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El nuevo 'tren carioca' del 'Show de Truman preolímpico'
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El nuevo 'tren carioca' del 'Show de Truman preolímpico'

La inauguración del VLT o tren ligero de Río de Janeiro ha sido celebrada como un acontecimiento por los habitantes de la ciudad. Las estampas han sido memorables

Foto: El nuevo VLT o tren ligero de Río de Janeiro
El nuevo VLT o tren ligero de Río de Janeiro

Parecía una fiesta. O una locura. Miles de cariocas se han lanzado el martes a conocer los encantos del VLT, el nuevo tren ligero que por fin ha sido inaugurado tras dos años de obras interminables. Al igual que en la época del soterramiento de la M-30 en Madrid, los impacientes habitantes de la ‘Cidade Maravilhosa’ han acabado hasta el moño del caos que se vive en el Show de Truman preolímpico. Y con la misma volubilidad que caracteriza a los oriundos de las grandes urbes, han salido a celebrar la novedad, olvidando por un instante las horas de atascos que se han chupado durante meses en pos del progreso.

“No tenemos educación para tantos avances. Mira cómo cruzan esos desalmados: invaden los raíles a saco”, comentaba un pasajero de unos 60 años en uno de los vagones abarrotados. Es sabido que el carioca, este ser tropical espontáneo y rebelde, tiene cierta dificultad a la hora de respectar las reglas en el entorno urbano. Hordas de transeúntes cruzaban a la hora punta la Avenida Rio Branco, desde hace unos meses peatonal, sin que les importase el riesgo de ser aplastados por el estilizado convoy.

Para evitar accidentes indeseados (no vaya a ser que la prensa extranjeras se haga eco de una desgracia y estropee aun más la ya precaria imagen de Río Janeiro), una moto precedía la llegada del tren. El conductor, ataviado en una chaqueta fluorescente, arreaba a los peatones para que se quitasen de en medio.

En los andenes, los empleados municipales instruían a los pasajeros sobre las medidas de seguridad. “No supere la línea oscura. Puede ser peligroso”, decía como un autómata el joven Cerbero de los raíles. Una recomendación que los usuarios, por supuesto, se pasaban por forro, entre otras razones porque no había espacio material para acoger a tanto amante del progreso.

Después de una espera de 15 minutos, se producía el momento más crítico: un embudo humano provocado por el choque entre los que querían entrar cuanto antes y los que pretendían salir del vagón. El carioca parece creer con fe ciega que el principio de la impenetrabilidad de los cuerpos queda milagrosamente suspendido en los medios de transporte. Acontece en el metro y en los trenes de cercanías a la hora punta, y ocurrió también en el VLT: venga a empujar de un lado y de otro, sin que nadie consiguiese avanzar en su recorrido vital.

En el medio de la multitud, los controladores intentaban explicar el misterio de la puerta mágica. “Hay que apretar el botón y esperar a que se ponga verde”. Dentro, una temperatura que rondaba los 40º a pesar del aire condicionado hacía sudar copiosamente a decenas de pasajeros tropicales apiñados. “Está muy nuevo y muy bonito”, elogiaban algunos. “Hace un calor del ca**jo. ¿Por qué no ponen el aire más fuerte?”, se quejaban otros.

El placer de la queja eterna

“Nos han quitado nuestro placer principal. Los cariocas nos estamos quedando huérfanos”, comenta un señor de mediana edad. “¿A qué te refieres?”, pregunta un aplastado vecino. “¡Al taxi! Antes íbamos en taxi a todos lados. Ahora entre el Uber, el tren ligero y el BRT [la nueva línea de autobuses expresos], están masacrando a nuestros taxistas. Se van a convertir en una especie en extinción con tanto cambio”.

El VLT es una de las obras estrella de ‘Dudu’, el alcalde Eduardo Paes que en octubre agotará su segundo y último mandato. De momento, hay 16 paradas en funcionamiento que conectan de lunes a viernes la estación de autocares con el aeropuerto doméstico. Pero el objetivo es que el tren ligero llegue a tener 32 estaciones y contribuya a retirar al menos el 60% de los autobuses y el 15% de los coches que circulas actualmente por el centro de la ciudad.

El sistema está inspirado en Barcelona, Montpelier y Bordeaux. Hasta la fecha ha costado 1.157 millones de reales (4.212 millones de euros). La obra, que va a continuar después de la celebración de los Juegos Olímpicos, es uno de los ejes de la operación ‘Porto Maravilha’, que pretende recuperar la región portuaria de Río. Con el Puerto Olímpico de Barcelona y en el Puerto Madero de Buenos Aires como referentes, el proyecto aspira a triplicar la población de este barrio degradado, que para el año 2020 debería pasar de 32.000 a 100.000 habitantes. “Es un plan pensando para un periodo de 30 años, del que ya se ha ejecutado el 10%. Es un obra que irá para largo”, asegura Alberto Gomes Silva, presidente de la Compañía de Desarrollo Urbano de la Región del Puerto de Río de Janeiro (Cdurp).

Ayer los cariocas se entretenían con la novedad del tren ligero. De aquí a unos días, recomenzarán a quejarse del caos circulatorio, de las paradas de autobus sin información, del cambio permanente de sentido en las principales calles del centro y de los atascos causados por el desmantelamiento de la Perimetral, el 'scalextric' gigante que proyectaba su sombra siniestra sobre una mortificada plaza Mauá, que hoy renace gracias al Museo del Mañana de Santiago Calatrava y al Museo de Arte de Río.

No importa lo que acontezca en la ciudad siempre maravillosa a pesar de todo: el carioca, como el madrileño o el romano, ama quejarse del calor, del frío, del alcalde, de la violencia o de las obras. Con un poco de suerte, entre un quejido y otro aprenderá a deslizarse por los raíles sin arriesgar su vida y los periodistas extranjeros no nos veremos obligados a contar otra mala noticia, como la del carril bici con vistas al mar que se cayó a las pocas semanas de ser inaugurado, llevándose por delante a dos personas.

Parecía una fiesta. O una locura. Miles de cariocas se han lanzado el martes a conocer los encantos del VLT, el nuevo tren ligero que por fin ha sido inaugurado tras dos años de obras interminables. Al igual que en la época del soterramiento de la M-30 en Madrid, los impacientes habitantes de la ‘Cidade Maravilhosa’ han acabado hasta el moño del caos que se vive en el Show de Truman preolímpico. Y con la misma volubilidad que caracteriza a los oriundos de las grandes urbes, han salido a celebrar la novedad, olvidando por un instante las horas de atascos que se han chupado durante meses en pos del progreso.

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