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El retrato más íntimo de Manet
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Celia Maza

Las manillas del Big -Ben

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El retrato más íntimo de Manet

  Es como si se tratara de un álbum familiar. Con la peculiaridad que cada foto no sólo te muestra un rostro sino que te traslada

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Es como si se tratara de un álbum familiar. Con la peculiaridad que cada foto no sólo te muestra un rostro sino que te traslada a un escenario y te implica en la vorágine de una metrópolis moderna. El paseo te lleva por los bulevares, los salones, los almuerzos, los parques, los estudios, las casas del París que vivió el padre del Impresionismo, Édouard Manet. La Royal Academy of Arts de Londres abre hoy sus puertas a la primera gran exposición dedicada a la faceta de retratista de un maestro que desde sus inicios hasta su muerte en 1883 siempre mostró interés por la psicología humana.

Nacido en 1832 el seno de una familia acomodada y con libertad, por tanto, para elegir sin presiones los motivos de sus lienzos, el artista francés tuvo una carrera relativamente breve. La sífilis le quitó el pincel de las manos cuando sólo tenía 51 años, pero su trayectoria fue lo suficientemente intensa como para cambiar el curso de la pintura europea.

Titulada Manet: Portraying Life (Retratando la vida) la muestra se convierte en una oportunidad única de ver algunas de las mejores obras de un maestro cuyos lienzos, que constituyen el punto clave de muchas colecciones, rara vez suelen prestarse.

“Fue el primero que utilizó figuras reconocibles en escenas de la vida diaria. Ésta era su manera de asegurarse de que reproducía con fidelidad la vida moderna, lo que respondía a su ansía por satisfacer los requisitos del Realismo, movimiento al que se adscribía”, explica la comisaria Maryanne Stevens.

Uno de los óleos que mejor refleja este planteamiento es La Musique aux Tuileries (1982), cuadro que  merece sala propia. La obra reúne los retratos de pintores, críticos de arte y personalidades de la sociedad parisina de la época en un acto social celebrado en un jardín donde Manet aparece también "como maestro de orquesta" en la parte izquierda. 

Otro de los cuadros más destacados es Le Déjeuner dans l'atelier (1868), cuyo principal modelo es Léon, el hijo ilegítimo de la esposa del artista, la holandesa Suzanne Leenhoff, musa en gran parte de sus lienzos. Stevens describe la obra como "una de las más enigmáticas y misteriosas de la carrera del pintor". La exposición repasa también las últimas obras del francés que, tras sufrir la enfermedad que finalmente acabó con su vida, cambió el óleo por el pastel.

La mayoría de las escenas cotidianas capturan los pasatiempos de la burguesía francesa y la modernización del país al que retrató con técnicas, enfoques y puntos de vista que chocaron a la crítica del momento. Es más, su trabajo llegó a ser rechazado por el Salón, la exposición anual de la Academia de Bellas Artes de París, en 1866. El episodio hizo que sus amigos se volcaran en él, mostrándole todo su apoyo. Fue el caso de Émile Zola, cuyo retrato también se muestra al público. El escritor sostiene en la mano un libro dedicado a Goya y Velázquez, dos de los artistas más admirados por Manet.

La exposición hace hincapié en la obsesión del pintor por difuminar el límite entre la pintura de género -aquella dedicada a las representaciones de la vida cotidiana- y el retrato, donde acentúa la individualidad física y psicológica. Sus imágenes capturan ese momento de transición en el que el modelo deja de ser estudiado por su apariencia para convertirse en un agente activo de un mundo esencialmente contemporáneo. La modernidad y sobre todo, la autenticidad, llevan en sello en cada obra.

Manet era fundamentalmente impredecible. Cada nuevo trabajo representaba una ruptura con lo que había hecho antes. Por otra parte, no sólo eligió temas contemporáneos -bicicletas, vías férreas y trajes de moda- sino que además los mostraba enfáticamente de maneras diferentes. Siempre con el objetivo de captar inmediatez, como si se tratara de una fotografía. 

Aunque el particular álbum comienza con los retratos de su seres más cercanos, después el círculo se abre para incluir a los miembros de la sociedad intelectual con los que el pintor se relacionaba: Antonin Proust, Émile Zola, Mallarmé Stéphane, Monet, Renoir

La exposición constituye una oportunidad única para descubrir a quien fue primer modernista y último de los grandes maestros de la tradición académica. Un artista que se adaptó a la pincelada de Velázquez con la misma facilidad que iba desarrollando sus técnicas impresionistas. Un pintor que dominaba la delicadeza de los tonos pastel y el enfoque de Goya. Un maestro que se desenvolvía con la misma soltura con el negro que con la explosión de color. En definitiva, un pintor único.

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Es como si se tratara de un álbum familiar. Con la peculiaridad que cada foto no sólo te muestra un rostro sino que te traslada a un escenario y te implica en la vorágine de una metrópolis moderna. El paseo te lleva por los bulevares, los salones, los almuerzos, los parques, los estudios, las casas del París que vivió el padre del Impresionismo, Édouard Manet. La Royal Academy of Arts de Londres abre hoy sus puertas a la primera gran exposición dedicada a la faceta de retratista de un maestro que desde sus inicios hasta su muerte en 1883 siempre mostró interés por la psicología humana.