Mondo Cane
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Cuenta atrás para Segarra: tal vez nunca sepamos la verdad en el 'crimen de Bangkok'
La justicia tailandesa ha rechazado la petición de apelación de sus abogados. En estos meses, los cambios políticos han hecho que su ejecución sea ahora mucho más probable
No por esperada la decisión judicial ha sido menos desmoralizante para Artur Segarra: un tribunal de apelación de Bangkok ha decidido hoy ratificar la pena de muerte contra él por el secuestro y asesinato de su compatriota David Bernat, cuyo cadáver apareció descuartizado en las aguas del río Chao Praya en febrero de 2016. Capturado en Camboya tras una huida frenética, el catalán fue rápidamente declarado el único sospechoso por unas autoridades tailandesas deseosas de cerrar el caso cuanto antes, pese a que la más elemental investigación apuntaba a la existencia de cómplices, tal y como averiguó en su momento El Confidencial. Ahora, el caso irá al Tribunal Supremo, y si dicha corte no encuentra motivos para reducir su pena, la sentencia será en firme. Y, contra lo que se pensaba en un principio, probablemente será ejecutado.
En este tiempo, la situación se ha vuelto todavía más oscura para Segarra. Cuando fue condenado en abril de 2017, la mayoría de los observadores apuntaba que probablemente a largo plazo no habría ejecución, puesto que Tailandia llevaba sin consumar una pena de muerte desde 2009. Probablemente, pasados unos años -y si Segarra sobrevivía a la extrema dureza del 'Bangkok Hilton', la legendaria cárcel donde está encerrado-, la justicia tailandesa aceptaría una extradición a España, donde sus condiciones de reclusión serían mucho mejores y donde lo más parecido a una cadena perpetua es, por ahora, la prisión permanente revisable. Esa sigue siendo la esperanza de su familia y sus abogados.
Pero mientras tanto, la política se ha cruzado en su camino: el pasado 18 de junio, Tailandia ejecutó a su primer reo en 9 años -un hombre de 26 años condenado por asesinato con agravantes-, en un intento de demostrar la firmeza contra el crimen de la junta militar que gobierna el país desde el golpe de estado de 2014. A ello se suma el fallecimiento del rey Bhumibol Adulyadej en octubre de 2016. Sucede que en el sistema tailandés es el monarca el signatario final de las penas de muerte, por lo que, si éste decide no respaldarla, la ejecución no se completa. Durante casi una década, Bhumibol había optado por no firmar ninguna condena capital. Pero con su desaparición, su heredero, mucho más débil políticamente (o simplemente desinteresado en esta cuestión), no está en condiciones de oponerse a las exigencias de la junta.
Decenas de cabos sueltos
La ratificación de la condena a muerte es extraña, señalan fuentes conocedoras de la investigación, puesto que la legislación tailandesa estipula que, a menos que haya pruebas fehacientes de la culpabilidad de un individuo, no puede aplicarse la pena de muerte. Y ese es precisamente el caso de Segarra: si bien existen evidencias más que suficientes para considerarle culpable de haber participado en el secuestro de Bernat, no hay nada que demuestre que fue él quien le dio muerte: no se encontró el arma homicida, la causa de muerte fue calificada de 'desconocida' en la autopsia, y lo que podría ser la prueba crucial -una filmación de las cámaras de seguridad que demostrase que Artur entró a su apartamento con Bernat y estuvieron solos hasta que Segarra volvió a salir en solitario con grandes bolsas de basura, como han indicado algunos testigos- no existe. Según la policía, los aparatos no grabaron nada esos días.
Sí hay, en cambio, un detalle crucial: la bolsa donde estaba la cabeza decapitada de Bernat tenía las huellas de la novia de Artur, la tailandesa Pridsana Saen-ubon. Aunque durante el juicio la defensa de Segarra ha insistido en su implicación, las autoridades tailandesas se han negado a considerar esta posibilidad. Tienen a su favor una “confesión” de Pridsana incriminando a Artur, redactada por la policía, que le obligaron a firmar a cambio de ponerle en libertad, según explicó a El Confidencial Worasit Piriyawiboon, el primer abogado de Segarra. Aunque en un primer momento la joven siguió siendo vista con cierta frecuencia en la noche de Bangkok -donde menudeaba vendiendo pastillas, como el propio Artur- y estaba muy activa en las redes sociales, ahora se encuentra en paradero desconocido. “Nadie sabe dónde está, se ha borrado del mapa”, indica un residente de Bangkok que la conocía. Fuera de una mancha de sangre encontrada en la vivienda durante un segundo registro -en el primero no se halló nada-, no existen pruebas irrefutables de que Bernat muriese allí.
Por ahora, la cárcel no parece haber acabado con Segarra, cuyo aspecto es mejor que en sus primeros meses de encarcelamiento, tal y como se ha podido ver hoy en el tribunal. Lo lleva bien, dicen algunas personas que le conocen, aunque se aburre mucho. Pero si la sentencia es ratificada, la vida de Artur pasará a pender de un hilo: a diferencia de la práctica habitual en países como EEUU y Corea del Sur, en Tailandia no se lleva una cuenta atrás de los días que faltan para una ejecución, por lo que esta podría tener lugar en cualquier momento y sin previo aviso. Y si eso sucede, nadie sabrá ya nunca qué ocurrió realmente la noche que David Bernat fue asesinado. Porque la única persona que lo sabe con certeza es Artur Segarra.
No por esperada la decisión judicial ha sido menos desmoralizante para Artur Segarra: un tribunal de apelación de Bangkok ha decidido hoy ratificar la pena de muerte contra él por el secuestro y asesinato de su compatriota David Bernat, cuyo cadáver apareció descuartizado en las aguas del río Chao Praya en febrero de 2016. Capturado en Camboya tras una huida frenética, el catalán fue rápidamente declarado el único sospechoso por unas autoridades tailandesas deseosas de cerrar el caso cuanto antes, pese a que la más elemental investigación apuntaba a la existencia de cómplices, tal y como averiguó en su momento El Confidencial. Ahora, el caso irá al Tribunal Supremo, y si dicha corte no encuentra motivos para reducir su pena, la sentencia será en firme. Y, contra lo que se pensaba en un principio, probablemente será ejecutado.