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Celia Maza

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Ian Fleming, El lado oscuro de James Bond

  Ian Fleming era un periodista de mediana edad que sólo utilizaba seis dedos para escribir a máquina. El nombre de un ornitólogo americano, James Bond,

Ian Fleming era un periodista de mediana edad que sólo utilizaba seis dedos para escribir a máquina. El nombre de un ornitólogo americano, James Bond, le inspiró para su personaje. Y la historia del agente 007 es después de eso de sobra conocida. No tanto la de su creador. Sí, Fleming era un hombre de éxito. Pero también era un frustrado, un adicto al sexo, un obseso de la flagelación y un amante violento y frío que, sin embargo, no podía decir nunca que no a lo que le pidiera su madre.

El lado oscuro del escritor se mostrará sin tapujos en una serie de televisión protagonizada por Dominic Cooper. Sky Movies empezará el rodaje la próxima semana. Por supuesto el guión no cuenta con el beneplácito de la familia, pero eso parece importarle más bien poco a la productora, porque los detalles que se van filtrando en los periódicos, no sin polémica, han hecho que la serie ya esté en boca de todos.

A diferencia de otros retratos que se han emitido sobre Fleming -la mayoría de ellos maquillando los parecidos que él mismo quería mostrar con su personaje-  esta vez se quiere explotar su lado más oscuro. Se menciona, por ejemplo, que fue expulsado de la escuela militar de Sandhurst por contraer gonorrea, tras encuentros con prostitutas y que disfrutaba con la flagelación.

Pero el plato fuerte es su relación con las mujeres. Fleming siempre fue un mujeriego, pero se pone en duda si alguna vez llegó a enamorarse. Normalmente sus relaciones estaban basadas en el sexo. Utilizaba a sus parejas como puros objetos y las menospreciaba constantemente. Primero las cortejaba y, cuando lograba acostarse con ellas, las despreciaba y les pedía sin muchas contemplaciones que recogieran sus cosas y se marcharan de casa. Después, cuando estaba sólo, disfrutaba con fotografías eróticas y literatura subida de tono, material que deja a la vista en cualquier sitio para que sus conquistas no tuvieran dudas sobre sus gustos.

Su carácter tempestuoso y abusivo se analiza con mayor detalle cuando se retrata su relación con Ann Charteris, la mujer con la que acabaría casándose, en una boda en la que se sirvió ron blanco y tortuga.  La pareja vivió en Jamaica, en una casa llamada Goldeneye que fue testigo de las frecuentes peleas y episodios violentos entre ellos. “Era cruel, particularmente cruel con las mujeres. Él era un hombre muy egoísta que vivió siempre para sí mismo”, explica Douglas Rae, productor ejecutivo de la serie.

Sin embargo, se tragaba todo su orgullo cuando se trataba de su madre. Quiso cumplir todos sus deseos. Incluso llegó a romper su compromiso con una chica suiza que nunca contó con la aprobación de la señora Fleming. Pero nunca pudo convertirse en el militar con el que ella soñaba. Ni tampoco en diplomático.

Además de su vida personal, la serie –que verá la luz el próximo otoño- analiza también su faceta profesional y narra cuando, durante la Segunda Guerra Mundial, trabajó para la Inteligencia Naval e inventó una descabellada misión para engañar a los nazis. Una de sus ideas pudo haber dado lugar la operación Mincemeat, en la que se guardaron unos documentos falsos en un cadáver abandonado en una playa con el fin de engañar a los alemanes sobre los planes de los aliados para invadir Italia desde el norte de África.

Pero aparte de este episodio, Fleming tuvo una parte muy poco activa -por no decir nula- en el conflicto. A pesar de su empeño por ser un hombre de acción, no lo logró. Siempre se sintió frustrado, pegado a la mesa de su escritorio, incapaz de unirse al comando que planeaba ataques. Nunca llegó a ser el James Bond con el que soñaba. Es más, nunca fue capaz de disparar un arma con arrojo. Durante su examen en la unidad militar de elite, perdió los nervios y no pudo apretar el gatillo.

Tras contraer gonorrea, el escritor dejó la escuela militar. En 1931 consiguió su primer empleo como periodista en la agencia de noticias Reuters. Se gastaba todo su sueldo en mujeres, fiestas, alcohol, buenos trajes, gemelos y cigarros de marca “Morland & Co”.

Fleming murió en 1964. Pero su legado se ha convertido en una industria increíble que no deja de producir millones. La última película de Bond ha recaudado más de mil millones de dólares. Tiene cinco nominaciones para los Oscar.

Pero no sólo la industria del cine la que engrosa la cartera de los herederos del autor. Las casas de subastas también han encontrado su filón. De hecho, una colección de cartas que intercambiaron el escritor británico y su fiel secretaria Jean Frampton superaron en 2008 los 17.900 euros. La casa de subastas Duke's con sede en Dorchester, al sur de Inglaterra, había fijado el lote en 2.500 euros. La correspondencia revelaba la relación entre Fleming y Jean Frampton, que fue para el literato su particular señorita Moneypenny, más conocida en la gran pantalla como “M”. 

Ian Fleming era un periodista de mediana edad que sólo utilizaba seis dedos para escribir a máquina. El nombre de un ornitólogo americano, James Bond, le inspiró para su personaje. Y la historia del agente 007 es después de eso de sobra conocida. No tanto la de su creador. Sí, Fleming era un hombre de éxito. Pero también era un frustrado, un adicto al sexo, un obseso de la flagelación y un amante violento y frío que, sin embargo, no podía decir nunca que no a lo que le pidiera su madre.

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