Mondo Cane
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El crimen más indescifrable de la guerra siria: ¿quién asesinó a las activistas Barakat?
Ouruba y Halla fueron estranguladas y acuchilladas en su casa de Estambul. Eran unas activistas incómodas, enfrentadas al régimen y a la oposición. Ahora yacen en un cementerio extranjero
Hacía varios días que las habían asesinado. La policía turca halló los cuerpos sin vida de madre e hija cubiertos con sábanas y una sustancia química para retrasar la descomposición. Tres días antes, Ouruba y Halla Barakat habían sido estranguladas y acuchilladas en su casa de Estambul. Como cada tarde, volvieron juntas en coche hasta Üskudar, un barrio en la zona asiática, donde un conocido les sorprendió en el apartamento para llevar a cabo un maquiavélico plan. La escena del crimen sugería, sin ninguna duda, que el homicidio había sido planificado. Una de las principales filtraciones de la policía fue que la cerradura de la puerta no había sido forzada.
“Han sido asesinadas en manos de la injusticia y la tiranía”, escribió en su perfil de Facebook la hermana pequeña de Ouruba, la activista islámica Shaza Barakat. A los pocos minutos de hacerse pública la muerte de las dos mujeres, familiares, amigos y conocidos señalaron al régimen de Bashar al Assad. Tanto Ouruba como Halla eran voces críticas contra los abusos del Gobierno sirio en manifestaciones, en su labor como periodistas, en acciones caritativas para refugiados, o en sus relaciones con la oposición política y armada del país. “Habían recibido amenazas del régimen últimamente”, repetían sus conocidos en los días posteriores.
El funeral celebrado en la mezquita de Fatih tras el rezo del mediodía se tornó en un acto multitudinario de la causa opositora siria y decenas de simpatizantes abarrotaron el patio del portal principal. “¡Mi hermana era la madre de la revolución!”, gritó Maen Barakat, el hermano de Ouruba, en un emocionante discurso. Los ataúdes lucían envueltos en las banderas verdes de la oposición, e incluso unos carteles junto al féretro mostraban los clásicos eslóganes: “Estoy en contra del régimen de Assad”. Unos y otros se sumaban a la creación de dos mártires de la revolución, las primeras a manos del régimen en Turquía, con todavía pocas pruebas que verificar.
Una semana más tarde, la policía detuvo al primer sospechoso. Un primo segundo de la familia fue arrestado en la ciudad de Bursa, a 100 km. de Estambul, tras el visionado de las cámaras de seguridad. “¡Nosotras le ayudamos a salir de Siria!”, se lamentó Shaza Barakat desconcertada, “incluso Ouruba le había hospedado en su casa y le había encontrado un trabajo”. El chico de Damasco, de solo 23 años, había salido de la capital en un intercambio de prisioneros, ya que combatía junto a milicias opositoras en Wadi Barada. Ahora, la policía espera cotejar los resultados del ADN recogido en las uñas de las víctimas. El nuevo arresto no ha hecho sino desconcertar todavía más a la comunidad siria que vive en Turquía, ¿está el régimen detrás de la misteriosa muerte de las Barakat?
Una familia incómoda
Los Barakat son una familia de activistas que durante décadas ha gritado abiertamente contra del poder despótico de los Assad. Todos los hijos crecieron bajo el ideal de “un héroe”, un padre que luchó por el nacionalismo panarabista y contra la creación del Estado de Israel. Pasó largas temporadas en prisión por su incesante activismo. Ouruba y sus hermanos tuvieron que emigrar a Kuwait en los años 80, donde se asentó gran parte de la disidencia siria de la época. Desde joven, Ouruba decidió dedicarse al periodismo e incluso entrevistó a importantes figuras políticas de la región. Tras el estallido de la guerra en Siria en 2011, se asentó en Turquía para interceder en un hipotético escenario político de posguerra.
Así, Ouruba formó parte de la Coalición Nacional Siria, una organización paraguas de las distintas fuerzas de oposición apoyada por Turquía. Pero sus relaciones con otros miembros acabaron muy deterioradas y terminó por apartarse del proyecto político. Cuando la conocí en diciembre de 2015, no tardó en criticar a varios de ellos y acusarlos de corrupción. Nos reunimos en un taller de costura de la Fundación Karama que las Barakat habían abierto para las mujeres refugiadas y me sorprendió encontrarme a una mujer de acalorada conversación política que ignoró el proyecto de caridad que me había llevado hasta allí. “Recibo amenazas a diario”, repitió mientras mostraba su página de Facebook hackeada por troles asadistas. También cargó contra la Administración de Obama. “He visto con mis propios ojos a los americanos entregando armas a Ahrar al Sham (una brigada salafista)”, dijo en un discurso colmado de antiamericanismo.
Ouruba era un personaje incómodo. En las manifestaciones eran habituales sus enfrentamientos con otros sirios, sus peleas y sus sermones. Incluso había recibido amenazas personales de un miembro de la Coalición. Tanto ella como su hermana Shaza, una activista islámica que participó en la Flotilla a Gaza de 2010, eran rígidas en sus argumentos sectarios sobre la defensa de los suníes, con poca esperanza en una solución política para la guerra de Siria, y a favor de la lucha armada a través de las milicias. Shaza, además, había perdido a su hijo Omar de 16 años en las filas de una brigada opositora. Precisamente en el funeral de Ouruba y Halla, Shaza se enfrentó contra dos importantes miembros de la Coalición de la oposición: Farouk Tayfour y Samir Nashar. “Vosotros sois quienes habéis hundido la revolución y los que habéis vendido la sangre de los mártires”, les grito tras negarles el saludo.
Halla, una causa heredada
La tesis que baraja la policía es que el objetivo del crimen era la madre, Ouruba (60), mientras que la muerte de la hija, Halla (23), se debió a su presencia en la escena del crimen. Cuando conocí a Halla hace dos años tuve la impresión de estar frente a una joven decidida que luchaba por una causa heredada. A sus 21 años, hablaba claro de las injusticias de una dictadura que había marcado la vida de sus antecesores pero que ella nunca había conocido. Era la hija de una disidente siria casada con un ciudadano estadounidense, que había nacido en los Estados Unidos, para mudarse a los Emiratos Árabes y después a Turquía.
“Quiero ser presentadora de televisión”, me dijo en nuestra primera conversación. En aquellos días de 2015, ya trabajaba para el canal opositor sirio Orient News, después de unas prácticas en TRT World (canal público turco). Todos sus compañeros coinciden en que era una periodista con un futuro prometedor. “En solo 6 meses, me superó”, me confesó su mentor de TRT World en las oficinas centrales. Un mes antes de su muerte, Halla había dejado el canal opositor sirio Orient News debido a los problemas del medio para disponer de financiación, “pero estamos orgullosos de la tarea que desempeñaba: periodismo de calidad, profesionalidad y alta dedicación a la causa siria”, me dijo su compañero, el doctor Hani, incapaz de señalar al que podría ser el culpable.
Dos semanas después del cruel asesinato, hay quien, incluso, sugiere que el principal sospechoso podría haber sido un enviado de Daesh. Es una opinión minoritaria, pero hace cinco meses recibieron una amenaza telefónica en acento tunecino o marroquí que el hermano Maen relaciona directamente con los yihadistas. La detención del primo segundo de la familia ha desorientado todavía más a los más allegados de las víctimas, cuyas sospechas se multiplican cada día que avanza la investigación. Se trate de un delito político o no, la terrible guerra de Siria, que transcurre en su sexto año de duración, es la inevitable pero verdadera trama de la muerte de las Barakat. Y también el motivo por el que los cuerpos de estas dos mujeres yacen en el cementerio de un país extraño, con una lápida que las nombra como el difunto B-95 y el B-96.
Hacía varios días que las habían asesinado. La policía turca halló los cuerpos sin vida de madre e hija cubiertos con sábanas y una sustancia química para retrasar la descomposición. Tres días antes, Ouruba y Halla Barakat habían sido estranguladas y acuchilladas en su casa de Estambul. Como cada tarde, volvieron juntas en coche hasta Üskudar, un barrio en la zona asiática, donde un conocido les sorprendió en el apartamento para llevar a cabo un maquiavélico plan. La escena del crimen sugería, sin ninguna duda, que el homicidio había sido planificado. Una de las principales filtraciones de la policía fue que la cerradura de la puerta no había sido forzada.