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La espectacular recuperación del 'efecto Macron': claves de su nuevo éxito
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La espectacular recuperación del 'efecto Macron': claves de su nuevo éxito

El joven presidente sufrió este verano una ola de desaprobación que parecía insalvable. Pero Emmanuel Macron ha sorprendido hasta a sus enemigos. Estas son las claves de su éxito

Foto: Emmanuel Macron juega al fútbol durante una visita a Sarcelles, cerca de París. (Reuters)
Emmanuel Macron juega al fútbol durante una visita a Sarcelles, cerca de París. (Reuters)

Emmanuel Macron cumple este jueves 40 años y la opinión pública de su país le acaba de hacer el mejor regalo: ha ganado diez puntos de aprobación popular en dos meses y hasta seis en diciembre. Más de cinco franceses sobre diez aprueban sus primeros seis meses de mandato.

El joven presidente naufragaba en los sondeos tras el verano. Politólogos y periodistas le auguraban un futuro similar al de sus predecesores: le veían envuelto en una ola de desaprobación de la que nunca podría recuperarse. Macron les ha sorprendido y esos mismos augures le conceden ahora un aprobado en su corta gestión de poder ¿Cómo es posible que Macron reciba el apoyo de una mayoría de sus conciudadanos cuando el paro no se reduce con nitidez, cuando las reformas económicas y laborales tardarán años en tener efecto, como dice el propio presidente?

Por encima de los resultados concretos de su política, lo que sí se percibe es, simplemente, la acción. Macron ha lanzado en seis meses muchas de las reformas que había prometido. La moralización de la vida pública inició su gestión al frente del Elíseo. El escándalo del “Penelope-gate”, protagonizado por François Fillon en pleno esprint electoral, unido a las componendas y a los privilegios de los que disfrutan los políticos franceses supusieron un trampolín ideal para lanzar la limpieza anunciada.

La nueva Ley de Trabajo, llamada a romper las rigideces de la economía francesa -considerada por algunos como digna de una república soviética- ha sido aprobada sin que el “parlamento de la calle”, liderado por la extrema izquierda y la Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon, pudiera oponer gran resistencia. Cierto es que la aplastante mayoría en la Asamblea otorga a Macron y a su neopartido, La República en Marcha (LREM), un enorme margen de legitimidad, pero gobiernos anteriores con mayorías en la misma cámara habían renunciado a la más tímida reforma por miedo a las manifestaciones callejeras.

Una Ley laboral nada radical

El nuevo código de trabajo no es, sin embargo, una revolución ultraliberal. La semana de 35 horas no ha sido abolida, por ejemplo. Se trata más bien de una cierta flexibilización en las relaciones dentro de las empresas entre dirección y sindicatos, para liberar esas rigideces que impiden nuevas contrataciones y mantienen a los jóvenes fuera del mercado laboral.

Los franceses aprecian ese retorno de Francia como pretendida potencia mundial. Macron se viste de De Gaulle en el extranjero y sabe seducir a la prensa internacional

Por supuesto, la eliminación del impuesto a la fortuna, la reducción del impuesto a las sociedades y de la fiscalidad del capital, más el recorte del gasto público en cada rincón de la Administración son medidas que ni la derecha ni el sector socialdemócrata del agonizante PSF podrían rechazar. Solo los extremos del arco político, Frente Nacional y melenchonistas, pueden atacar la acción gubernamental. Es el escenario que Macron había previsto.

El centroderecha se ha dividido entre 'compatibles con Macron' y partidarios de la vuelta a los valores conservadores -que otros llaman “derecha dura”-. Pero al nuevo líder de Los Republicanos, Laurent Wauquiez, ya le han salido disidentes minutos después de su toma de posesión. Los socialistas han perdido votos, dinero, la sede y quizá hasta el nombre. Y en ciertos casos, como el de Manuel Valls, son acogidos, tras enseñar la patita social-liberal, como náufragos bajo el manto de asociados al partido de Macron.

El más joven inquilino en la historia del Elíseo no teme tampoco atacar los tabúes que la izquierda ha abanderado en las pasadas décadas. París prepara un endurecimiento de su política migratoria y de refugiados que hará más difícil la acogida de asilados. Es la nueva tendencia europea de puertas adentro, mientras en Bruselas se critica a otros gobiernos que se opusieron a la política de puertas abiertas de Angela Merkel. Macron no quiere robarle argumentos a Marine Le Pen; no lo necesita hasta las elecciones europeas de 2019. Simplemente responde al sentir de una mayoría de franceses que consideran que la antigua generosidad francesa no se adapta a la realidad.

placeholder Emmanuel Macron durante una visita a un centro deportivo en Accra, Ghana, el 30 de noviembre de 2017. (Reuters)
Emmanuel Macron durante una visita a un centro deportivo en Accra, Ghana, el 30 de noviembre de 2017. (Reuters)

Recuperando “la grandeur”

Si de algo presume Emmanuel Macron es de su política exterior. El pueblo aplaude el retorno de Francia a la escena internacional tras la timidez internacional del 'período Hollande'. El Jefe del Estado francés invitó a Vladimir Putin a Versalles y a Donald Trump a las celebraciones del “14 de Julio”. Con el líder ruso acercó posturas que Hollande había alejado con su favoritismo hacia Obama. Eso no se traduce en sumisión al Kremlin, ni en la aceptación de los hechos consumados en Crimea y Ucrania oriental. Pero sirve para aceptar la realidad en Siria. Macron, a diferencia de su antecesor en el cargo, admite que hay que considerar a Bashar al Asad como uno de los elementos del presente sirio. El autodenominado Estado Islámico es el enemigo número uno. Los propios sirios y la justicia internacional deberán ocuparse del dirigente sirio en el futuro, argumenta Macron.

Donald Trump decidió retirase del Acuerdo de París sobre el clima. Pero Macron no quiere unirse al coro de quienes insultan al presidente norteamericano y pretende mantener buenas relaciones con un Gobierno que, incluso recluido en su “America first”, sigue siendo -a veces a pesar de Trump- un actor indispensable en Oriente Medio, África o Asia.

Los franceses aprecian, según los sondeos, ese retorno de Francia como pretendida potencia mundial. Macron se viste de De Gaulle en el extranjero y sabe seducir también a una prensa internacional necesitada de líderes originales. La reciente crisis entre Arabia Saudí y Líbano por el caso Hariri fue la última acción diplomática que sus compatriotas aplaudieron.

Los franceses ven en su nuevo mandatario a alguien que -como él asegura- hace lo que dice. Pero también dice, y mucho, lo que hace. Su aparato de comunicación tiene pocas fallas y busca siempre llamar la atención especialmente en la forma. El pasado domingo ofreció a la televisión pública una “entrevista peripatética”; el presidente paseaba junto a su entrevistador por las salas del palacio sin sentarse en ningún momento. Macron dice estar siempre en marcha y exige que son ministros no se sienten: “No quiero que estén felices por ser ministros y permanezcan sentados”.

Foto: Emmanuel Macron a su llegada a una ceremonia en la Tumba del Soldado Desconocido, en París, el 14 de mayo de 2017. (Reuters)


Los fundamentos de la escuela tradicional

Precisamente el titular de Educación, Jean Michel Blanquer, uno de los más activos, es también de los más apreciados por la opinión pública. El ministro ha iniciado sin complejos un retorno a los fundamentos básicos de la educación: la lectura y el cálculo, para ser claros. Portazo a los experimentos pedagógicos de la socialista Vallaud-Belkacem, recuperación del latín y el griego, de las clases bilingües; premio al mérito; respeto a la autoridad del profesor y de los símbolos republicanos… Un programa plebiscitado por unos padres de alumnos desesperados por la degeneración de la antes alabada escuela pública.

Macron ha recuperado para la labor de Jefe del Estado una respetabilidad que Hollande, que se autodefinía como “un presidente normal”, había perdido. Para un observador extranjero puede parecer chocante, pero la Presidencia de Francia debe revestirse de un halo cercano a una monarquía para ser respetada por sus propios ciudadanos.

Esa respetabilidad se gana también aprovechando las circunstancias. El nuevo presidente francés disfruta cuando debe pronunciar discursos que quiere dejar para la posteridad y que le acercan tanto al pueblo como a la intelectualidad. Así, los fallecimientos del escritor y aristócrata Jean D’Ormesson y del roquero Johnny Halliday le sirvieron para acaparar directos televisados, explotar la emoción de sus compatriotas y seguir subiendo en las encuestas de opinión.

Macron supera pues el examen de sus primeros seis meses de mandato bien cargados de decisiones y medidas. Pero en 2018 le esperan otros asuntos controvertidos: regímenes especiales (privilegiados) de jubilación, reforma de la subvenciones por desempleo, déficits, laicismo… Necesitará más que una buena comunicación para poder seguir salvando obstáculos en la renovación de Francia. Los agoreros se cuidan mucho de anunciar desastres. Macron ha sorprendido hasta a sus enemigos y la opinión pública parece decidida a seguir dándole un aprobado con la esperanza de tiempos mejores. De sacar a Francia de una depresión que otros países más pobres y menos desarrolladas no acaban de entender.

Emmanuel Macron cumple este jueves 40 años y la opinión pública de su país le acaba de hacer el mejor regalo: ha ganado diez puntos de aprobación popular en dos meses y hasta seis en diciembre. Más de cinco franceses sobre diez aprueban sus primeros seis meses de mandato.

Emmanuel Macron Frente Nacional Marine Le Pen