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¿Nadie va a hablar de Europa? Parece una buena noticia... pero es una tragedia
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Nacho Alarcón

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¿Nadie va a hablar de Europa? Parece una buena noticia... pero es una tragedia

En ninguno de los debates los candidatos han discutido sobre el papel de España en la UE. Tras el Brexit, España podría haber asumido un rol mucho más importante en la toma de decisiones

Foto: Los candidatos durante el debate. (EFE)
Los candidatos durante el debate. (EFE)

España se cree Estados Unidos, Rusia o algún otro gigante mundial, capaz de mantenerse solo en pie. Enzarzada en asuntos internos, cavando trincheras y lanzando barro que mancha casi todo el espacio disponible en la campaña electoral. Pero el problema es que España no es EEUU, y no se puede permitir tal nivel de aislacionismo cuando se entablan los debates políticos claves. Urge mirar al exterior.

Otra vez, sin sorpresa, no se habló de Europa en ninguno de los debates antes de las elecciones del próximo domingo. Con la boina bien enroscada en la cabeza, los líderes políticos volvieron a mostrarse orgullosos su provincialismo, acotando el debate al lanzamiento de objetos políticos contundentes de consumo rápido. La ausencia de asuntos internacionales denota el complejo de inferioridad de la política española.

Dicha decisión solo puede entenderse como una mezcla de irresponsabilidad y falta de comprensión del rol internacional del país en un momento crucial. No hablar del papel internacional de España es peligroso y se lleva pagando caro desde hace muchos años.

Parece una buena noticia...

A la hora de hablar de asuntos internacionales lo que se trata es, casi siempre, la UE. En España los políticos nunca han sentido la necesidad de hablar de Europa. Todo el mundo está a favor de ello, es seña de progreso y ni siquiera Vox se ha atrevido con un mensaje abiertamente euroescéptico.

Puede parecer una buena noticia: no hay ni siquiera la necesidad de discutir de ello. En realidad es un drama: el debate europeo sigue cogiendo polvo en el cajón más escondido de las campañas electorales, y es un lujo muy caro que un país moderno no se puede permitir.

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España es diminuta en un mundo en continuo movimiento, cada vez más inestable y multipolar. La suerte es que forma parte de un club de 28 países que actúa de forma conjunta precisamente para tener un rol relevante.

Sin embargo, y aunque el futuro del país depende totalmente de ese proyecto que ahora está en crisis y que requiere de un nuevo liderazgo -al que se esperaba y se sigue esperando que España contribuyera-, ninguno de los cuatro candidatos ha considerado necesario hacer mención a ello. A pesar de que el país se juega todo en esta partida.

... pero no lo es

Los líderes políticos siguen limitando los asuntos internacionales a meras posiciones técnicas. La UE es una postura de Estado: a favor de todo lo que tenga un consenso por parte de nuestros socios europeos. Es el mantra que el cuerpo diplomático repite una y otra vez en Bruselas. En el debate nacional ni siquiera se cuenta con el privilegio de llegar a ese nivel de detalle.

Eso tiene tres efectos muy negativos. El primero conlleva una infantilización del votante, al que se le priva de un genuino debate sobre la pieza clave de su futuro, como si fuera un asunto demasiado difícil para la ciudadanía. Es algo que se debe limitar a técnicos y diplomáticos, o eso parece, repitiendo precisamente el gran error de la UE: nunca se construyó de abajo arriba, sino de arriba a abajo. En algunos países se está intentando subsanar ese error, pero en España los políticos parecen no entender todavía que esa estrategia era equivocada.

El segundo es que al limitarse el debate, y al favorecer que la postura de España en asuntos europeos siga siendo “a favor de la mayoría” de lo que digan el resto de países, España se convierte en un mero espectador. Habrá veces en las que muchos otros países quieran tumbar propuestas que benefician a España, y el país no puede permitirse el lujo de no pelear para crear mayorías alternativas que permita avanzar en propuestas a nivel europeo.

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Pero al eliminar el debate político al respecto, los gobiernos españoles se encuentran en una postura muy cómoda, pero propia de hace 30 años, cuando España se sentía una invitada al club. En ese escenario, seguir las propuestas alemanas u holandesas era ya signo de seriedad. Pero los tiempos han cambiado: somos Europa, y es el momento de asumir responsabilidades.

El tercer y devastador efecto es que se abona el terreno a los euroescépticos. ¿Para qué debatir de Europa, cuando los españoles son de los ciudadanos de la UE más proeuropeos? Porque esa actitud no puede mantenerse por inercia. Cuando no hablas de Europa dejas todo el terreno a que otros partidos coloquen su mensaje euroescéptico. ¿Quién va a rebatirlo si nadie más habla de Europa?

El debate de este confirma que las cosas siguen igual que siempre, como si esto no fuera asunto del votante o, más grave, como si no importara o no fuera relevante.

Invitada en la UE

España lleva años actuando a la sombra de los demás en Europa, siguiendo las posturas defendidas por la mayoría. El Brexit y la explosión interna italiana han colocado a Madrid en un rol central en el futuro de la UE que por ahora no está asumiendo, solamente con algún posicionamiento tímido. Las perspectivas para el futuro, viendo los debates, son desoladoras.

España seguirá siendo un país diminuto en el mundo, con una capacidad mínima de defenderse ante riesgos exteriores, y participando en el proyecto europeo como si fuera un mero invitado o un recién llegado. España parece alejarse de las riendas de la unión como si estuvieran hechas de espinas. Y esa actitud, cobarde y aislacionista, tiene responsables visibles en estos dos debates.

Así, tras el referéndum del Brexit y la crisis política italiana, España ha sido incapaz de ocupar su lugar. En cambio, un grupo de países pequeños de la UE, bien organizados, han sido capaces de hundir todas las propuestas que interesaban a España. Y mientras tanto Madrid ha visto el cadáver de ideas que defendía pasar por la puerta de casa.

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¿Por qué? Porque en España el asunto europeo sigue sin formar parte del debate, mientras que en otros países, como Países Bajos, el tema europeo (en gran parte por oposición, y no por favorecerlo) es central. Así, mientras los holandeses se mueven y tejen alianzas para influir en la agenda europea, en España el asunto no merece ni una mención.

Otra vez, tras un debate presidencial, se nos quedan sin responder preguntas clave sobre qué tienen los candidatos en la cabeza en lo que a la UE se refiere. ¿Qué quiere el país de Europa? ¿Cuál es el proyecto de futuro? ¿Cuáles son las propuestas españolas?

No vale únicamente con que España se vaya animando poco a poco a moverse en un nivel técnico en Bruselas. Lo que hace el Gobierno respecto a la UE es, de lejos, la política más importante de todas las que tienen encima de la mesa. Y, sin embargo, no merece un solo minuto de debate.

Todos somos culpables

¿De quién es la culpa? En realidad de todos. Los medios de comunicación tienen su parcela de responsabilidad, situando fuera de la agenda nacional los asuntos europeos y centrando su atención únicamente en los asuntos internos, un enfoque que, al largo plazo, tiene efectos muy negativos. Por otro lado, los ciudadanos también son responsables. Al fin y al cabo, estos debates electorales son, en gran parte, una representación de sus prioridades.

Pero la principal responsabilidad está en manos de los políticos. Es necesario que los candidatos entiendan que ninguno de los asuntos discutidos este lunes y martes pueden entenderse fuera del marco europeo. Los líderes mostraron su pasión por seguir enzarzados en debates internos. Y sí, son elecciones nacionales, no europeas, cuyo turno llegará el 26 de mayo y cuya campaña estará igualmente envenenada por asuntos internos. Lo que muchos no comprenden, empezando por las sedes centrales de los partidos, es que Europa y la UE son asuntos nacionales, y que por lo tanto es clave debatir sobre ellos en el marco doméstico.

España se cree Estados Unidos, Rusia o algún otro gigante mundial, capaz de mantenerse solo en pie. Enzarzada en asuntos internos, cavando trincheras y lanzando barro que mancha casi todo el espacio disponible en la campaña electoral. Pero el problema es que España no es EEUU, y no se puede permitir tal nivel de aislacionismo cuando se entablan los debates políticos claves. Urge mirar al exterior.

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