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Escocia, más cerca de la independencia
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Celia Maza

Las manillas del Big -Ben

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Escocia, más cerca de la independencia

  Aunque durante la Edad Media a muchos les habría gustado contar con un muro de contención, la última vez que existió una frontera entre Inglaterra

 

Aunque durante la Edad Media a muchos les habría gustado contar con un muro de contención, la última vez que existió una frontera entre Inglaterra y Escocia fue en la época de los romanos. Desde entonces, se ha podido pasar de un país a otro sin problema. Pero dentro de poco la realidad podría ser otra muy distinta porque los escoceses van a tener la oportunidad de decidir si quieren o no seguir formando parte del Reino Unido.

Este lunes, David Cameron viajará a Edimburgo para ultimar con Alex Salmond los detalles de un plebiscito que amenaza con revolucionar un statu quo de 305 años. Si todo sigue su curso, la gran pregunta se realizará en 2014.

La primera vez que se empezó a hablar en serio de un referéndum fue en mayo de 2011. Salmond, líder del Partido Nacionalista Escocés (SNP), se hacía con la mayoría absoluta en las elecciones autonómicas arrebatando el poder a los laboristas, que siempre habían dominado el norte. Era la primera vez que una fuerza nacionalista lo conseguía desde que se constituyó el Parlamento escocés en 1999. Con los escaños suficientes, el independentista podía llevar a cabo su plan: conseguir todas las competencias y controlar sus recursos económicos, eso sí, bajo el reinado de Isabel II.

El camino, sin embargo, no ha sido fácil porque al primer ministro británico le ha costado dar luz verde a la denominada Section 30, orden necesaria para transferir los poderes de la Cámara de los Comunes a Holyrood. El Propio Parlamento de Escocia no tiene el poder legal para convocar a un referéndum o declarar la independencia y por lo tanto tiene que tener el consentimiento de Downing Street. Si el referéndum de 2014 sigue el formato del de 1997 -que estableció la independencia del Parlamento escocés- se requerirá sólo el 50% de los votos emitidos.

Ahora bien. Después de muchas tazas de té (y suponemos que algún buen whisky escocés), las dos partes han llegado a un acuerdo y este lunes se podría anunciar la fecha para realizar la que será una, y sólo una, pregunta histórica.

El principal escollo en las negociaciones ha sido principalmente ese. Salmond quería introducir una segunda cuestión en la papeleta para otorgar al parlamento escocés más poderes para recaudar impuestos. Era una manera de salvarse las espaldas en caso de que el pueblo rechace el plan, pero finalmente el primer ministro ha logrado imponer su criterio y tan sólo se planteará una pregunta clara y directa para responder con un sí o con un no. Será algo parecido a lo siguiente: ¿Quiere seguir perteneciendo al Reino Unido?

A cambio, el líder tory ha accedido a que los jóvenes de 16 y 17 años puedan votar, un asunto que, según los expertos constitucionales consultados, podría suponer un problema, ya que no aparecen en el censo electoral. Desde luego que Cameron en este sentido se lava las manos y deja a Salmond que arregle él mismo todas las complicaciones.

Pero ni ampliando la horquilla parece probable que el nacionalista vaya a conseguir su objetivo. El último sondeo publicado esta misma semana por Scottish Herald mostró que sólo un 28% de los escoceses quiere desligarse de Londres.

John Cridlan, subdirector general de patronal británica CBI, no sólo ha advertido de que la mayor parte de las empresas escocesas se muestran en contra de la separación sino que ha recalcado que toda la incertidumbre que genera el referéndum hace flaco favor a la economía del país.

Para evitar precisamente eso, la inestabilidad –la peor enemiga del parqué londinense- el premier quería realizar la consulta lo antes posible, pero Salmond quiere hacerlo coincidir con el 700 aniversario de la llamada Batalla de Bannockburn –en la que los escoceses ganaron a los ingleses- con el convencimiento de que este factor le podría beneficiar.

El fenómeno de la independencia es relativamente nuevo. No existía antes de la Segunda Guerra Mundial. Su popularidad creció a partir de los setenta como respuesta a la desindustrialización y a la percepción de que el gobierno de Londres ahogaba económicamente a Escocia. Cuando el petróleo del mar del Norte comenzó a fluir, Irlanda e Islandia se convirtieron en economías ricas, y Escocia se convirtió en un pujante centro financiero. Muchos escoceses se imaginaron mejor en un Estado independiente dentro de la UE. Sin embargo, el petróleo se está acabando y la crisis de la eurozona hace que la independencia sea menos atractiva.

En cualquier caso, vale la pena preguntarse qué pasaría si finalmente Salmond se sale con la suya. El principal escollo por resolver, sin duda, la economía. Escocia podría asumir una deuda de 140.000 millones de libras y esto sin incluir los activos tóxicos que debería heredar de Royal Bank of Scotland, 187.000 millones actualmente en manos del Tesoro británico. La ecuación se simplificaría si, paralelamente, lograse el 95% de los ingresos por la explotación petrolera del Mar del Norte, como plantea el SNP. En su contra, el debate acerca de dónde acaban las aguas escocesas y dónde las inglesas.

Los partidarios de la independencia están tratando de evitar sorpresas fiscales, pero el ministro de Trabajo y Pensiones, Iain Duncan Smith, ya ha advertido que, por sí sola, Escocia no podrá afrontar la factura de 15.000 millones de libras de ayudas del llamado sistema de bienestar.

Por otra parte, está el problema de la moneda. Salmond ha explicado que el país podría abandonar sus planes de unirse al euro para continuar pagando con la libra esterlina. Insiste en que el Banco de Inglaterra seguiría siendo prestamista como último recurso y los reguladores británicos seguirían supervisando a los bancos escoceses. Pero en Londres no están por la labor de seguir en estos términos y con el azote de la crisis del euro, el reputado The Economist ha avisado de que se podría producir “una estampida de los servicios financieros hacia el sur”.

Así que Edimburgo se podría quedar desolado y más aún, sin ni siquiera el amparo de Bruselas. Y es que, a pesar de que Salmond quiso tranquilizar a los suyos diciendo que las relaciones con la Unión Europea no tendrían por qué cambiar José Manuel Durão Barroso, presidente de la Comisión, dejó muy claro recientemente que cualquier nuevo Estado-nación tendrá que solicitar de nuevo su ingreso en virtud del derecho internacional. Esto significaría que una Escocia independiente podría quedar también excluida del Acuerdo de Schengen, que permite la libre circulación sin control de pasaportes.

Las declaraciones de Barroso tuvieron lugar después de que el Partido Nacionalista Escocés decidiera gastar hasta 100.000 libras del bolsillo del contribuyente para desafiar ante un tribunal una sentencia que le ordenó revelar si poseen un asesoramiento legal que respalde sus afirmaciones sobre la permanencia en la UE.

En materia de defensa, el número de tropas y personal del ministerio con sede en Escocia estaba previsto incrementarse en los próximos ocho años hasta los 20.000 soldados, debido a la vuelta a casa de muchos de los que se encontraban en la sede de Alemania. Pero ahora los planes están en stand by mientras que Salmond echa cuentas en su presupuesto. El nacionalista insiste en que el presupuesto para defensa será de 2.500 millones de libras, comparado con los entre 1,700 millones y 2.000 de países de similar tamaño como Noruega.

No es la única cuestión que Salmond tiene que aclarar. ¿ Qué pasará con la BBC? ¿Y con el British Council? ¿Incluso con el Instituto Nacional de Meteorología? Todo está en juego y el tiempo se agota. 

 

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