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El Gobierno polaco ha encontrado un inesperado aliado: Vladímir Putin
El PiS polaco está ganando oxígeno y prestigio gracias a su mano dura contra Rusia tras años bajo todos los focos por sus ataques contra la independencia judicial
El mayor enemigo de Polonia, Vladímir Putin, presidente ruso, se está convirtiendo en el mejor aliado del partido Ley y Justicia (PiS), que ocupa el Gobierno. Desde que volviera al poder en 2015 la formación se ha embarcado en un progresivo derribo del estado de derecho en el país, un ataque constante a las instituciones y una labor esmerada por dividir a la sociedad polaca. Pero la guerra en Ucrania y el papel de Varsovia como principal rival de Putin en la Unión Europea está ayudando a Polonia a recuperar prestigio en el mundo y oxígeno en Bruselas.
Desde el inicio de esta segunda etapa del PiS en el poder, la Comisión Europea y el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) han mantenido un constante pulso con Varsovia por distintas cuestiones, pero especialmente por la reforma judicial que las instituciones europeas consideran que pone en riesgo la independencia judicial. Por eso cuando en 2020 los líderes de la Unión acordaron un mecanismo para cortar los fondos europeos a países que violaran el estado de derecho todo el mundo pensó en dos países: la propia Polonia y Hungría.
Sin embargo, cuando esta semana la Comisión Europea ha activado ya formalmente ese mecanismo lo ha hecho únicamente contra Budapest, por deficiencias en la contratación pública, corrupción, fraude y falta de transparencia o rendición de cuentas. ¿Y por qué no contra Polonia?
Hay dos razones. La primera es que el caso húngaro es mucho más burdo. El autoritario primer ministro Viktor Orbán ha utilizado fondos europeos para enriquecer a sus familiares y amigos cercanos, tejiendo toda una red clientelar a su alrededor y utilizando dinero comunitario para apuntalar su régimen. Pero es mucho más complicado establecer el vínculo entre el presupuesto comunitario y el deterioro del estado de derecho en Polonia.
La segunda razón es que Polonia ha jugado mucho mejor sus cartas y hay más tendencias en el Gobierno que en Hungría. Mientras en Varsovia algunos sectores del Ejecutivo han continuado con una agenda antieuropea, en Bruselas el presidente de la república, Andrzej Duda y el primer ministro Mateusz Morawiecki han mostrado una cara más amable. Además, el partido conoce y utiliza a su favor el mayor peso que tiene Polonia dentro de la Unión para rebajar los ataques.
Y, por último, ha surgido ese inesperado aliado: Putin. Morawiecki se ha convertido en la voz más dura contra Moscú, la que pide medidas más contundentes contra el Kremlin y la que busca dar mayores apoyos a Kiev en su lucha contra la invasión rusa. Cada vez que el primer ministro polaco atacaba al presidente ruso el PiS ganaba minutos de oxígeno en Bruselas y en el resto de capitales europeas. Sus declaraciones se cuelan en los artículos más importantes de algunos de los periódicos más relevantes del mundo, mientras los líderes más influyentes visitan Varsovia, la frontera oriental de la OTAN y, además, la capital que siempre advirtió sobre el riesgo que representaba Rusia cuando el resto del continente todavía creía en que se podía moldear al Kremlin. Además, Varsovia se distancia de Budapest por sus lazos cercanos con el Kremlin, lo que también genera simpatías en Bruselas.
Pero Polonia empezó a obtener beneficios de su enfrentamiento con Putin bastante antes de la brutal invasión de Ucrania, cuando Bielorrusia utilizó migrantes, a los que lanzaba contra las fronteras polacas, con el objetivo de desestabilizar a la Unión Europea por las sanciones impuestas contra el régimen de Minsk, que no da un solo paso sin el consentimiento de Moscú. El PiS logró el respaldo de Bruselas y del resto de socios europeos, que le dieron un apoyo cerrado a su Gobierno, el mismo que solamente unas semanas antes había llevado a su Tribunal Constitucional, con miembros afines escogidos de forma ilegal según el Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo (TEDH), a declarar la incompatibilidad de parte de los tratados europeos con la constitución polaca.
Además, Varsovia se ha dispuesto a desactivar otro de los puntos que le generaban ciertas críticas en otras capitales europeas: la cuestión migratoria. Polonia fue durante la crisis migratoria del 2015 y 2016 uno de esos países que se negaron a aceptar cuotas de los millones de refugiados sirios que habían llegado al continente huyendo de la guerra. Pero ahora el país ha abierto las puertas de par en par a más de dos millones de refugiados ucranianos.
Polonia ha sido sometida durante algún tiempo a lo que los pensadores del PiS y del conservadurismo del este de Europa consideran un aleccionamiento del flanco occidental de la Unión, encarnado por Bruselas. Ahora Varsovia siente que la lección moral ha cambiado de bando y pide al resto de capitales más valentía a la hora de enfrentarse a Moscú y apoyar a los ucranianos en su guerra de supervivencia contra la invasión rusa.
En la semana en la que Budapest ha visto cómo se activa el mecanismo de condicionalidad por el estado de derecho contra ella, Polonia puede estar tranquila: muy pocos creen en Bruselas que en estos momentos sea posible políticamente atacar al país que está abriendo camino en las posiciones frente a Rusia.
Aprovechar el momento
Algunas voces piden aprovechar el momento. El PiS ha visto que la situación ha cambiado. Hungría está cada vez más aislada y el partido ha visto en los últimos meses el beneficio de formar parte activa del núcleo duro de occidente y el precio de convertirse en un paria, como ha sido el caso de Orbán.
Hay distintos sectores dentro del Gobierno polaco. Duda, el presidente, ha estado representando las posturas que buscan volver a aproximarse a Bruselas, mientras que Zbigniew Ziobro, ministro de Justicia, representa el ala contraria, la del enfrentamiento total con la Unión Europea y desmantelamiento del sistema de justicia independiente. Pero el hombre clave es Jaroslaw Kaczynski, el viceprimer ministro y líder del PiS. La decisión que tome el fundador del partido será la que siga Polonia en los próximos años.
Por eso algunos creen que no es tanto el momento de un enfrentamiento directo con Varsovia que pueda aglutinar todavía más apoyo a los sectores euroescépticos del Gobierno, sino que ahora se trata de aprovechar el papel central que está jugando Polonia para reforzar desde fuera a aquellos sectores dentro del PiS que están buscando devolver al país al corazón de la Unión Europea.
El mayor enemigo de Polonia, Vladímir Putin, presidente ruso, se está convirtiendo en el mejor aliado del partido Ley y Justicia (PiS), que ocupa el Gobierno. Desde que volviera al poder en 2015 la formación se ha embarcado en un progresivo derribo del estado de derecho en el país, un ataque constante a las instituciones y una labor esmerada por dividir a la sociedad polaca. Pero la guerra en Ucrania y el papel de Varsovia como principal rival de Putin en la Unión Europea está ayudando a Polonia a recuperar prestigio en el mundo y oxígeno en Bruselas.
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