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Ucrania: fracasos, límites, sangre, infamia
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José Zorrilla

Las tres voces

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Ucrania: fracasos, límites, sangre, infamia

El embrollo ucraniano es un rosario de fracasos. Vamos a ir recorriéndolos. Primero, el de las revoluciones de colores

El embrollo ucraniano es un rosario de fracasos. Vamos a ir recorriéndolos.

El fracaso de las revoluciones de colores.

Zbigniew Brzezinski, diez años después de la caída de la URSS, enunció la teoría de los nuevos Balcanes. La hegemonía estadounidense no debería  consentir el nacimiento de ninguna otra hegemonía en Eurasia. Para ello había de contenerse a Rusia con un rosario de bases en su inmediata vecindad. La concepción de Brzezinski era tributaria de la geoestrategia clásica de Mackinder y se basaba en que quien domina el corazón de Eurasia domina el mundo. Con estos mimbres teóricos la Fundación Soros pagó las sublevaciones de Georgia (2003), Ucrania (2004) y Kirguistán (2005). La de Georgia terminó en guerra (2009) y desmembración territorial. La de Kirguistán, en su segunda encarnación (2010), en 400.000 desplazados y 2.000 muertos. Es pronto para ver salida a lo de Ucrania, pero parece razonable asumir que su final tampoco será amable. La primera causa es el escaso desarrollo de la sociedad civil después de 70 años de dictadura comunista. Y la segunda el que la construcción de Brzenzinski solo podía sostenerse con unos Estados Unidos fuertes y una Rusia contra las cuerdas. Pero a los EEUU se le han venido encima Afganistan, Irak y la crisis económica, y los libros de moda en Washington son hoy El Imperio frugal y El fin del poder. En cuanto a Rusia, eligió en 2000 a Vladimir Putin con el mandato de poner orden dentro y fuera sin sutilezas.

El fracaso del Estado ucraniano

Lo primero que hace un patriota cuando llega al poder e inaugura lo que él llama su patria es poner en marcha dos procesos. El de construcción del Estado (state building) y el de construcción de la Nación (Nation building). Pues bien: después de 20 años, en Ucrania ni una cosa ni otra. Eso explica que unos pocos profesionales pudiesen desensillar a Yanukóvich. ¿Se imaginan ustedes a 500 o 1.000 profesionales, por muy bien armados que estuviesen, francotiradores incluidos, ganándole un pulso al Reino de España?

Es pronto para ver salida a lo de Ucrania, pero parece razonable asumir que su final tampoco será amable. La primera causa es el escaso desarrollo de la sociedad civil después de setenta años de dictadura comunista

Nación tampoco. No ha habido manera de desarrollar una narrativa nacional inclusiva. Los rusos siguen siendo rusos. En palabras del expresidente de Chequia, Vatslav Kraus: "Ucrania es la cuna del Estado ruso y de su cultura". En cuanto a los ucranios del oeste, son gente de frontera con antecedentes austro-húngaros y polaco-lituanos en pleno proceso de debate sobre su identidad nacional y el rol que en ella jugaron los guerrilleros de Stepan Bandera en la II Guerra Mundial. Véase como nombraron a ese sujeto 'Héroe de la Patria ucraniana' y mantuvieron el título a pesar de la durísima condena de la Fundación Simon Wiesentahl. Tuvo que ser Yanukóvich quien aboliese esa distinción.

Eso sí, la clase política ucraniana, prorusa, proamericana o proeuropea, mientras que no hacía sus deberes patrióticos, saqueaba la patria de manera ejemplar, si es que puede decirse así. En breve no habrá dinero para pagar las pensiones ni el gas ruso. Podríamos llamar a ese proceso el de 'construcción de bolsillos' (pocket building).

El fracaso de la UE

Europa se divide en dos grandes espacios. Los Estados nación, que tienen la sustancia de la identidad y de la memoria pero que son demasiado pequeños para tener influencia. Y de otro lado la UE, especie de Frankenstein administrativo que tiene el dinero, el poder y los medios, pero que solo puede canalizarlos a través del procedimiento administrativo. Me parece que ese es el error de Europa: encargar un dosier explosivamente político a un organismo burocrático.  Véase por ejemplo el fact sheet de la Sra. Ahston para explicar el tema ucraniano. Aséptico, casi quirúrgico. 

Ahora bien, la UE no puede tratarlo de otra manera. El único modo sería el famoso número de teléfono que Kissinger echaba de menos. Resultado: hemos agitado las aguas para intentar obtener un resultado final de asociación (que no de plena pertenencia) con un precio para Ucrania brutal -al menos en el corto plazo-, con lo que hemos cargado de razón a los prorrusos. Así que hemos sido cooperadores necesarios para que hoy Ucrania sea un Estado fallido, con nazis armados a cargo de su seguridad y Crimea invadida por Rusia. Esta crisis evidencia las consecuencias de la parálisis institucional europea. Nos hace, para los EEUU, peones. Para los rusos, lacayos. Y además pagamos la fiesta. Cito a Brzezinski (The Christian Science Monitor, 3 de marzo): "Si la UE es seria en lo de jugar un papel en el mundo aquí (Ucrania) es donde tiene que empezar... Eso quiere decir poner el dinero que ayude a estabilizar la tambaleante economía ucraniana". Subtexto: de la estrategia ya nos ocuparemos Rusia y nosotros, como es el caso.

El fracaso relativo del atlantismo

La conversación de la secretaria de Estado adjunta para Europa, Sra. Victoria Nuland, con el embajador de los EEUU en Kiev, Geoffrey Pyatt, filtrada por Rusia, es demoledora. Hablan de quitar y poner a tal o cual en el Gobierno ucranio como si estuviesen hablando de Arkansas o Florida. En cuanto a estrategia, la solución americana para Ucrania era un juego a dos entre Washington y la ONU con el partido de la Sra. Timoshenko al timón del país. La UE y su solución política, UDAR, el partido de Vitali Klitschko, "que se joda", literal. Su líder mejor que no entre en el gobierno.

Esta crisis evidencia las consecuencias de la parálisis institucional europea. Nos hace, para los EEUU, peones. Para los rusos, lacayos. Y además pagamos la fiesta

Algunos creen que detrás de todo esto está la voluntad de desencajar a la UE de Rusia. Gravísimo error. La doctrina estratégica rusa es la de jugar en solitario. Lo que sí se resquebraja es Europa entre su núcleo central, de una parte, y Visegrado, de la otra. Visegrado (Polonia, Hungría, Chequia, Eslovaquia) está exultante. Ahí el atlantismo va a toda vela. EEUU acaba de mandar 12 F16 y 600 soldados a Polonia. Y otros dos aviones AWACS a Hungría y Rumania.

Aclaremos esto de Visegrado. Que los vecinos de Rusia tienen agravios históricos fundados con ella es la evidencia. Pero son emocionales y por ello mismo intransmisibles. Además nada peor que el Holocausto, y Alemania se ha reconciliado con Israel. Dígase lo mismo de la relación Rusia-Alemania. Hoy Alemania es el país más querido por los rusos. Visegrado, sin embargo, ha mantenido viva la memoria de Katin e Imre Nagy, y sobre ella ha construido una estrategia de Relaciones Internacionales. El resultado es que, al convertirse en estrategia, esa emoción, por definición intransmisible, se ha hecho transmisible y hénos aquí a franceses, alemanes, españoles e italianos rehenes de la alianza entre un rencor mal gestionado y unos EEUU en plena perplejidad estratégica. Debemos rebelarnos contra ese destino pues la estrategia trata de intereses. Y no es interés de la UE estar ahí. En fin, Washington ha hablado claramente al enviar aviones y soldados. Visegrado sí, Ostpolitik no. Ya podemos dibujar el mapa de la línea divisoria: de una parte Visegrado-EEUU-Yaltsunik/Timoshenko-firmeza militar y de la otra Alemania, UDAR/Klitschko-Ostpolitik-UE-dinero. La pelota está ahora en el campo de la UE. Y la respuesta se llama cambio de paradigma vía integración política.

¿Triunfo o fracaso  del revisionismo?

El horror que despierta el Tratado de Versalles es universal. Todavía hoy está muriendo gente en Oriente Medio a causa de sus errores. Pero del Pacto germano-soviético de 1939 nadie dice nada y él es la causa de toda esta desgracia. Ese pacto infame extendió las fronteras de la URSS hasta Lvov, capital de un nacionalismo fanático (Ucrania) que no sabía a quién odiaba más, si a los rusos, los polacos o los judíos. Lo que hasta entonces había sido tierra de límites se hizo tierra de sangre (Snyder) y su alumbramiento costó 14 millones de muertos. En fin, todos estamos contra el revisionismo. Pero al fin y al cabo Rusia remedia aquí su error. La Ucrania dual que creó Stalin, la del monasterio ortodoxo de Lavra y la de la católica  Lvov, ha resultado un constructo que no ha podido sobrevivir a las exigencias del Estado nación. Pero si el revisionismo viniese no del autor (Rusia), sino de sus víctimas (Visegrado), las cosas podrían tomar un giro mucho más inquietante.

*Dos excelentes novelas sobre la Europa de los límites, La casa Bronski (Philip Marsden, La Magrana, 2000) y El enamorado de la Osa Mayor (Sergiusz Piacecki, El Acantilado, 2006), y el ensayo citado, Tierras de sangre (Timothy Snyder, Galaxia Gutenberg, 2011).

El embrollo ucraniano es un rosario de fracasos. Vamos a ir recorriéndolos.

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