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Eichmann contra Sanz Briz. Budapest otra vez
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José Zorrilla

Las tres voces

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Eichmann contra Sanz Briz. Budapest otra vez

En Budapest tuvo lugar uno de los mayores enfrentamientos morales de la II Guerra Mundial. De un lado estuvo el Teniente Coronel de las SS, Adolf

En Budapest tuvo lugar uno de los mayores enfrentamientos morales de la II Guerra Mundial. De un lado estuvo el Teniente Coronel de las SS, Adolf Eichmann, empeñado en llevar a los judíos a su destino de noche y niebla, y del otro Ángel Sanz Briz y a su sucesor en la Embajada de España, Giorgio Perlasca además de Raoul Wallenberg, empeñados en lo contrario.

En ese escenario urbano acaba de prohibirse una marcha motera antisemita que pretendía llamarse Dale gas: nombre y contenido repugnantes. Con tal motivo hay quienes empiezan a reclamar un reequilibrio de nuestras preocupaciones hacia el Este en lugar de fijarlas solo en el Sur. Es razonable. Sin embargo se ha de señalar que tanto la crisis del Sur como la del Este europeo traen causa de la debilidad del centro, el espacio que dejó de ser común hace ya más de mil años y que no ha conseguido todavía digerir la unidad alemana de 1870.

Si miramos lo que está pasando hoy en Europa veremos que, en clave mitigada, no es algo muy distinto a lo que sucedió en los años treinta del S. XX. Cuando el centro flaquea, la periferia se rompe. Recordemos: Oliveira Salazar en Portugal, Guerra Civil en España, dictadura de Metaxas en Grecia, Cruces de Hierro en Rumanía, dictadura de Boris I en Bulgaria y del Almirante Horthy en Hungría.

Para evitar la repetición de esas barbaridades, precedidas por la carnicería de la I Guerra Mundial, Francia y Alemania decidieron convertir su enemistad estratégica en amistad, igualmente estratégica, y crearon en 1951 la Comunidad Europea del Carbón y del Acero, (CECA), clave de bóveda del edificio comunitario.

Es un momento crítico en la historia de Europa. Se abre la disyuntiva de intentar seguir exprimiendo el viejo paradigma del Estado nación o el de abrirse a un nuevo mundo en el que Francia y Alemania superen sus fronteras, incluso las afectivas

No fue un hecho del todo inocente. Francia se negó a aceptar una Comunidad Europea de Defensa. De Gaulle, por su parte, fue contrario a la CECA por poco nacional. A tal alianza la forzaban también presiones externas. De una parte el miedo a la URSS en el Este. De otr,a la amistad USA, al Oeste.

Pero a medida que fue pasando el tiempo fueron cambiando también las condiciones objetivas.  La izquierda alemana, históricamente partidaria de una Alemania neutral como Finlandia o Austria, descubrió el Este al llegar al poder (1969) pero en clave de culpa y redención. La foto de Willy Brandt de rodillas en el ghetto de Varsovia dio la vuelta al mundo. Nadie podía imaginar que ese gesto, tan mal acogido por la derecha alemana en su momento, iba a ser una inversión de consecuencias incalculables. Cuando se rompió el Muro de Berlín y Alemania del Oeste heredó a Alemania del Este, se encontró en el Asia ex URSS con un inmenso espacio geográfico no solo lleno de inmuebles sino también de una base humana que, siendo de origen alemán, hablaba como lengua madre el ruso además  del idioma túrkico o farsi de la tierra. Ha de añadirse a ese fondo étnico la nostalgia por Alemania de muchos altos cargos- hoy de países soberanos CIS- que hicieron la mili en la República Democrática Alemana y no encontraron allí ni racismo ni hostilidad. Algunos hasta tuvieron una novia rubia. En esa parte de Eurasia nadie dispone hoy de activos semejantes.

Mientras que el paso del tiempo acrecentaba la lejanía de la culpa y fortalecía a Alemania con la herencia de la Ostpolitik y de su potente aparato productivo, Francia padecía las consecuencias de la globalización. No tanto en la economía, como nos dice interesadamente la prensa inglesa, sino en los elementos de su presencia estratégica global. Asiento en el Consejo de Seguridad, industria militar propia y fuerza nuclear, que se lleva el 50% de su presupuesto militar.

Se añade a todos estos factores debilitadores del pacto original el giro de los EEUU hacia el Pacífico, en absoluto debido a forward thinking sino a estadísticas demoledoras para nosotros. Tenemos un sexto de la población de Asia y ya menos PNB global que ella. Esto deja a Europa sin el otro gran campeón de su federalización y a medio plazo condena al Atlántico al mismo destino que padeció el Mediterráneo tras la aventura de Colón. Creo que la vuelta de Francia a la OTAN ha de verse en esta clave.

Sobre ese fondo de paradigma marchito franco-alemán bate una crisis económica durísima. Y con ella resurge, en una periferia desguarnecida de un ancla central firme, la tentación del proteccionismo político y de la xenofobia. En Mittleuropa el ultranacionalismo y la xenofobia se acompañan de antisemitismo, porque a diferencia de un Sur oscurecido por Madonnas, sacramentos y Corazones de Jesús, ellos no olvidan lo fundamental: Jesús es judío pero los judíos no son cristianos.

Es un momento crítico en la historia de Europa. Se abre la disyuntiva de intentar seguir exprimiendo el viejo paradigma del Estado nación o el de abrirse a un nuevo mundo en el que Francia y Alemania superen sus fronteras, incluso las afectivas. Si no somos capaces de hacerlo volveremos a ese jardín oscuro donde se agitan demonios familiares. No hace tanto, Francia quiso crear una unión mediterránea sin Alemania. Ahora Alemania se queja de que una exposición en el Louvre apunta tendenciosamente a culpar de nazi al arte alemán en el curso que va de Friedrich (+1840)  a Beckmann (+1950).

Y es que no ir adelante es ir hacia atrás. Se trata ahora de unir la fuerza económica e institucional de Alemania y los elementos estratégicos de Francia.  Nuestro futuro común, y no solo el de Francia o Alemania, está en ese difícil matrimonio, que podría ser la manera de dotar a Berlín de asiento en el Consejo de Seguridad. Conviene no engañarse sobre esto. Cuanto más fuerte sea el Centro más fuerte será la periferia. Y al revés.

*José A. Zorrilla, diplomático.

En Budapest tuvo lugar uno de los mayores enfrentamientos morales de la II Guerra Mundial. De un lado estuvo el Teniente Coronel de las SS, Adolf Eichmann, empeñado en llevar a los judíos a su destino de noche y niebla, y del otro Ángel Sanz Briz y a su sucesor en la Embajada de España, Giorgio Perlasca además de Raoul Wallenberg, empeñados en lo contrario.