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La Europa a dos velocidades ante el choque con Polonia: un envenenado sueño eurófilo
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Nacho Alarcón

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La Europa a dos velocidades ante el choque con Polonia: un envenenado sueño eurófilo

La idea de la Europa a varias velocidades puede resolver el problema de la adhesión a la "Unión cada vez más estrecha", pero no puede ser un mecanismo para resolver la cuestión polaca

Foto: Manifestación proeuropea frente al Tribunal Constitucional de Polonia. (EFE)
Manifestación proeuropea frente al Tribunal Constitucional de Polonia. (EFE)

El Consejo Europeo de la última semana muestra que la Unión afronta un problema grave. Distintos Estados miembros quieren avanzar en direcciones opuestas en el futuro. Algunas capitales no aceptan las reglas básicas y fundamentales sobre las que se basa el proyecto. Por ejemplo, el Gobierno polaco está poniendo en duda la primacía del derecho de la Unión. Otra de las ideas que no comparten algunos países, entre ellos la mencionada Polonia, es que la UE debe dirigirse hacia "una Unión cada vez más estrecha".

Si un grupo de Estados miembros está a favor de que esa frase siga siendo el norte de la brújula del proyecto europeo, y otros, que coinciden en una buena parte con los que plantean un reto fundamental para la Unión, se oponen a ella, entonces puede que se encuentre un punto común: la Europa de dos o más velocidades. Es una idea que lleva circulando muchos años por Bruselas y que el propio Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea, llegó a plantear en su Libro Blanco sobre el futuro de la Unión.

No es para nada nueva. De hecho, una de las primeras veces que empezó a tratarse en despachos importantes fue precisamente para hablar de Europa del este. En 1989, Michael Mertes y Norbert J. Prill, dos asesores de Helmut Kohl, entonces canciller de Alemania, utilizaron la "Europa de círculos concéntricos" para referirse a la posible ampliación hacia una serie de Estados del este con los que Berlín y Europa en general tenía una deuda tras décadas de régimen soviético. En el círculo central se encontraban únicamente los países fundadores.

placeholder Mateusz Morawiecki, primer ministro polaco, en una cumbre europea. (Reuters)
Mateusz Morawiecki, primer ministro polaco, en una cumbre europea. (Reuters)

En algunos sectores, especialmente los más federalistas, esta idea de revivir la propuesta de la "Europa a dos velocidades" está cogiendo fuerza en las últimas semanas a medida que el enfrentamiento con el Gobierno polaco se ha ido recrudeciendo. Es una idea popular entre ellos por dos razones: la primera es por pura fatiga. No parece que la cuestión polaca o húngara tenga solución en el medio plazo y lastra al resto de la Unión Europea. La segunda razón es que en estos círculos también ha imperado desde hace muchos años la idea de que la ampliación hacia el este fue un error.

Pero esa idea que está volviendo a circular no es la Europa a varias velocidades. Eso ya existe. Las "coaliciones de la voluntad" son una realidad en la Unión a través de los mecanismos de cooperación reforzada. Un ejemplo de ella es la Cooperación Permanente Estructurada (PESCO), que pretende profundizar en materia de seguridad y defensa, que comenzó con 17 Estados miembros aunque se ha ido ampliando hasta que hoy participan 25 de los 27 miembros de la Unión.

Lo que se está proponiendo aquí, o al menos lo que se está empezando a sugerir de una forma muy embrionaria, es muy distinto. Consiste en una operación en forma de pinza. Por un lado los Estados miembros que siguen defendiendo la idea de una “Unión cada vez más estrecha” crean "coaliciones de la voluntad" para ir avanzando mientras se deja “en paz”, aunque en realidad consiste en aislarlos, a países problemáticos como Hungría y Polonia. Pero evidentemente estos Estados miembros no pueden seguir financiando su deriva autoritaria con fondos europeos, por lo que por el otro lado se puede activar el mecanismo de condicionalidad contra ellos por atentar contra el estado de derecho, cortándoles el acceso a los fondos.

Foto: Mateusz Morawiecki, primer ministro polaco. (EFE)

Estos días algunos se han lamentado que no exista un mecanismo para expulsar a Varsovia o Budapest de la Unión Europea, a pesar de que una importantísima parte de la población polaca y húngara no quiere salir del bloque comunitario y considera a los socios europeos como aliados para "redirigir" las actitudes autoritarias de sus Gobiernos nacionales. Lo que subyace a la idea de esta agresiva "Europa a dos velocidades" es bastante claro: no se puede expulsar a un país de la Unión Europea, pero se le puede empujar hacia la salida.

Esta propuesta plantea muchos problemas en distintos frentes. El primero y obvio ya ha sido mencionado: que va en contra de los intereses de los propios ciudadanos de esos Estados miembros con los que el resto de la Unión Europea tiene una responsabilidad. Si la UE es una "unión de valores" uno de ellos sin lugar a dudas es la fraternidad entre los ciudadanos europeos y el compromiso con no abandonarlos, además de la solidaridad. El segundo, y también obvio, es que no se han agotado todas las herramientas que los líderes europeos tienen hoy en sus manos para gestionar el reto que plantean los Gobiernos de algunos países, como por ejemplo es precisamente activar el mecanismo de condicionalidad para cortar los fondos europeos en casos como este.

El resto de problemas son menos obvios, pero igual de definitivos: el enfrentamiento con Varsovia, por ejemplo, está provocando un efecto óptico por el que parece que el resto de Estados miembros compartimos la dirección a la que debería dirigirse el proyecto en el futuro. No es así, aunque compartamos algunos elementos importantes, y se ve en cualquier negociación sobre aspectos económicos y financieros con las fuertes divisiones norte-sur. En 2018 fue el primer ministro de Países Bajos, Mark Rutte, ahora en la primera línea de batalla contra el Gobierno polaco, el que en el Parlamento Europeo calificó de "horrible" la "narrativa de la Unión cada vez más estrecha".

Manifestación proeuropea en Polonia. (Reuters)

Además, la idea muestra hasta qué punto se está preparado para abandonar el artículo 2 de los Tratados, que es el pilar que sustenta todo el edificio comunitario, en el que se recogen los valores fundamentales de la Unión. A cambio de una UE supuestamente más ambiciosa y con menos problemas internos, algunos están dispuestos a olvidar que existe la responsabilidad de asegurarse de que ningún miembro del club se desvíe hacia el autoritarismo y que la Unión no puede existir si no se cumple ese requisito básico, incluso si se intenta aislar a esos países en los arrabales del club comunitario. Esta idea de la Europa de varias velocidades como una salida de emergencia equivale a que el resto de Estados miembros se construyan un ático en el mismo edificio en el que los vecinos están poniendo dinamita en el pilar principal. Las vistas pueden ser más bonitas, pero el edificio sigue estando en riesgo. Es una idea en la que se abandonan todos los fundamentos sobre los que se ha construido el edificio europeo.

Por supuesto, la idea de las "coaliciones de la voluntad" o de intentar preservar el camino de la "Unión cada vez más estrecha" no tiene nada de malo. Si una serie de países no quieren participar en una integración que vaya más allá, tienen derecho a ello. Son numerosos los ejemplos. Lo que no puede eso es traducirse en un abandono de la misión principal de la Unión: que todos los ciudadanos europeos vivan en estados de derecho fuertes y resistentes, democracias que protejan sus libertades y derechos.

Esa es la verdadera promesa de la Unión. Que esa promesa pueda revertirse si las cosas se tuercen envía un mensaje desolador a todos los ciudadanos de la Unión, y no únicamente a los polacos que salen continuamente a manifestarse a las calles de Varsovia portando la bandera polaca y la europea.

El Consejo Europeo de la última semana muestra que la Unión afronta un problema grave. Distintos Estados miembros quieren avanzar en direcciones opuestas en el futuro. Algunas capitales no aceptan las reglas básicas y fundamentales sobre las que se basa el proyecto. Por ejemplo, el Gobierno polaco está poniendo en duda la primacía del derecho de la Unión. Otra de las ideas que no comparten algunos países, entre ellos la mencionada Polonia, es que la UE debe dirigirse hacia "una Unión cada vez más estrecha".

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