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La guerra en Ucrania cambia la agenda de la "remontada" de la socialdemocracia europea
Los socialdemócratas europeos han logrado frenar la sangría, pero la supuesta "remontada" afronta muchos retos. Este domingo Scholz se juega el optimismo en Renania del Norte-Westfalia
A pocas horas de que millones de franceses acudieran a las urnas para escoger al próximo presidente de la república, el periódigo Le Monde publicó una tribuna firmada por Pedro Sánchez, presidente del Gobierno español, y sus homólogos portugués, António Costa, y alemán, Olaf Scholz. Los tres líderes representan la cúpula de la socialdemocracia europea y en ese artículo estaban apoyando a un candidato, Emmanuel Macron, presidente francés, de la familia liberal. Era un llamamiento a todos los votantes de izquierdas que dudaban si acudir a las urnas. El mensaje era claro: hay que frenar a la extrema derecha, encarnada por Marine Le Pen. Y para eso, en este caso, hay que votar a un liberal.
La gran pregunta es, ¿a quién se dirigían los líderes socialdemócratas europeos? ¿A los socialistas franceses? ¿Dónde están? Anne Hidalgo, la candidata de los socialista, había cosechado solamente el 1,7% de los votos en la primera ronda. ¿Daban por hecho los líderes europeos que sus antiguos votantes galos ya estaban apostando en primera ronda por el populista Jean-Luc Mélenchon? La postal de los líderes socialistas europeos hablando a un votante que ya no está ahí es una buena muestra de la situación en los países en los que los socialdemócratas han dejado de tener opciones de Gobierno por el momento y se encuentran en mínimos históricos, como Francia o Países Bajos.
Hace solamente unos meses se hablaba de una “remontada socialdemócrata”. Tras años sufriendo una auténtica sangría tras el estallido de la gran crisis parecía que la socialdemocracia volvía a coger impulso. Sánchez estaba bien asentado en Moncloa, Scholz lograba armar una alternativa a los democristianos tras la era de Angela Merkel de la mano de Los Verdes y los liberales del FDP y, por último, Costa superó el 41% de los votos en Portugal y demostraba ser el socialista más en forma de toda Europa. El Consejo Europeo, la reunión de jefes de Estado y de Gobierno de la Unión, volvía a tener asientos poderosos ocupados por líderes socialistas.
La salida de la pandemia y el despliegue del Fondo de Recuperación dibujaba un escenario alentador por delante, con mejores datos económicos y un optimismo generalizado. Después de España, Portugal y Alemania podían venir otras victorias, como por ejemplo Italia en 2023, donde el Partido Democrático estaba aprovechando el rebufo de Mario Draghi para crecer en las encuestas y ha fagocitado electoralmente a los populistas del Movimento 5 Stelle. Sí, había inflación y problemas de suministro, pero también cierto consenso en que era un escenario pasajero. Las cosas mejorarían y los socialistas en Bruselas veían con esperanza 2024, próximas elecciones europeas.
Pero, ¿de verdad existe esa remontada de la que tanto se habló? André Krouwel, de la Vrije Universiteit Amsterdam, y Nick Martin de la Universidad de Ámsterdam, defienden que no: lo que ha ocurrido es que se ha frenado la sangría. Analizan el voto a opciones socialdemócratas en nueve ciclos electorales de cuatro años cada uno y documentan un descalabro entre el ciclo de 2002 - 2005, cuando las opciones socialistas aglutinaban el 30,9% de los votos, y el ciclo de 2014 a 2017, cuando se quedaron en el 19,7%. Desde entonces la subida en el ciclo 2018 a 2021 ha sido muy discreta: hasta el 20,3%. Si es una remontada no está siendo muy épica.
Los dos académicos también derriban otra de las ideas que apoyaba esa teoría de la remontada: que la pandemia impulsaba la agenda en la dirección de las ideas socialdemócratas. Había quedado a ojos de todo el mundo los beneficios de un Estado social fuerte, con altos impuestos y redes de seguridad. Pero los datos de los dos académicos, al comparar los resultados antes de la pandemia y los de los comicios posteriores al impacto del coronavirus muestran que el voto a opciones socialdemócratas ha caído un 1,4%, aunque es cierto que su caída es menor que la del centroderecha, que vive su particular y profunda crisis, y la extrema izquierda. Sin embargo, ambos autores identifican en el análisis de estas últimas 11 elecciones un aumento significativo de los votos por los liberales, los partidos ecologistas y la extrema derecha.
Y si la pandemia y la lucha contra sus efectos no ha dado un impulso especial a los socialdemócratas a pesar de lo que esperaban el otro gran golpe a su agenda es la desaparición del optimismo económico, los efectos de la guerra, la inflación consistente y la perspectiva de una subida de tipos de interés del BCE tan pronto como en julio, que borran por completo ese escenario de un camino cuesta abajo de cara al siguiente ciclo electoral. El terreno no beneficia ya por defecto a los socialdemócratas.
Por si fuera poco el conflicto en Ucrania tiene efectos especialmente dañinos en este sector ideológico. Se trata de un terreno más resbaladizo para la izquierda que para la derecha, como demostró el inicial titubeo español con el envío de armas o las muchas dudas del Gobierno alemán con el mismo asunto. Aunque Scholz ha dado un gran cambio al mensaje del SPD respecto a Rusia y finalmente ha empezado a encontrar su tono en esta crisis, para muchos el canciller se ha dejado mucho prestigio por el camino.
Pocos meses después de alcanzar el poder, este pasado fin de semana su partido perdió las elecciones en el estado de Schleswig-Holstein: la CDU ganó 11 puntos desde 2017 y el SPD perdió 12 puntos respecto a las anteriores elecciones. No era ninguna sorpresa, por la popularidad del candidato democristiano, pero no hay un efecto de refuerzo a los socialdemócratas por estar en el poder. Este domingo habrá otras elecciones que sí serán más importantes y en las que los democristianos y los socialdemócratas van mano a mano, las de Renania del Norte-Westfalia, que sí que servirán de termómetro para medir la actitud de los alemanes hacia el SPD. Lo que es una realidad es que las últimas encuestas apuntan a que el SPD se ha dejado casi un 6% en intención de voto desde que ganó las elecciones y que ahora las encuestas las encabeza la CDU, que ha ganado cuatro puntos en intención de voto.
Las victorias de la socialdemocracia son innegables. Hay una remontada en el número de líderes socialistas en el Consejo Europeo, que es clave para el reparto de puestos en la cúpula de la UE en 2024. No son solamente Sánchez, Costa y Scholz: están Magdalena Andersson (Suecia), Mette Frederiksen (Dinamarca), Sanna Marin (Finlandia) y Robert Abela (Malta). Pero muchas victorias son pírricas y tácticas en demasiadas ocasiones. Krouwel y Martin señalan que los socialdemócratas siguen beneficiándose de un voto táctico en el que muchos votantes moderados buscan esquivar las opciones más radicales y subrayan que en aquellos países en los que los socialdemócratas no tienen opciones de formar parte del Gobierno se encuentran en la UCI, como en Francia. Y en términos de debate europeo hay enormes diferencias entre las posturas de los socialistas nórdicos y los sureños.
Por eso esa dominación en el Consejo Europeo es débil: porque muchas de las victorias son tácticas, derivadas de un puro proceso de descarte. Scholz ganó las elecciones en Alemania defendiendo un discurso extremadamente centrista y peleando por presentarse como el sucesor de la política tranquila de Angela Merkel, el mayor exponente del Partido Popular Europeo (PPE) en el siglo XXI. No hay, como se creía tras los buenos resultados de algunas de las últimas elecciones, un giro hacia la izquierda. Y si la socialdemocracia de verdad quiere dominar Bruselas en 2024 necesitará más que victorias tácticas y pírricas: necesita un discurso europeo y una agenda adaptada a una situación que ya no les favorece por defecto.
A pocas horas de que millones de franceses acudieran a las urnas para escoger al próximo presidente de la república, el periódigo Le Monde publicó una tribuna firmada por Pedro Sánchez, presidente del Gobierno español, y sus homólogos portugués, António Costa, y alemán, Olaf Scholz. Los tres líderes representan la cúpula de la socialdemocracia europea y en ese artículo estaban apoyando a un candidato, Emmanuel Macron, presidente francés, de la familia liberal. Era un llamamiento a todos los votantes de izquierdas que dudaban si acudir a las urnas. El mensaje era claro: hay que frenar a la extrema derecha, encarnada por Marine Le Pen. Y para eso, en este caso, hay que votar a un liberal.
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