Es noticia
Trump no entierra el proceso de paz entre palestinos e israelíes... no existe un proceso
  1. Mundo
  2. Mondo Cane
Mondo Cane

Mondo Cane

Por

Trump no entierra el proceso de paz entre palestinos e israelíes... no existe un proceso

Con su decisión de reconocer Jerusalén como capital oficial de Israel, Trump no ha enterrado el proceso de paz entre ambos bandos. Básicamente porque, hoy en día, no existe tal proceso

Foto: Un manifestante palestino quema una bandera de EEUU durante choques con las fuerzas de seguridad israelíes en Ramala, Cisjordania. (Reuters)
Un manifestante palestino quema una bandera de EEUU durante choques con las fuerzas de seguridad israelíes en Ramala, Cisjordania. (Reuters)

La reacción internacional ha sido unánime, con excepción de Israel -obviamente-, República Checa y la Filipinas de Duterte. El reconocimiento de Jerusalén como capital oficial del Estado de Israel por parte de Donald Trump es una decisión unilateral de peligrosas consecuencias, que rompe el consenso global sobre el estatus de la ciudad santa, infringe una grave ofensa al mundo islámico -aliados de EEUU incluidos- y entierra seis décadas de política exterior estadounidense.

De momento, mientras Hamás llamaba a una tercera Intifada e Israel enviaba batallones de refuerzo a Cisjordania, miles de palestinos protestaron ayer en las calles de Gaza, Cisjordania y Jerusalén Oriental -ocupada y anexionada-. No obstante, las manifestaciones no fueron multitudinarias. Probablemente porque gran parte de la población palestina dejó de creer hace tiempo en el sueño de un futuro Estado, al igual que perdió la confianza en sus líderes.

El estatus de Jerusalén siempre ha sido una de las cuestiones más sensibles en el eterno conflicto entre israelíes y palestinos. Durante décadas, Washington había evitado reconocer la ciudad como capital oficial de Israel por la ausencia de un acuerdo de paz y porque los palestinos reclaman la zona oriental como capital de un futuro Estado. Sin embargo, con su decisión Trump no ha "enterrado el proceso de paz", básicamente porque hoy en día no existe dicho proceso.

Tras suspenderse las conversaciones en 2014, pocos creían ya que se pudiera alcanzar un acuerdo de paz definitivo, principalmente por el endurecimiento de ambos bandos en sus posiciones en cuanto a las fronteras, el regreso de los refugiados palestinos (800.000 en origen, entre cuatro y cinco millones hoy, una cifra imposible de absorber) o la descolonización en Cisjordania. Para Israel, cualquier acuerdo de paz pasa necesariamente por mantener el control de la seguridad, esto es, ni regreso a las fronteras de 1967 ni cambio en el estatus al oeste del Jordán.

Mientras, según la ANP (Autoridad Nacional Palestina), el avance de la colonización en Cisjordania ha reducido el territorio palestino a poco más de un 20% de la Palestina histórica. Cuando Yaser Arafat declaró oficialmente el reconocimiento de Israel había aproximadamente 180.000 colonos en "Judea y Samaria” -denominación oficial de la Oficina Central de Estadísticas israelí a la zona de Cisjordania que Israel administra desde 1967-; hoy, tres décadas después, hay 650.000, siempre según fuentes de la ANP.

Números aparte, la expansión de los asentamientos en Cisjordania es innegable. Yaakov Katz, un prominente líder de los colonos, afirmó en marzo de este año que la comunidad internacional debería reconocer que el aumento en las cifras de colonos ha convertido la solución de los dos estados en una utopía. Katz aseguró que la población de los asentamientos ha aumentado un 25% en los últimos cinco años (desde los 342.414 en 2012 hasta los 420.890 en marzo) y afirmó que sus cálculos se basaban en datos del Ministerio de Interior israelí que no habían salido a la luz. “Estamos hablando de una situación que es inmutable. Es muy importante conocer las cifras, y las cifras están creciendo”, dijo.

Las cifras que expuso Yaakov Katz -que no incluyen los asentamientos en Jerusalén Este, donde viven unos 200.000 israelíes- fueron publicadas en una página web financiada por Bet El Institutions, una organización que promueve la colonización y que cuenta con miembros del círculo íntimo de Donald Trump entre sus simpatizantes.

Para la población palestina, la colonización de Cisjordania hace imposible establecer un estado integrado sobre territorios contiguos, es decir, un estado independiente y viable económicamente. Sus líderes siguen apoyando la fórmula de los dos estados como única solución al conflicto, una vía “posible ayer, en la actualidad y en cualquier momento”, en palabras de Ahmad Majdalani, asesor del presidente Mahmud Abás, para quien la decisión de Trump “no cambia la realidad de la ciudad ni dará ninguna legitimidad a Israel. Es una ciudad árabe palestina, islámica y cristiana, y la capital eterna del Estado de Palestina”. Ni una mención a Jerusalén como ciudad sagrada para el judaísmo. Sus palabras también esconden una triste realidad: primero, para los países árabes, enfrentados a enormes desafíos económicos y de seguridad, la causa palestina se ha convertido en una cuestión secundaria; segundo, los palestinos ya han perdido la esperanza.

La reacción internacional ha sido unánime, con excepción de Israel -obviamente-, República Checa y la Filipinas de Duterte. El reconocimiento de Jerusalén como capital oficial del Estado de Israel por parte de Donald Trump es una decisión unilateral de peligrosas consecuencias, que rompe el consenso global sobre el estatus de la ciudad santa, infringe una grave ofensa al mundo islámico -aliados de EEUU incluidos- y entierra seis décadas de política exterior estadounidense.

Israel Palestina Conflicto árabe-israelí Mahmud Abás Benjamin Netanyahu