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Chema Vera

Las fronteras de la desigualdad

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La guerra, también en el Líbano

Tras crisis sucesivas, la población local y refugiada del Líbano sufre las consecuencias de un nuevo conflicto

Foto: Un refugiada en el Líbano con un bebé. (Foto cedida por UNICEF)
Un refugiada en el Líbano con un bebé. (Foto cedida por UNICEF)

Las siete plagas se abatieron sobre Egipto, pero bien podría aplicarse este pasaje bíblico al Líbano, un pequeño y bello país, crisol de religiones y culturas, con una historia compleja de implicaciones difíciles de comprender. Acabo de visitarlo con el equipo local de UNICEF ocupado ahora, entre otros muchos afanes, en ayudar a la infancia desplazada por el conflicto entre Israel y Hezbolá en el sur del país.

A las varias guerras civiles, la última en 2006, se sumó la hecatombe financiera de 2019 de severas consecuencias económicas para toda la población, salvo para una minoría que sacó su capital antes del colapso bancario. El covid y la explosión en el puerto de Beirut en 2020 ahondaron en la inestabilidad y el incremento de la pobreza. Un reciente estudio del Banco Mundial concluye que esta se triplicó en la última década, alcanzando al 44% de la población y al 87% en el caso de las familias refugiadas sirias.

La crisis económica corre pareja con la inestabilidad política. El país lleva dos años con un Gobierno en funciones siendo incapaces los tres grandes grupos religiosos, chiitas, cristianos y suníes, de ponerse de acuerdo. La guerra en la frontera sur dificulta la recuperación y una mínima estabilidad. Dicho esto, la ciudad de Beirut mantiene su ritmo vibrante y su capacidad emprendedora. Lo que hace falta es un gobierno que priorice la inversión de los escasos fondos públicos en los servicios sociales como la educación, salud y agua, que sufrieron cortes draconianos con la crisis financiera. También falta la paz.

La presencia de refugiados en el país es abrumadora y exigente. Por más que hayan sido acogidos por el Líbano tras escapar de guerras y persecuciones, los refugiados palestinos y sirios, especialmente los segundos, no tienen una ciudadanía plena que les permita desarrollar sus vidas con normalidad.

Pese a que muchos han salido, aún quedan más de 200.000 refugiados palestinos en el Líbano

A pesar de que muchos han salido del país, aún quedan más de 200.000 refugiados palestinos en el Líbano. Sus padres y abuelos llegaron hace 75 años cuando fueron expulsados de sus tierras tras la creación del Estado de Israel. Se asentaron en tiendas dentro de campos de refugiados, que se fueron consolidando y ya son barrios aislados en ciudades, con su propio sistema de seguridad y unas condiciones materiales lamentables. La pobreza se siente cómoda en ellos.

UNICEF trabaja desde hace décadas con la infancia palestina refugiada, generación tras generación, velando por la protección de los niños y niñas frente a la violencia, por su educación desde edades tempranas, por un cuidado que les permita crecer. Conversamos con un grupo de jóvenes universitarias palestinas en un inglés perfecto, que estudian ingenierías, medicina o pedagogía, y que apenas pueden pagar el transporte a sus facultades. Sus expectativas de encontrar trabajo son escasas ya que el Gobierno solo permite que los palestinos tengan empleo en unas pocas profesiones. Tampoco pueden tener viviendas en propiedad, ni pasaporte al no contar con nacionalidad, ni libanesa ni ninguna. 75 años después, estas son las consecuencias de ser expulsados de su casa, sus tierras y su país.

placeholder Foto cedida por UNICEF.
Foto cedida por UNICEF.

Quiero destacar el cariño con el que las familias palestinas nos recibieron en el campo de Burj Barajneh, también a mi colega de Irlanda, a los pocos días de que España, Irlanda y Noruega reconocieran al Estado de Palestina.

Con “tan solo” una década en el Líbano, los 1,5 millones de refugiados sirios, que huyeron de la terrible guerra en su tierra, están en una situación si cabe más vulnerable que los palestinos. Merece la pena pararse en la proporción a la hora de considerar si recibimos muchos migrantes y refugiados en Europa. Líbano tiene 4 millones de habitantes y la extensión de la provincia de Huelva. Ese número de sirios equivale a que a España llegaran 18 millones de refugiados. Esto sí es un desafío gigante.

Hay 700.000 niños y niñas sin escolarizar en el Líbano, la mayoría sirios. UNICEF apoya su educación a través de programas no formales

Visitamos uno de los miles de asentamientos de familias sirias en el que 40 de ellas malviven en chabolas y tiendas desde hace una década. La mayoría de sus niños no están escolarizados y los padres no pueden trabajar formalmente, por lo que son los pequeños quienes traen el sustento a casa trabajando en los campos en lugar de estar estudiando matemáticas. El gobierno libanés no permite que los asentamientos cuenten con infraestructuras estables de luz, agua y saneamiento, confiando en una marcha de los refugiados sirios del país. Pero ¿a dónde van a ir? ¿A su país aún con zonas en guerra, devastado económicamente y donde se vulneran los derechos humanos de forma recurrente? ¿A Europa por mar? Muchos han muerto ya en ese intento.

Hay 700.000 niños y niñas sin escolarizar en el Líbano, la mayoría sirios. UNICEF apoya su educación a través de programas no formales que facilitan el aprendizaje esencial y son un puente hacia la entrada en el sistema formal. Cabe indicar que la multiplicación de crisis y conflictos, y la reducción de fondos por parte de algunos gobiernos donantes, hace que la financiación de programas esenciales para la infancia en el Líbano se encuentre en riesgo. Hay mucho en juego para aceptar esta reducción de fondos sin clamar por su necesidad.

placeholder Foto cedida por UNICEF.
Foto cedida por UNICEF.

A esta compleja situación económica y social se suma ahora la guerra en el sur del país. Desde el 7 de octubre, las frecuentes hostilidades entre Hezbollah, la milicia chiita, e Israel han escalado al estado de guerra abierta, con lanzamiento cruzado de misiles, drones y bombas. En ambos lados de la frontera hay miles de familias que se han visto forzadas a huir de sus casas y tierras. En el caso del Líbano, casi 90.000 personas residentes en el sur, 30.000 niños entre ellas, están desplazadas a otras zonas más seguras del país. En la ciudad de Tiro, a 15 km de la frontera, visitamos un refugio temporal en una escuela que ahora comparte las aulas con 150 desplazados que viven allí.

Un joven estudiante con el que conversamos nos decía que se niega a considerar normal el sonido de los misiles cuando caen, que no puede ser, que no se quiere acostumbrar. Una persona del equipo nos contaba el caso de dos niños sirios, de 12 y 9 años, que habían huido de la guerra en su país al Líbano. Un bombardeo los mató en el campo en el que estaban trabajando. Una familia nos explicó cómo las bombas incendiaron sus tierras y cosechas.

Esto es la guerra. Mata niños, provoca traumas, destroza granjas, arrasa con los planes de vida

Esto es la guerra. Mata niños, provoca traumas, destroza granjas, arrasa con los planes de vida. También desestabiliza países que ya tienen retos inmensos.

El Líbano también necesita paz. Los niños y niñas libaneses, refugiados sirios y palestinos necesitan paz. Y también apoyo internacional creciente, no menguante, para vivir con dignidad y mirar al futuro con esperanza.

Las siete plagas se abatieron sobre Egipto, pero bien podría aplicarse este pasaje bíblico al Líbano, un pequeño y bello país, crisol de religiones y culturas, con una historia compleja de implicaciones difíciles de comprender. Acabo de visitarlo con el equipo local de UNICEF ocupado ahora, entre otros muchos afanes, en ayudar a la infancia desplazada por el conflicto entre Israel y Hezbolá en el sur del país.

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