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Las sanciones a Rusia ponen ante el espejo a la monarquía absoluta del Consejo Europeo
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Nacho Alarcón

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Las sanciones a Rusia ponen ante el espejo a la monarquía absoluta del Consejo Europeo

Los efectos secundarios de las sanciones contra Rusia deberían servir para que los líderes europeos reflexionen sobre la necesidad de ser más transparentes en sus decisiones

Foto: El presidente del Consejo Europeo, Charles Michel. (Reuters/Violeta Santos Moura)
El presidente del Consejo Europeo, Charles Michel. (Reuters/Violeta Santos Moura)
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A las 11 horas y 12 minutos del 25 de febrero, un día después de que el presidente ruso, Vladímir Putin, diera la orden de invadir Ucrania, envié un mensaje a un grupo de amigos de la infancia que viven fuera de la llamada "burbuja de Bruselas". Mi pregunta era más o menos la siguiente: "Os dicen que están barriendo a Ucrania, que están matando en bombardeos a hombres, mujeres y niños, y los presidentes de Gobierno europeos piden a la sociedad que para ahogar económicamente a Rusia, sin compasión, te prepares para dos años con altísimos precios en los alimentos y estar sin calefacción prácticamente durante esos dos años de posible recesión económica. ¿Estaríais dispuestos a eso?". Las tres respuestas, brutalmente sinceras, fueron: "No", "estaría cabreado, me costaría aceptarlo" y "que la chupen".

Aquella conversación demuestra dos cosas. La primera es que las consecuencias de un amplio régimen de sanciones no eran extraordinariamente difíciles de predecir, no estaban al alcance únicamente de grandes mentes y expertos en economía y, por supuesto, también lo estaban para los jefes de Estado y de Gobierno. Puede que fuera un escenario muy hipotético, pero era probable. La segunda es que, confrontados ante esa realidad, muchos ciudadanos, incluso algunos de los que criticaban que la Unión Europea no actuaba contra Rusia con contundencia, no habrían estado dispuestos a aceptar las consecuencias de sus propias reclamaciones. Por mucho que las sanciones sean la respuesta correcta, porque lo son.

Foto: Banco Central Ruso. (EFE/Yuri Kochetkov)

Los líderes europeos empujaron políticamente a favor de un paquete de sanciones tras otro durante las primeras semanas de guerra. Lo que Miguel Otero, experto del Real Instituto Elcano, identifica como la "histeria sancionadora". Lo hicieron hasta el punto de que había momentos en los que fuentes diplomáticas y europeas hablaban de la necesidad de guardarse munición y evitar lo que bautizaron por su parte como "fatiga sancionadora". Paquete tras paquete, se han ido adoptando medidas, dejando a los bancos rusos fuera de SWIFT, congelando activos de magnates cercanos al Kremlin y, finalmente, desconectándose de la energía rusa de forma escalonada.

Se tomaron todas estas medidas sin demasiado debate en la opinión pública, más allá del mensaje central: había que asfixiar a Rusia, había que hacerle pagar por la invasión. De hecho, respecto al conflicto en Ucrania, los pocos asuntos que han suscitado una discusión política, no solamente en España, sino también en otros países como Italia, ha sido la entrega de armas a Ucrania, justo la medida que menos impacto tiene sobre el día a día de los ciudadanos.

Si esto ha sido posible, ha sido en gran parte por una mutación del Consejo Europeo desde hace más de una década, convirtiéndose en el órgano central de la vida política europea a medida que la Unión ha tenido que ir haciendo frente a crisis que requerían decisiones políticas del más alto nivel, y no un simple proceso legislativo. Así, ha pasado de ser un foro destinado a dar orientación política a la UE a un órgano de decisión en el que los líderes de los Estados miembros prácticamente son monarcas absolutos que representan a su país sin ningún sistema de pesos y contrapesos. Nada de lo que sale del Consejo Europeo se revierte.

placeholder La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. (EFE/Stephanie Leoco)
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. (EFE/Stephanie Leoco)

Hace ya semanas que se señala que el otoño será duro. Se habla de corte de suministro total por parte de Rusia, de planes de racionamiento y de contingencia, de una escalada mayor de los precios, de posible recesión. El escenario más temido en Bruselas es uno en el que la ciudadanía se revuelva contra la situación fragmentando el frente occidental ante la agresión de Moscú.

La Comisión Europea ha sido relativamente clara respecto a las consecuencias de las sanciones, señalando que requerirían fuertes sacrificios por parte de la Unión. No se puede decir lo mismo de los líderes. Ahora, con las sanciones en pleno despliegue, sí que empieza a hablarse con más claridad del precio a pagar por el apoyo a Ucrania. Y lo más importante: se empieza a explicar por qué ese sacrificio es necesario. "Muchos de los líderes se han dejado llevar por las circunstancias, y eso significa que quizás aunque supiesen que esto iba a ser costoso para nosotros, el mensaje se centró mucho en el otro lado, en lo costoso que iba a ser para los rusos", explica Otero.

Foto: Funeral celebrado en Kiev. (EFE/Oleg Petrasyuk)

Explicar las sanciones habría ayudado a hacer entender cuáles eran las consecuencias reales de las mismas, y cuáles no. Por ejemplo, la amenaza de una hambruna global solamente se debe al bloqueo de los puertos ucranianos, que hasta ahora ha mantenido Moscú como un arma de presión, y no a las sanciones europeas. Otros males económicos que quitan el sueño a las sociedades europeas no tienen conexión con las sanciones. Y, en todo caso, las sanciones solamente tienen un culpable último: Rusia. Es ella la que ha invadido a un país soberano. El encarcelamiento de un delincuente no es culpa de un juez, es consecuencia directa de sus actos.

Otero subraya que, en caso de que Europa esté totalmente convencida de que Ucrania tiene que ganar la guerra, y que este es un objetivo que es también europeo, los líderes deberán enviar el mensaje claro de que la Unión debe hacer todo lo necesario para que Kiev venza, desde sacrificios de los ciudadanos hasta un plan de inversión para financiar al país y modernizar su ejército y los de los Veintisiete.

La situación debería servir para que los jefes de Estado y de Gobierno reflexionen respecto a la responsabilidad que tienen cuando se sientan en el Consejo Europeo para que haya una mayor conexión entre el debate nacional y lo que deciden cuando vuelan a Bruselas. Los líderes no pueden estar sujetos a pesos y contrapesos en su país y convertirse en monarcas absolutos en la capital comunitaria. El argumento tradicional a favor del Consejo Europeo es que es el órgano que representa a los gobiernos elegidos por los ciudadanos, de ahí emana su legitimidad democrática. Y es verdad. Pero a nivel nacional los líderes están sometidos a una serie de controles que no tienen que asumir cuando están en Bruselas.

Foto: El eurodiputado del Partido Popular Javier Zarzalejos. (EFE/Rodrigo Jiménez)

La institución debe ser más transparente y los líderes ser conscientes de que están ocupando el órgano más poderoso de Europa. En el caso español, por ejemplo, los presidentes del Gobierno podrían empezar a informar sobre los Consejos Europeos y las posturas que van a adoptar antes de que se celebren, y no días o incluso semanas después, como se suele hacer.

Aplicar sanciones a Rusia es lo correcto. Incluso con todos los sacrificios que requerirán, que serán muchos, pero siempre menores que los que están teniendo que hacer los ciudadanos ucranianos. Europa debe defender a Ucrania, salvo que se quiera que el mundo descienda en una espiral de violencia, de ruptura del derecho internacional y de la ley del más fuerte. El hecho de que defenderlo vaya a doler es lo único que le da credibilidad a la promesa europea. Pero de nada sirve si los ciudadanos no son partícipes del debate en el que se toma esa decisión.

A las 11 horas y 12 minutos del 25 de febrero, un día después de que el presidente ruso, Vladímir Putin, diera la orden de invadir Ucrania, envié un mensaje a un grupo de amigos de la infancia que viven fuera de la llamada "burbuja de Bruselas". Mi pregunta era más o menos la siguiente: "Os dicen que están barriendo a Ucrania, que están matando en bombardeos a hombres, mujeres y niños, y los presidentes de Gobierno europeos piden a la sociedad que para ahogar económicamente a Rusia, sin compasión, te prepares para dos años con altísimos precios en los alimentos y estar sin calefacción prácticamente durante esos dos años de posible recesión económica. ¿Estaríais dispuestos a eso?". Las tres respuestas, brutalmente sinceras, fueron: "No", "estaría cabreado, me costaría aceptarlo" y "que la chupen".

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