación. Llegarán muchos más.

Arman Basurto y Marta Domínguez Jiménez acaban de publicar un libro titulado '¿Quién hablará en Europeo?' (Clave Intelectual, 2021). El interesantísimo ensayo versa sobre si es posible construir una unión política sin una lengua común. Y si alguien habla “en europeo” es esta generación. La de Basurto y Domínguez Jiménez. Al abrir el libro llega lo que para muchos será un 'shock': son de 1994 y de 1996.

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