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Europa, contra Savonarola: seis siglos para aprender sobre el populismo
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Nacho Alarcón

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Europa, contra Savonarola: seis siglos para aprender sobre el populismo

Girolamo Savonarola, un fraile dominico nacido en Ferrara en 1452, era, por encima de todo, un líder populista. Cuando tuvo que cruzar el fuego, la gente se dio cuenta de que no hacía milagros

Foto: Florencia.
Florencia.

Girolamo Savonarola, un fraile dominico nacido en Ferrara en 1452, era, por encima de todo, un líder populista. No es que el monje no pensara que llevaba razón, pero condujo a la ciudad a algunos de sus días más oscuros a finales del siglo XV, si bien la historia nos enseña a poner entre comillas lo que sabemos de todos los villanos. Europa se enfrenta hoy a su propio Savonarola. Solo queda confiar en que, como entonces, haya un Nicolás de Maquiavelo en la habitación.

El populismo no es un invento reciente que pille por sorpresa a Europa. Ni siquiera fue Savonarola el primer gran populista: el populismo es intrínseco a las sociedades políticas, lo mismo que las 'fake news' estaban a la orden del día en el imperio romano.

Cada año, en la ciudad italiana de Florencia, distintas personalidades se reúnen en el “Estado de la Unión”, unas jornadas organizadas por el Instituto Universitario Europeo dedicadas a la reflexión sobre el futuro de Europa. Hasta ahora, habían estado más influidas por la sombra del estadista Maquiavelo, un buen hombre y político vapuleado por una leyenda negra que le ha acompañado siempre, que por la amenaza de las predicaciones de un nuevo Savonarola. Pero el año pasado ya se escuchaban los tambores de guerra y en esta edición Europa vive sumida de lleno en la edad del populismo.

placeholder Palazzo Vecchio de Florencia, donde se celebra el 'Estado de la Unión'. (EFE)
Palazzo Vecchio de Florencia, donde se celebra el 'Estado de la Unión'. (EFE)

Savonarola, un fraile dominico con un fuerte carácter, se ganó su fama y su vida predicando contra el 'establishment' medieval, contra cualquier papa de Roma, pero también contra los gobernantes y la aristocracia de Florencia. Desde su púlpito en la basílica de San Marco el religioso cargó contra el lujo y las obras de arte que representaban parte del alma de la ciudad.

Con sus visiones respecto a un futuro trágico de Florencia y su alianza con una fuerza extranjera como el rey francés Carlos VIII, Savonarola logró expulsar a los Médici, que gobernaban la ciudad. Él desde la iglesia, se hizo con el control. Pasó a la historia por la llamada “hoguera de las vanidades” en la que pidió a los florentinos que quemaran libros prohibidos y obras de arte.

Sin milagros no hay populismo

Pero llegado un determinado momento, Savonarola no pudo demostrar que hacía milagros y las población acabó volviéndose en su contra. Ayudó mucho que el papa amenazara con excomulgar a toda la ciudad. El fraile acabó ahorcado en la misma Piazza de la Signoria en la que se celebró la segunda jornada del “Estado de la Unión”.

En el siglo XXI, Europa vuelve a tener un Savonarola. Está encarnado por muchos personajes: el italiano Matteo Salvini, el primer ministro húngaro Viktor Orbán o la líder eurófoba Marine Le Pen.

placeholder Salvini charla con Orbán durante un encuentro celebrado esta semana. (Reuters)
Salvini charla con Orbán durante un encuentro celebrado esta semana. (Reuters)

La prueba de fuego

Su predicación está haciendo daño al proyecto europeo, pero en las últimas horas se han escuchado distintas recetas para lidiar con Savonarola. Klaus Iohannis, presidente de Rumanía, ha dejado este viernes una posible solución: someter a los populistas a la misma prueba que llevó al fraile franciscano a perder el control en abril de 1498.

Savonarola aseguraba hacer milagros, y gracias a ello tenía el control sobre una buena parte de la población. Pero en abril de 1498 otro fraile franciscano le retó a andar sobre el fuego, una prueba a la que decidió presentarse en su lugar otro fraile cercano a él, y que al final, tras horas de retraso, se acabó cancelando. Gran parte de la ciudad lo tomó como una demostración de lo que empezaba a decirse por las calles de Florencia: Savonarola solo vendía humo.

La receta pasa por asumir consecuencias y retar a los Savonarolas a cruzar el fuego. Y eso significa, asegura el rumano, presentar recetas realistas

La receta de Iohannis pasa por asumir consecuencias y retar a los Savonarolas a cruzar el fuego. Y eso significa, asegura el rumano, que frente al populismo euroescéptico, los partidos proeuropeos deben presentar recetas realistas. “Lo único que no funcionará será imitar a los populistas”, ha señalado. Es decir, los euroescépticos se derrumban cuando les toca pasar por el fuego: las legislaturas duran cuatro años, y al final los ciudadanos descubren que sus predicaciones eran solo humo. “Los populistas se vuelven populares porque tienen soluciones sencillas para problemas complejos, pero luego no cumplen”, ha asegurado.

Otra de las recetas coniste en escuchar con atención, ver qué parte del sermón de Savonarola sirve y cuál no. Nicolás de Maquiavelo tenía 25 años cuando el fraile empezó a controlar la política de la ciudad, y el florentino siguió de cerca su trayectoria. A ratos Maquiavelo apreciaba parte de las ideas de Savonarola; en otras ocasiones las descartaba por completo. En cualquier caso le pareció un 'naíf'. En 'El Príncipe', Savonarola acabó retratado como el ejemplo de lo que ocurre cuando quieres ser un príncipe sin ejército: normalmente acabas muerto.

placeholder Retrato de Nicolás de Maquiavelo.
Retrato de Nicolás de Maquiavelo.

Escuchar a Savonarola

En cualquier caso, Maquiavelo escuchó con cuidado al predicador dominico, no se burló de su discurso ni trató de descalificarlo. Y eso pide Hanspeter Kriesi, de la cátedra Stein Rokkan en Política Comparativa en el Instituto Universitario Europeo de Florencia, y que ha llamado a la gente a ser el Maquiavelo en la habitación... porque los feligreses están escuchando demasiado a Savonarola.

Para Kriesi, hay dos elementos interconectados y que son los que sirven de combustible al populismo. Por un lado está la desafección con la democracia, y por el otro una serie de problemas sociales. Uno alimenta al otro. Normalmente estas dos ideas están envueltas en un contexto: la desafección bien aparece cuando los ciudadanos tienen una serie de demandas surgidas de conflictos y que no son abordadas por los partidos tradicionales, o bien porque hay una “crisis de comportamiento”.

placeholder Catedral de Florencia. (EFE)
Catedral de Florencia. (EFE)

La leyenda de Savonarola también creció en este caldo: tras la muerte de Lorenzo de Médici, apodado “el Magnífico”, su hijo demostró que no estaba a la altura. La ciudad sufría desigualdades enormes y las clases gobernantes no tenían ningún tipo de pudor a la hora de exigir sus lujos. Fue en ese conflicto social en el que el mensaje del fraile franciscano contra el lujo y los excesos caló entre los florentinos medios.

Kresi pide escuchar esos problemas. Hay dos formas de acabar con el populismo: atajando la desafección democrática o solucionando las crisis sociales. Por un lado, las demandas sociales son las que impulsan el discurso de formaciones populistas y, en última instancia provocan la desafección, y por eso mientras estos conflictos existan seguirán creciendo los populistas.

Por el otro lado, Kriesi coincide con Iohannis: la desafección también se ataja cuando a Savonarola le toca cruzar el fuego que le ponen como prueba de su santidad. Es decir, cuando estas fuerzas llegan al poder y se produce un cambio de tendencia política. Pero el politólogo no cree que reduzca la desafección porque los votantes vean que los populistas no cumplen con sus promesas, sino más bien porque el simple hecho de que lleguen al poder aplaca su resentimiento contra el sistema.

Foto: Marine Le Pen. (Reuters) Opinión

Por último, Kriesi establece un último elemento que también coincide con la experiencia de la ciudad de Florencia con Savonarola. Para el politólogo suizo hay una serie de “limitaciones” que hacen que los populistas no dañen de forma estructural la democracia.

Kriesi cita la actitud de los partidos hacia el líder populista que comienza a cruzar todas las líneas rojas. Hay tres actitudes ante esa situación: los leales, los desleales y los semi-desleales. Para el suizo los últimos son los peores. Los dos primeros son compartimentos estancos, que no se moverán. Pero los semi-desleales son los que pueden hacer decantarse la balanza hacia un lado u otro. Son los que deciden si cierran los ojos ante una situación o deciden tomar medidas.

En la Florencia de finales del siglo XV Savonarola tenía un grupo de fieles seguidores y un grupo de grandes opositores. Los actos violentos en las calles de la ciudad florentina se repetían. Pero era la mayoría silenciosa de los ciudadanos florentinos los que mantenían a Savonarola con las riendas de la política gracias a su silencio o sus dudas. Solo hasta que esta mayoría de semi-leales vieron que el fraile no podía cruzar el fuego la situación se volvió en su contra.

Foto: Pleno del Parlamento Europeo en Estrasburgo. (EFE)
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En su discurso, Kriesi ha señalado ejemplos contemporáneos de cómo esta semi-lealtad afecta a la situación de la democracia europea, citando expresamente el caso del Partido Popular Europeo, la familia democristiana que sigue manteniendo en sus filas a Viktor Orbán, el líder húngaro que está llevando a su país por el camino del ataque al Estado de derecho. El único movimiento interno dentro del PPE ha sido la suspensión de su membresía, al menos durante los próximos meses, pero durante muchos años la permisibilidad de su familia política ha sido un escudo para ir desmontando las bases democráticas de Hungría.

Hay que evitar el fatalismo: Savonarola está de vuelta, pero más de seis siglos de historia deben ayudar a Europa a saber gestionarlo

Con la sensación de que ya es demasiado tarde para evitar la aparición de un Savonarola en la UE y que ya está subido al púlpito, el “Estado de la Unión” de este año ha terminado con un par de mensajes positivos: hay que adaptarse y buscar soluciones a los retos que existen en vez de quejarse. También hay que evitar el fatalismo: Savonarola está de vuelta, pero más de seis siglos de historia deberían ser suficientes para que Europa sepa cómo gestionarlo.

Girolamo Savonarola, un fraile dominico nacido en Ferrara en 1452, era, por encima de todo, un líder populista. No es que el monje no pensara que llevaba razón, pero condujo a la ciudad a algunos de sus días más oscuros a finales del siglo XV, si bien la historia nos enseña a poner entre comillas lo que sabemos de todos los villanos. Europa se enfrenta hoy a su propio Savonarola. Solo queda confiar en que, como entonces, haya un Nicolás de Maquiavelo en la habitación.

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