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José Zorrilla

Las tres voces

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Uzbekistán

Tengo amigos profesionales en esto de las Relaciones Internacionales a los que llamaría los ‘botellas vacías’. Siempre me dicen que somos los últimos en llegar a

Tengo amigos profesionales en esto de las Relaciones Internacionales a los que llamaría los ‘botellas vacías’. Siempre me dicen que somos los últimos en llegar a todas partes. Y luego los tengo que son más bien ‘botellas llenas’, por lo general empresarios de élite. Su discurso es que estamos donde tenemos que estar y porque tenemos que estar justo en el momento en el que toca estar. En cuanto a mis amigos políticos, suelen ser ‘botellas vacías’ cuando están en la oposición y ‘botellas llenas’ cuando están en el poder.

Pero en realidad no quería hablarles de botellas, sino valerme de esa introducción para recordarles un país escasamente conocido entre nosotros: Uzbekistán. Seguro que así, de golpe, tienen dificultades para colocarlo en el mapa. Sin embargo, si les digo Samarcanda, es posible que esa palabra les sugiera caravanas y oasis, huríes de largas pestañas y emires refinados y crueles. Pues esa es una de sus ciudades principales. Otra célebre es Bokara. Esa ciudad quizás les traiga recuerdos de su alfombra de comedor, esa que compraron en una rebaja (siempre están en rebaja) y que tiene unos colores rojos oscuros tan característicos. También es uzbeka.

Durante siglos tuvo Europa con Uzbekistán un contacto constante y productivo. De allí nos vino el cero, el álgebra y el algoritmo (palabra derivada de Al Xoresm) y en todas las universidades de medicina de Europa el texto del Canon de la Medicina o Libro de la curación de Avicena fue estándar hasta finales del siglo XVII. Las tablas astronómicas de Ulug Begh las usó todavía sir Isaac Newton.  

En otro orden de cosas, a finales del siglo XIV surgió de aquellas tierras un guerrero formidable, el abuelo de Ulug Begh, Tamerlán, que arrasó Constantinopla, hizo prisionero al sultán Bayaceto, lo mató y luego se volvió a la estepa. Toda Europa quedó suspensa y un joven Rey de Castilla, Juan II, decidió mandar un embajador, Rui González de Clavijo, para ver si era conveniente o posible una alianza con tan formidable personaje para librar al Mediterráneo de los turcos. La embajada de Clavijo no sólo es uno de los viajes más importantes de la Edad Media, sino el único testimonio que nos queda del momento central de la historia de Samarcanda, donde Tamerlán puso su capital.

Inversiones españolas

Después de todo ese repertorio de contactos ambos mundos se dieron la espalda hasta que se vino abajo la URSS y con ella alcanzaron la independencia los países de Asia Central, entre ellos Uzbekistán.

En la parte Este del país, la más productiva y la más poblada, donde el Islam arraiga con mayor fuerza, el valle de la Ferghana, hubo en el año 2005 unos disturbios que se saldaron con cientos de muertos y que nunca terminaron de explicarse satisfactoriamente. Como consecuencia, el poder se asustó mucho, lo vinculó a otras aventuras ‘revolucionarias’ como las de la Rosa en Georgia (2003), la ‘naranja’ de Ucrania (2004) y la inmediatamente posterior del Tulipán en el vecino Kirguistán y procedió a expulsar a muchos de los extranjeros que residían en el país.

Fue el fin de la BBC en Asia Central y con ese motivo averigüé el número de ingleses residentes en Uzbekistán por aquellas fechas. Mil quinientos. Españoles, cinco. La botella vacía. El camino recorrido en apenas seis años es espectacular. Y puede no ser nada si terminan por aterrizar en el país algunas de nuestras mayores empresas, hoy en vísperas de quizás grandes noticias

Sin embargo, no es tan simple. Muy poco después, una empresa española, Maxam, heredera de la venerable Unión Española de Explosivos, la empresa que era famosa en España por sus calendarios con modelos de Julio Romero de Torres, abrió una fábrica de fertilizantes que es una de las principales inversiones extranjeras en Uzbekistán. Seis mil empleados. Y en agosto del 2011 empezaron a correr Talgos españoles entre la capital, Taskent, y Samarcanda.

Como se ve, el camino recorrido en apenas seis años es espectacular. Y puede no ser nada si se resuelven ciertos problemas administrativos pendientes y terminan por aterrizar en ese país algunas de nuestras mayores empresas, hoy en vísperas de quizás grandes noticias. La botella no está ni medio vacía ni medio llena, sino todo lo contrario. Lo cierto es que un país en el que fracasó la Revolución Industrial está arrancando su curva del aprendizaje en regiones del mundo que hasta hace poco le resultaban ignotas con unos logros que viejos países industrializados no tienen. Más que botellas vacías o llenas parece apropiado traer a colación al profesor estadounidense Mark Williams cuya historia de España lleva por título The Story of Spain. The Dramatic History of Europe’s Most Fascinating Country. No creo que haga falta traducción. 

Tengo amigos profesionales en esto de las Relaciones Internacionales a los que llamaría los ‘botellas vacías’. Siempre me dicen que somos los últimos en llegar a todas partes. Y luego los tengo que son más bien ‘botellas llenas’, por lo general empresarios de élite. Su discurso es que estamos donde tenemos que estar y porque tenemos que estar justo en el momento en el que toca estar. En cuanto a mis amigos políticos, suelen ser ‘botellas vacías’ cuando están en la oposición y ‘botellas llenas’ cuando están en el poder.