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Sala 2 | El 'teatro político' del juicio a Trump

Los demócratas no cuentan con los votos necesarios en el Senado, por lo que el 'impeachment' se convertirá en una escenificación partidista de ambos bandos

Foto: Congresistas demócratas abandonan el Senado tras trasladar el artículo de 'impeachment' contra Donald Trump.
Congresistas demócratas abandonan el Senado tras trasladar el artículo de 'impeachment' contra Donald Trump.
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Es un martes cualquiera y Estados Unidos se dispone a presenciar el segundo juicio político en un año. La iniciativa demócrata de imputar al expresidente Donald Trump, acusado de incitar a la insurrección el pasado 6 de enero, hace que el republicano sume la mitad de los cuatro procesos de 'impeachment' que se han hecho en la historia del país. Un testimonio más de la fragmentación política y de las profundas e inciertas grietas sociales que sufre la primera democracia del mundo.

El fundamento de lo que veremos en los próximos días sigue siendo ese: que no hay consenso por ningún lado. Todos los senadores republicanos menos cinco declararon la semana pasada que consideran este juicio inconstitucional, por dos motivos: el primero, que Trump ya no es presidente. El segundo, que el magistrado jefe del Tribunal Supremo, John Roberts, ha rechazado oficiar el jucio; una responsabilidad que recaerá sobre el senador demócrata Patrick Leahy.

Estos argumentos legales han sido ampliamente cuestionados por expertos constitucionalistas tanto en la prensa progresista como en la conservadora. Pero, desde el punto de vista práctico, da igual. Lo que importa es que los demócratas no van a tener los 17 votos republicanos que necesitan para condenar al expresidente e inhabilitarlo para evitar que se presente en 2024.

Foto: Donald Trump. (Reuters) Opinión
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La división política en el Congreso no es más que un reflejo en la división política en las calles. Desde que Donald Trump lanzó su campaña presidencial en 2015, todas las encuestas de opinión, sobre sus propuestas, su gestión o su mera figura, han arrojado una y otra vez las mismas proporciones. Seis de cada 10 norteamericanos lo detestan y cuatro de cada 10 lo apoyan. Estas proporciones solo se movieron discretamente (un 10%) a raíz del traumático asalto al Capitolio, pero parece que desde entonces se han recuperado. Una encuesta de Ipsos y ABC News refleja que el 54% de los estadounidenses respalda condenar a Donald Trump. Mientras un 45% se opone. Porcentajes idénticos a los que vemos en el Senado.

La partida se juega en un paisaje de trincheras emocionales, y es ahí donde se centrará el equipo legal de Donald Trump: en convencer a la acusación y a la opinión pública de que condenar al expresidente no solo es inútil, sino también dañino para la convivencia y la paz social. Cuatro de cada 10 ciudadanos simpatizarán con él sí o sí, así que atacarlo cuando ya ni siquiera tiene el poder solo amargará aún más los ánimos. Por eso han calificado el proceso de “teatro político” demócrata.

“En lugar de actuar para curar a la nación, o al menos centrarse en encausar a los delincuentes que asaltaron el Capitolio, la presidenta de la Cámara [Nancy Pelosi] y sus aliados han intentado aprovechar descaradamente el caos del momento por su propio beneficio político”, escriben Bruce Castor Jr, David Schoen y Michael Van der Veen, los recién contratados abogados de Trump. El hecho de que Trump ya no sea presidente y de que la Cámara Baja lo imputara con relativa celeridad sería “una clase maestra en el arte del oportunismo político”.

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Las palabras de la defensa inciden en una percepción muy común entre los conservadores: la idea de que los demócratas necesitan a Donald Trump como punto de apoyo de su discurso. Una manera de azuzar a sus bases mediante el continuo vapuleo de aquel a quien consideran la encarnación de todos los males del universo, desde la misoginia al racismo o la corrupción. Un demonio que detestan, pero que necesitan para pintarse como salvadores de las esencias democráticas. La presunta conspiración rusa, el primer 'impeachment' y otros escándalos incontables encajan en esta narrativa, como también lo hace el juicio político que comienza hoy.

Algunas voces progresistas, como la del politólogo experto en autoritarismos, Yascha Mounk, habían advertido contra el 'impeachment'. Cuando Trump seguía en la Casa Blanca, Mounk dijo que el proceso de destitución podría ser contraproducente. Una manera de seguir reforzando el aura de Trump como un mártir del pueblo. Un campeón de la "Middle America" al que las élites urbanas y de Washington no han dejado de perseguir para evitar que cambiase las cosas, que sacudiese el sistema. El mejor antídoto sería dejar que se difumine en nuestra memoria y caiga en el olvido.

La defensa argumentará también que las palabras de Trump el 6 de enero, en las que incitó a “marchar” sobre el Capitolio y a dar una lección a los “republicanos débiles” que habían rechazado su mentira del fraude electoral, estarían amparadas por su derecho a la libertad de expresión. Igual que la lluvia de bulos que empezó a diseminar la misma noche de las elecciones del 3 de noviembre.

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Los medios más conservadores, como Fox News o Townhall, tratan de hacer todo tipo de equivalencias para restar gravedad a los sucesos del 6 de enero. Recuerdan que, durante el verano de 2020, multitud de líderes demócratas y de los medios afines quitaron hierro a la violencia que sacudió decenas de ciudades tras el asesinato de George Floyd a manos de la policía.

Los abogados de Trump tienen previsto responder a los vídeos del asalto al Capitolio con metraje de encapuchados izquierdistas quemando negocios o golpeando a personas indefensas en varias manifestaciones. “Hay muchos vídeos de ciudades ardiendo y tribunales siendo atacados y agentes federales siendo asaltados por alborotadores en las calles, animados por demócratas de todo el país”, dijo a Fox News Bruce Castor Jr, uno de los letrados de expresidente. “Si mis ojos le parecen un poco rojos a la audiencia, es porque he estado viendo muchos vídeos”.

Pese a que el juicio acabará probablemente en nada, los demócratas consideran que Trump debe de ser castigado como señal para las generaciones venideras: una manera de recalcar que la transición pacífica de poder es sagrada y que aquellos que la traten de violar tienen que pagar el precio. El hecho de que el mandato de Trump concluyese el 20 de enero no tiene, en comparación, ninguna importancia.

Los progresistas quieren un proceso rápido que no maniate al Senado ni impida las reformas de la Administración Biden que tienen que ser aprobadas. Durante el primer 'impeachment' a Trump, en enero de 2020, los demócratas estudiaron en detalle la ordalía a la que fue sometido Bill Clinton en el caso Lewinsky; necesitaban comprender y actualizar una acción que se había dado muy pocas veces en la historia. Ahora, sin embargo, tienen la estrategia fresca. Según 'The New York Times', la acusación va a ser breve y colorida, llena de momentos mediáticos y vídeos del asalto. Una serie de argumentos que probablemente se topen con la superficie granítica, inconmovible, de la opinión pública estadounidense.

Es un martes cualquiera y Estados Unidos se dispone a presenciar el segundo juicio político en un año. La iniciativa demócrata de imputar al expresidente Donald Trump, acusado de incitar a la insurrección el pasado 6 de enero, hace que el republicano sume la mitad de los cuatro procesos de 'impeachment' que se han hecho en la historia del país. Un testimonio más de la fragmentación política y de las profundas e inciertas grietas sociales que sufre la primera democracia del mundo.

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