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La acción humanitaria en una guerra

Las organizaciones con principios firmes no se mueven con los focos de las cámaras. Se mueven con y por el sufrimiento humano. Allá donde esté

Foto: La ayuda a los niños es esencial en la acción humanitaria.
La ayuda a los niños es esencial en la acción humanitaria.

Este artículo está inspirado en una foto del equipo humanitario de Unicef en Ucrania, amaneciendo tras una noche más en el Metro de Kiev, al refugio de las bombas.

Tras despachar mensajes y organizarse en improvisadas oficinas, las más de 100 personas de Unicef dentro del país salen a calles y carreteras. Desde varias bases que cambian de ubicación, profesionales que trabajan codo con codo con organizaciones locales ucranianas dedican su energía a suministrar material sanitario y quirúrgico esencial a maternidades y hospitales infantiles, proveer de agua potable a la población, dar apoyo psicosocial a niñas y niños traumatizados por la violencia y mantener el contacto con centros donde residen los más de 90.000 menores tutelados. Su compromiso con la infancia de Ucrania se lleva al límite, se ve en el gesto hacia un recién nacido y su madre. Un sentido profundo de fraternidad con la población civil que sufre la guerra.

He conocido a muchas personas que se dedican a la acción humanitaria en situaciones extremas de conflicto y desastre. Sea con las agencias de Naciones Unidas: Unicef o Acnur, con la Cruz Roja, las agencias públicas como nuestra Aecid, las grandes ONG internacionales como Oxfam o MSF, o las religiosas como el Servicio Jesuita a Refugiados. Con las excepciones que siempre existen en cualquier grupo humano, sé que son gente extraordinaria que representan los valores más altos de la dignidad frente a la barbarie de la guerra.

Se trata de equipos altamente profesionales. La vocación por salvar vidas en situaciones críticas exige la mejor formación y una experiencia decantada en áreas que van de la salud a la nutrición, pasando por la protección, la logística o la ingeniería de agua y saneamiento. Todo ello sumado a una estricta preparación general para la acción humanitaria y lo que esta supone. No deja de sorprenderme cómo a nadie se le ocurriría pilotar un avión o dirigir una cadena de supermercados sin haberse formado para ello, mientras que cualquiera se anima a actuar en crisis humanitarias de alta complejidad que requieren experiencia y preparación.

Foto: El conductor del autobús colocando las cajas de ayuda humanitaria en el maletero. (A.F.)

Las organizaciones con principios firmes no se mueven con los focos de las cámaras. Se mueven con y por el sufrimiento humano. Allá donde esté. Claro que las vemos ahora en Ucrania, como están en Afganistán, en el terremoto de Nepal, las fronteras de México y otras emergencias con alto seguimiento mediático. También en Siria y en Irak cuando hubo cámaras. Y ahora, cuando no las hay. Se juegan la piel en la bombardeada Járkov como lo hicieron en las arrasadas Alepo y Mosul. Tuve el privilegio de visitar la República Centroafricana, país en conflicto, olvidado por todos salvo por las organizaciones humanitarias que no se han separado de esa tierra doliente ni un minuto. Aunque no haya un líder global ni una noticia que aliente a quienes comparten el dolor en silencio.

placeholder Foto: Unicef.
Foto: Unicef.

Algunas de estas organizaciones estaban ahí cuando la crisis llegó. UNICEF lleva 25 años en Ucrania, incluyendo los ocho últimos de conflicto en el Donbás. De hecho, la relación establecida con los municipios antes de la emergencia ha facilitado la identificación y el apoyo a los niños, niñas y familias más vulnerables, incluidos aquellos que residen en instituciones.

Foto: Pablo y su mujer están esperando a que Carolina pueda salir de Ucrania. (Cedida)

Las organizaciones humanitarias estaban en todos los países asiáticos impactados por el tsunami de 2004 y llevan décadas en la región del Sahel afectada por la sequía y la violencia. Tener presencia estable en un país frágil es esencial, ya que permite trabajar con la población y las entidades locales para reducir riesgos y prepararse ante las crisis que pueden venir, sea una inundación o un conflicto. Cada dólar invertido en reducción del riesgo de desastres supone un ahorro de 15 en la recuperación tras la emergencia. Lo mismo o más en sufrimiento humano. Además, cuando la crisis se abate sobre la gente, las organizaciones humanitarias activas en el país están mejor preparadas para responder, ya que conocen el territorio, tienen trabadas relaciones con las autoridades y experiencia de trabajo con las organizaciones locales, centrales por su capilaridad con la población.

El mito del hombre blanco salvador, europeo o norteamericano, como protagonista único de las emergencias, quedó en el pasado. Esto dicho con todo el respeto hacia muchos compañeros que se han dejado décadas de su vida en los lugares más duros del planeta. El grueso del personal expatriado experto presente en crisis es originario de países vecinos o de otras regiones del “sur global”, Asia, África, Oriente Medio. Cada vez hay más mujeres en puestos directivos de respuestas humanitarias y el personal local es mayoritario. Nunca olvidaré a las compañeras yemeníes de Oxfam que trabajan en las remotas bases de su país, sumido en una terrible crisis humanitaria. Ingenieras, oficiales de logística o administración, sociólogas. Son las mejores conocedoras de lo que necesita la población con la que comparten la opresión de unas autoridades que les exigen cubrirse con el nicab, viajar acompañadas y que cuestionan su compromiso en organizaciones internacionales.

Desde ciertos espacios políticos y del desarrollo, se achaca a la acción humanitaria su carácter de “tirita”, de ser la cura superficial de males estructurales que quedan sin abordar. Claro que la transformación sistémica es vital. Enfrentar el cambio climático que destroza millones de vidas hoy, revertir las injusticias en el sistema alimentario global, prevenir conflictos o contribuir a su resolución, como única forma de evitar el sufrimiento. Dicho esto, la realidad es que los niños se están muriendo en los hospitales de Ucrania, que hay millones de personas en Etiopía o Chad a las que la hambruna acecha y que no podemos quedarnos con los brazos cruzados.

Las mujeres y hombres que trabajan en acción humanitaria no son héroes, heroínas, ni pretenden serlo. Mucho menos mártires

Garantizar el derecho a la vida es la misión de la acción humanitaria que se basa en principios robustos y que cuenta con el respaldo de la legalidad internacional. De hecho, conozco pocas personas más principistas que las humanitarias, quienes reafirman su neutralidad e independencia y exigen el cumplimiento del derecho internacional humanitario. Recogido en las Convenciones de Ginebra de 1949 y ampliado después, este derecho impone obligaciones a las partes en un conflicto en relación con la protección de la población civil y de las infraestructuras esenciales para la vida, el acceso rápido y seguro a la población que lo necesita, y el respeto a quienes nunca pueden ser blanco de bombas y misiles.

Las mujeres y hombres que trabajan en acción humanitaria no son héroes, heroínas, ni pretenden serlo. Mucho menos mártires, aunque demasiadas hayan sido asesinadas, heridas o secuestradas mientras salvaban vidas. Estas semanas, cuando la guerra vuelve a Europa, siento que esta gente, como el equipo de Unicef que amanece al refugio de las bombas para ayudar a la infancia del país, representa lo mejor del ser humano. Son quienes no aceptan que un niño sufra la violencia de un bombardeo sin actuar, proteger, cuidar, sin buscar una sonrisa. La última frontera de la ética frente a las balas y los misiles. Gracias.

Este artículo está inspirado en una foto del equipo humanitario de Unicef en Ucrania, amaneciendo tras una noche más en el Metro de Kiev, al refugio de las bombas.

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