Mondo Cane
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Bienvenidos al símbolo de la victoria de China sobre los invasores occidentales
Dos mundos separados por una calle, escenario de la violencia contra el gobierno colonial, y que se apaga lentamente expuesta al turismo como símbolo de la victoria. Bienvenidos a Chung Ying Street
Dos mundos separados por una calle; 250 metros que vieron florecer el contrabando entre el Hong Kong británico y China y fueron testigos de una de las protestas más violentas contra el gobierno colonial. Cuando se van a cumplir 20 años de la vuelta de la excolonia a China, Chung Ying Street se apaga lentamente expuesta al turismo nacional como un símbolo de la victoria china sobre los invasores occidentales.
Varios vendedores se arraciman a la entrada de una de las calles más simbólicas de la historia de Shenzhen, la ciudad milagro del crecimiento económico chino de los 80. Intentan vender artículos de importación traídos desde Chung Ying Street. Esta calle, cuyo nombre puede traducirse como calle China - Reino Unido, fue en su día casi la única puerta desde la China meridional al Hong Kong británico, al que podían acceder con solo cruzar la calle.
El último ‘trofeo’ inglés de las Guerras del Opio
Para saber por qué está calle terminó teniendo una acera británica y otra china hay que remontarse a la llamada “Segunda Convención de Pekín”. Este acuerdo, alcanzado entre el gobierno de la Dinastía Qing y Londres en 1898, suponía la cesión de los Nuevos Territorios de Hong Kong a la corona británica por un período de 99 años, sumándose así a las zonas ya entregadas por China; la isla de Hong Kong (1841) y la península de Kowloon (1860).
Chung Ying Street era un río en el momento de cerrar el acuerdo, y en dicho curso fluvial se estableció la frontera natural entre ambas regiones. Sin embargo, el cauce se secó y en su lugar se construyó la calle, lo que obligó a las dos partes a dividir el distrito de Sha Tau Kok entre Este y Oeste.
Cuando la sangre cruzó la frontera
Además de servir como paso de contrabandistas y de camino de ida y vuelta para fugitivos hongkoneses e inmigrantes ilegales chinos, la calle fue testigo de las consideradas por muchos como peores revueltas en la historia del Hong Kong británico.
En diciembre de 1966, en la vecina Macao, varias disputas laborales habían desembocado en violentos enfrentamientos entre los sindicatos, apoyados por el gobierno comunista de Pekín, y unidades del ejército de Portugal, país que administró este territorio hasta 1999.
Varios sectores, entre los que destacaban el textil, el del taxi o el del cemento, replicaron estas protestas en la colonia británica, la cual vivió una escalada de las tensiones que dejó varios muertos entre efectivos de las fuerzas de seguridad, civiles y periodistas que habían denunciado la violencia de las mismas.
En mayo de aquel año, grupos de trabajadores que apoyaban la Revolución Cultural que se llevaba a cabo en China, salieron a las calles con ejemplares del “Libro Rojo de Mao” e instalaron altavoces en el corazón de la ciudad que repetían eslóganes comunistas junto con mensajes como “Sangre por sangre”, “Abajo el imperialismo británico” o “Muerte a David Trench (gobernador de la colonia en aquel momento)”. Las autoridades británicas, por su parte, contrarrestaron las protestas movilizando a todos sus efectivos, llevando a cabo más de 300 detenciones en menos de un mes e instalando, a su vez, altavoces que emitían, durante todo el día, ópera cantonesa.
Aquel pulso que mantenía, de forma velada, Pekín con Londres, llegó a su punto álgido en julio, cuando Chung Ying Street se tiñó del rojo de la sangre de la policía hongkonesa.
En los días previos, policías de ambas partes habían cruzado insultos de una a otra acera (a escasos metros de distancia), ya que aventurarse al otro lado hubiera supuesto una invasión de territorio extranjero y habría desencadenado un conflicto a mayor escala, como así ocurrió.
El 8 de julio de 1967, cientos de manifestantes, incluidos miembros de las fuerzas paralimitares de apoyo al ejército chino (EPL), se adentraron en la parte hongkonesa del distrito Sha Tau Kok y atacaron a la policía británica, matando a cinco de sus efectivos e hiriendo a otros once. Como consecuencia de aquel ataque, Pekín y Londres cruzaron acusaciones, Hong Kong cerró cualquier escuela o medio de comunicación que tuviera relación con el Partido Comunista y deportó a varios líderes sindicales.
Los disturbios, con menos fuerza, continuaron hasta octubre de aquel año, cuando el primer ministro chino, Zhou Enlai, pidió a los protestantes que detuvieran unas revueltas que, como se supo tiempo después, eran parte de un plan de algunos efectivos del EPL para invadir y ocupar Hong Kong, algo que el propio Zhou se encargó de parar.
Un oasis capitalista en la China comunista
Con la vuelta a la calma, Chung Ying Street regresó a su rutina hasta hasta comienzos de los años 80 cuando, al ser el único enclave de Hong Kong al que los chinos podían acceder, el lugar se llenó de turistas que buscaban comprar artículos de importación. Según los registros de aquella época, se estima que cerca de 100.000 visitantes recorrían diariamente esta calle buscando relojes, jabones o electrodomésticos importados.
Tras vivir casi dos décadas de esplendor, la calle perdió su monopolio con el regreso de Hong Kong a China en 1997 y la apertura paulatina de las fronteras. Desde 2014, y tras pasar por un período de cierre a visitantes para reforzar la seguridad y terminar con el paso ilegal de personas a suelo hongkonés, Chung Ying Street es ahora exhibida como un símbolo del poder de China frente a los países occidentales aunque solo para el público chino, ya que los extranjeros, incluidos los hongkoneses que no residan en ella, tienen prohibido el acceso a una calle que, en su día, fue una frontera entre dos mundos.
Dos mundos separados por una calle; 250 metros que vieron florecer el contrabando entre el Hong Kong británico y China y fueron testigos de una de las protestas más violentas contra el gobierno colonial. Cuando se van a cumplir 20 años de la vuelta de la excolonia a China, Chung Ying Street se apaga lentamente expuesta al turismo nacional como un símbolo de la victoria china sobre los invasores occidentales.
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