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Trump, el héroe del covid: por qué su contagio es consecuente con el relato
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Trump, el héroe del covid: por qué su contagio es consecuente con el relato

Una de sus portavoces, Erin Perrine, lo enunció en Fox News: Trump “tiene experiencia como comandante en jefe, como empresario; y ahora combatiendo el virus como persona”

Foto: Donald Trump. (Reuters)
Donald Trump. (Reuters)
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La enfermedad de Donald Trump ha sido recibida con un punto de ironía por buena parte del electorado estadounidense. El hombre que quitó importancia varias veces a la pandemia, que ya quería reabrir las iglesias en abril, que rara vez se ha puesto mascarilla, que sugirió inyectarse lejía y que ha celebrado mítines repletos de gente, algunos de ellos en espacios cerrados, habría recibido un baño de realidad. Una venganza del destino en plena recta final de las elecciones presidenciales.

La mayoría de medios de comunicación han elaborado resúmenes de la actuación del presidente en los últimos seis meses y nos han recordado las cifras que acompañan su gestión. Entre ellas, que los estadounidenses, pese a representar únicamente un 4,3% de la población mundial, han padecido más del 20% de las muertes de covid-19 en todo el planeta: 210.000 fallecidos. Y subiendo.

Foto: Donald Trump, en la Casa Blanca tras abandonar el hospital. (Reuters)

La visión en el campo conservador, como suele suceder, es bien distinta. Una vez más, lo que para un progresista es un castigo divino o, al menos, un irónico fracaso, para el seguidor de Trump es una cicatriz. Igual que las bancarrotas, los litigios, las peleas con la prensa o las investigaciones de sus impuestos, el haber enfermado de covid-19, en cierto modo, sería una medalla. Una muestra más de que el presidente es un guerrero, un gladiador en la arena. Alguien que no teme a los jueces, ni al 'establishment', ni a China ni tampoco al coronavirus.

Los cimientos del populismo

El propio Trump ha incidido en esta idea en los vídeos que grabó desde el hospital Walter Reed, antes de recibir el alta este lunes. En el primero, colgado el sábado, dijo que le habían sugerido encerrarse en la Casa Blanca para evitar al virus, pero eligió no hacerlo. “Tengo que estar al frente. Esto es América”, declaró. “Como líder, tienes que afrontar los problemas; nunca ha habido un gran líder que no haya hecho eso”. En el segundo vídeo, publicado el domingo, Trump dijo haber “aprendido mucho” del covid por haber ido a la “verdadera escuela, no a la escuela de leer libros”.

Lo que importa es la experiencia vital, la sabiduría de quien tiene las manos en la masa y de quien se ha bregado con la realidad

Este es un pilar básico del populismo, uno de sus cimientos: lo que importa no es lo que digan unos tipos con gafas en alguna universidad de la Costa Este; lo que importa es la experiencia vital, la sabiduría de quien tiene las manos en la masa y de quien se ha bregado con la realidad. La sabiduría sencilla y milenaria del pueblo llano.

Una de sus portavoces, Erin Perrine, lo enunció claramente en Fox News: Trump “tiene experiencia como comandante en jefe, tiene experiencia como empresario; tiene experiencia, ahora, combatiendo el virus como persona”, declaró. “Son experiencias de primera mano. ¿Joe Biden? Él no las tiene”.

Paseíllo de Trump para demostrar que se encuentra bien

Lo que puede parecer —y en parte es— una táctica rápida para montar un relato favorable a Trump, tiene unas raíces más profundas. Esta actitud entre desafiante y descuidada respecto al virus ha sido una constante en los círculos conservadores desde el principio de la pandemia. Desde Florida hasta Arizona o Iowa, todos ellos estados en manos republicanas, el confinamiento ha sido más limitado que en los bastiones demócratas de California y Nueva York, por ejemplo. Incluso cuando el virus golpeó fuerte en el sur, durante el verano, las restricciones no fueron totales y se están levantando completamente. Tal es el caso de Florida.

La esencia del debate, como en el resto de países del mundo, ha sido el equilibrio entre la salud pública y la economía. O, lo que es lo mismo, el equilibrio entre la acción decisiva del Estado, en una visión más colectivista propia de la izquierda, y el respeto a los derechos de los ciudadanos: la visión individualista y partidaria de no tocar las libertades económicas que suelen valorar los conservadores.

Uno de los políticos que lo plantearon de manera más cruda, al principio de la pandemia, fue el vicegobernador de Texas, Dan Patrick, de 69 años. El republicano dijo estar dispuesto a sacrificarse por el bien del país: por su normalidad, por su buena marcha económica. “Nadie me llamó para preguntarme, como ciudadano de la tercera edad, ¿estás dispuesto a poner en juego tu supervivencia a cambio de mantener la América que amamos para nuestros hijos y nietos? Si ese es el canje, yo lo acepto”. Patrick prefería morir a coartar la libertad de empresa y hundir la economía.

Pese a todos los positivos de los últimos días, la mascarilla sigue siendo una elección individual en la Casa Blanca

Uno puede pensar que esto es politiqueo, y probablemente tenga buena parte de razón, pero las posiciones de estos republicanos parecer estar respaldadas tanto por las palabras como por las acciones. Por ejemplo: ahora que los infectados se multiplican en lo más alto de la Casa Blanca, a raíz de los actos sin mascarilla ni distancia social, esta sigue sin obligar a sus empleados a taparse la cara. Sigue siendo una elección individual. Una opción que, pese a que está probado que funciona, no depende de la autoridad del Estado. Depende de cada individuo.

Si uno sigue la cobertura y las columnas de opinión que emanan de los canales y periódicos de tendencia progresista, parecería que los republicanos han aprendido la lección y que, a partir de ahora, se van a poner mascarilla siempre y no le van a dar un abrazo a nadie. Pero no parece ser el caso. Uno de los senadores que han dado positivo, Ron Johnson, sigue diciendo que la mascarilla es una cuestión de “responsabilidad individual”. Johnson, de 65 años, está en cuarentena.

El contagio de Trump, por tanto, es consecuente con este relato. Él pidió a los ciudadanos que no se dejaran llevar por el pánico (en ocasiones, como desveló el periodista Bob Woodward, ocultando la gravedad de la pandemia). Al mismo tiempo, ha refrendado sus palabras con el hecho de que él mismo ha estado ahí, reuniéndose con gente, dando discursos, acudiendo a fiestas. Como un norteamericano más. La infección solo es el precio que él estaba dispuesto a pagar.

Los medios conservadores, como 'The Federalist' (financiado por un donante de Trump), profesan esta visión y acusan a los progresistas de causar pánico. Según el gubernamental Centro de Control de Enfermedades, de acuerdo a un estudio publicado en 'The Lancet', las posibilidades de supervivencia al covid en pacientes de más de 70 años siguen siendo superiores al 90%. Sobre todo cuando uno tiene la mejor atención médica del planeta, como le sucede al presidente (aunque, en su caso, el hecho de que es técnicamente obeso puede hacerlo más vulnerable).

El ejecutivo de las relaciones públicas Bob Brody, que escribe en 'The Wall Street Journal', dice que Donald Trump tiene la oportunidad de convertirse en un “campeón” de la lucha contra el covid, ya que la enfermedad le daría la autoridad necesaria para que se valore su opinión. “Puede transformarse en un importante abogado de la responsabilidad individual para combatir la pandemia”, dice Brody. “No solo sería un inteligente movimiento político, sino también un servicio monumental a la nación, clínica y económicamente”. Nadie es más persuasivo que “un individuo, particularmente un famoso, que encarne una condición particular”. Y pone el ejemplo del entrenador de fútbol americano Dan Reeves, que tras recuperarse de un cuádruple 'bypass' se convirtió en la estrella de la divulgación contra el colesterol.

Pero no hace falta que ningún experto en relaciones públicas le diga al 'showman' cómo tiene que gestionar su imagen. Al anunciar por Twitter que la misma tarde del lunes le darían de alta, el presidente de EEUU ya estaba manos a la obra, dando consejos a sus compatriotas: “No tengáis miedo del covid. No dejéis que domine vuestra vida”, declaró, como si lanzase un dardo a los criticados confinamientos demócratas. “¡Me siento mejor que hace 20 años!”.

La enfermedad de Donald Trump ha sido recibida con un punto de ironía por buena parte del electorado estadounidense. El hombre que quitó importancia varias veces a la pandemia, que ya quería reabrir las iglesias en abril, que rara vez se ha puesto mascarilla, que sugirió inyectarse lejía y que ha celebrado mítines repletos de gente, algunos de ellos en espacios cerrados, habría recibido un baño de realidad. Una venganza del destino en plena recta final de las elecciones presidenciales.

Joe Biden
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